mayo 26, 2017

El Fascismo histórico ante la dicotomía Estado-Sociedad

Notas sobre Estado y Sociedad / 6
El Fascismo / 3 

 Andrés Salvador

No me hago falsas ilusiones afirmando que la Idea fascista será la Idea del siglo XX. Un eclipse de un lustro, incluso de diez años, no tiene ninguna importancia. Son los acontecimientos, en parte, y los hombres, por su debilidad, quienes provocan hoy día este eclipse. Pero no se puede volver atrás. La Historia me dará la razón. [...] Un joven, un puro, encontrará otros nuevos, audaces y dignos de seguir nuestros postulados de 1919 y los puntos de Verona de 1943. El pueblo abrirá entonces los ojos y él mismo decidirá el triunfo de estas ideas.                             

- Benito Mussolini, Testamento político, edición patrocinada por: Associazione Culturale Uno Dicembre 1943 (Perugia - Italia) y Ediciones Nueva Republica (Barcelona - España), 2000.


Benito Mussolini
Philip Alexius de László, 1923
http://www.delaszloarchivetrust.com/index.php?cid=galery&id=197
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En este trabajo examinamos la respuesta teórica del Fascismo histórico ante la dicotomia Estado-Sociedad, en el marco del estudio de los conceptos de Estado y Sociedad que iniciamos en El estado y las Categorías Políticas Preestatales [ITGD, Corrientes, 2001], La separación entre el Estado y la Sociedad y el desdoblamiento entre lo Publico y lo Privado [ITGD, Corrientes, 2001],  Socialismo y Anarquismo [ITGD, Corrientes, 2001], Variedad de interpretaciones del concepto de Fascismo y observación critica de las mismas [Corrientes, 2011], y El concepto de Fascismo en el contexto de la separación de Estado y Sociedad [Corrientes, 2011].


El Fascismo. El fascismo supuso un modo de afrontar la dicotomía Estado-Sociedad y las consecuencias emergentes de ella:


“Hoy afirmo que el fascismo considerado como idea, doctrina, realización, es universal: italiano, en sus instituciones particulares, es universal en su espíritu, y no podría ser de otro modo. El espíritu, por su misma naturaleza, es universal. Por tanto, se puede prever una Europa fascista, una Europa que se inspire, en sus instituciones de las doctrinas, de la practica del fascismo, es decir una Europa que resuelva en un sentido fascista el problema del Estado moderno, del Estado del siglo XX, muy diferente de los Estados que existían en 1789 o que se formaron en seguida. El fascismo responde hoy a las necesidades de carácter universal. Resuelve, en efecto, el triple problema de las relaciones entre el Estado y el individuo, entre el Estado y las agrupaciones y entre agrupaciones y agrupaciones organizadas.” [Mussolini, 1933: 40].

Identificación de la Sociedad con la Nación. En el fascismo la sociedad se identifica con la Nación la que no es considerada como en el liberalismo una simple suma de individuos [Manoilesco, 1938: 100] sino que es entendida como un complejo de fuerzas políticas y morales [Mussolini, 1984: 109] integrado por individuos cuyos intereses son contrapuestos [Mussolini, 1984: 167].


Manifesto del Fasci italiani di combattimento, publicado por "Il Popolo d'Italia" el 6 de junio de 1919
http://it.wikisource.org/wiki/Manifesto_dei_Fasci_italiani_di_combattimento,_pubblicato_su_%2
2Il_Popolo_d%27Italia%22_del_6_giugno_1919
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Identificación de la Nación con el Estado. La Nación es identificada por el fascismo con el  Estado [Mussolini, 1984: 205]:

“Nosotros queremos unificar la nación en el Estado soberano, que está por encima de todos y quizá contra todos, porque representa la continuidad moral de la nación en la historia. Sin el Estado, la nación no existe; no hay más que agregados humanos, susceptibles de todas las desintegraciones que la historia les puede infligir.” [Mussolini, 1933: 48].

Ambos términos no pueden diferenciarse pues se trata de una misma realidad y el Estado no es más que la forma jurídica que reviste [encarna] la Nación [Llerena Amadeo - Ventura, 1984: 178; Mussolini, 1984: 205 ]; como explica Jacques Ploncard  D'assac:

“Mussolini no deja ninguna brecha: el Estado, para él, es el intérprete único y supremo de las necesidades de la sociedad. El pueblo es el cuerpo del Estado y el Estado es el espíritu del pueblo. En la concepción fascista, el pueblo es el Estado y el Estado es el pueblo.” [Ploncard  D'assac, 1980: 128][1].

En otros términos, para el fascismo no hay:

“Ni individuos, ni grupos [partidos políticos, asociaciones, sindicatos, clases] fuera del Estado.” [Mussolini, 1933: 13].

Un Estado que:

“se levanta por encima de los intereses opuestos de los individuos y de los grupos, para coordinarlos hacia un fin superior” [Mussolini, 1933: 47][2].


Benito Mussolini, attorniato dai gerarchi fascisti, in visita a Milano
(città natale del fascismo), nel maggio 1930
Deutsches Bundesarchiv (German Federal Archive), Bild 102-09843
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El Individuo en el FascismoEl fascismo no concibe:

“un individuo fuera del Estado, sino el individuo salvaje, que no puede reivindicar más que la soledad y las arenas del desierto.” [Mussolini, 1933: 44-45].

Por lo que la concepción fascista es antiindividualista [Mussolini, 1933: 12] en tanto el individuo sea entendido conforme el liberalismo clásico como un fantoche abstracto [Mussolini, 1933: 12] y no como hombre real [Mussolini, 1933: 12][3]:

“El fascismo es una concepción histórica en la cual el hombre no es sino en función del proceso espiritual al cual concurre, en el grupo familiar y social, en la nación y en la historia en que colaboran todas las naciones. De aquí el alto valor de la tradición en las memorias, en el idioma, en las costumbres, en las leyes de la vida social. Fuera de la historia, el hombre es nada.” [Mussolini, 1933: 11].

En consecuencia [y esto es algo que explica su reacusación de las doctrinas democráticas, cuestión que examinamos  mas adelante] el fascismo no puede desconocer:

“la desigualdad irremediable, fecunda y benéfica de los hombres, que no pueden volverse iguales por un hecho mecánico y extrínseco, tal como el sufragio universal.” [Mussolini, 1933: 11].

Así entendido [como hombre real], el individuo solo es libre en el Estado [Mussolini, 1933: 12]:

“En nuestro Estado no falta la libertad al individuo. La tiene en mayor grado que el hombre aislado; puesto que el Estado lo protege, es una parte del Estado. El hombre aislado carece de defensa.” [Mussolini, 1933: 46]

  
La battaglia del grano
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La libertad en el fascismo. El fascismo entiende a las libertades como libertades concretas [libertades autenticas [Mussolini, 1984: 268] no como libertades abstractas [metafísica, absoluta, liberal [Mussolini, 1984: 268]:


“Existen libertades, ¡pero la libertad no ha existido nunca!” [Mussolini, 1984: 264].

En orden a esto:

“... El Gobierno Fascista ha devuelto al pueblo italiano las libertades esenciales que estaban en peligro cuando no perdidas: la de trabajar, la de poseer, la de exaltar la victoria y los sacrificios que ha impuesto, la de tener consciencia de uno mismo y de su propio destino, la de sentirse un pueblo fuerte y no un simple satélite de la codicia y de la demagogia ajenas.” [Mussolini, 1984: 268].

Concepción totalitaria del Estado fascista. La identificación de la Nación con el Estado lleva a presentar al Estado fascista como totalitario:

“En efecto, para el fascista, todo está en el Estado y nada humano ni espiritual existe y a fortiori nada tiene valor fuera del Estado. En este sentido el fascismo es totalitario, y el Estado fascista, síntesis y unidad de todo valor, interpreta, desarrolla y domina toda la vida del pueblo” [Mussolini, 1933: 19].

Como el termino totalitario presenta actualmente una carga emotiva negativa[4]  conviene atender, al examinar este carácter del Estado fascista, a algunas observaciones que formula Ploncard  D'assac sobre la relación Estado - Individuo en este contexto :

“Así, para el fascismo, el dualismo Individuo-Estado, que obsesiona a todos los legisladores, se resuelve por la absorción del individuo en el Estado. Es preciso aún observar cómo entiende esto.
«El individuo en el Estado fascista —dice Mussolini— no es anulado, sino más bien multiplicado, al igual que en un regimiento un soldado no es disminuido, sino multiplicado por el número de sus compañeros de armas. El Estado fascista organiza la nación, pero deja, sin embargo, a los individuos un margen suficiente; ha limitado las libertades inútiles o perjudiciales, pero ha conservado las libertades esenciales.»
Pero agrega sin hipocresía: «En este aspecto, sólo el Estado es juez y no el individuo.»
¿Es esto, pues, la tiranía? No, responde Mussolini:
«Un Estado que se apoya sobre millones de individuos que le reconocen, lo sienten y están dispuestos a servirle, no es el Estado tiránico del señor de la Edad Media. No tiene nada de común con los Estados absolutistas anteriores o posteriores a 1789... Un partido que gobierna una nación totalitariamente es un hecho nuevo en la historia. Las aproximaciones y las comparaciones son imposibles.» [Ploncard  D'assac, 1980: 127-128].


Benito Mussolini saluta una parata della "Gioventù fascista" di fronte al Colosseo, nel 1931
Deutsches Bundesarchiv (German Federal Archive), Bild 102-12292
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El Estado fascista como Estado Ético. Para el fascismo, al Estado:

“No se puede, [...] limitarlo a puras funciones de orden y protección, como pretendía el liberalismo. No es un simple mecanismo que limita la esfera de las llamadas libertades individuales.” [Mussolini, 1933: 15-16].

Por lo que el fascismo

“Ha reivindicado, contra todos los particularismos de clases y de categorías, el valor ético del Estado” [Mussolini, 1933: 45].

El Estado fascista es entendido como un Estado ético, ya que mientras:

“El Estado liberal no dirige el funcionamiento y el desarrollo material y espiritual de las colectividades, sino que se limita a registrar los resultados. El Estado fascista es consciente, tiene una voluntad y es por eso que está calificado de Estado “ético”. En 1929, decía yo en la primera asamblea quinquenal del régimen: “Para el fascismo, el Estado no es el vigilante nocturno que no se ocupa más que de la seguridad personal de los ciudadanos. Tampoco es una organización con fines puramente materiales, como, por ejemplo, garantizar cierto bienestar y relaciones sociales relativamente pacíficas, para lo cual bastaría un Consejo de Administración. No es tampoco una creación de política pura, sin contacto con la realidad material y compleja de la vida de los individuos y la de los pueblos. El Estado, tal como lo concibe el fascismo y lo realiza, es un hecho espiritual y moral, porque concreta la organización política, jurídica y económica de la nación, y esta organización en su génesis y en su desarrollo es una manifestación del espíritu. El Estado es el garantizador de la seguridad interior y exterior, pero es también el guardián y el trasmisor del espíritu del pueblo, tal como está formado en el curso de los siglos en el idioma, en las costumbres y en la fe.” [Mussolini, 1933: 32-33].

El Estado como <<sistema de jerarquias>>. El fascismo:

“es contrario a todas las abstracciones individualistas, con base materialista, género siglo XIX” [Mussolini, 1933:11].

Ello hace que atienda a las diferencias materiales que se presentan en el plano social y a su proyección en el plano político:

“A partir de entonces, si no hay diferencias entre el pueblo y el Estado, si el Estado no es, en suma, más que el pueblo organizado, en realidad sólo es un «sistema de jerarquías».
El Estado, en efecto —confiesa Mussolini—, es en su origen un sistema de jerarquías.” [Ploncard  D'assac, 1980: 129].

Precisamente en el fascismo:

“Acaso la más fundamental de las novedades sea el concepto de jerarquía que lo caracteriza. Mientras el Estado liberal debe tender a “horizontalizarse” en cuanto masa humana, el Estado totalitario debe necesariamente construirse “verticalmente” para subsistir. A la extremidad superior de una hipotética pirámide, le llamaremos “jefe”; a la base, la “masa” llana. Entre el vértice y la base se escalonarán sucesivamente las jerarquías.” [Ferrero, 1941: 116].

Según Ploncard  D'assac la:

“visión de la historia considerada como una sucesión de jerarquías que agotan, alternativamente, su capacidad, su fuerza, su actualidad, merece ser examinada con atención. Hasta 1789, las sociedades europeas se caracterizaron, en efecto, por un sistema de jerarquías. A partir de 1789, la revolución fundamental que se opera en la sociedad política es la negación del principio jerárquico. La sociedad política no es ya un cuerpo con partes diferenciadas, ordenadas, jerarquizadas en razón de su función; es una masa anónima, una «voluntad general» donde cada individuo es igual en derechos y en poderes a su vecino por la sola razón de que es un ciudadano, cualesquiera que sean sus capacidades.” [Ploncard  D'assac, 1980: 130-131].

La idea de el Estado como «sistema de jerarquías» implica que la crisis de las jerarquías sea la crisis del Estado y explica  que el propósito del fascismo sea el de dar autenticidad o sustituir a las jerarquías [Mussolini, 1984: 208].


Edmondo Rossoni in Piazza del Popolo a Roma annuncia la promulgazione della Carta del Lavoro (1927)
http://it.wikipedia.org/wiki/
File:Edmondo_Rossoni_in_Piazza_del_Popolo_a_Roma_annuncia_la_promulgazione_della_Carta_del_Lavoro.jpg
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El Estado fascista y el papel del Partido y la Corporación. El carácter ético del Estado y su concepción como «sistema de jerarquías» nos remite al papel del Partido y la Corporación en la identificación del pueblo con el Estado:

“Los instrumentos con los cuales esta identidad se realiza en el Estado son el Partido y las Corporaciones. El Partido es hoy el instrumento formidable y al mismo tiempo extremamente ramificado qué introduce al pueblo en la vida política general del Estado; la Corporación es la institución con la cual entra también en el Estado el mundo, hasta ahora extraño y desordenado, de la economía.” [Mussolini, 1984: 220].


Existe interrelación entre el Estado totalitario [que asume las energías, intereses y esperanzas del pueblo para transformarlas y potenciarlas [Mussolini, 1984: 145], el partido único [y las instituciones corporativas [Mussolini, 1984: 145].

El Partido. El Partido supone la disciplina política y permite que exista por encima de intereses encontrados un vinculo que una a todos en una fe común [Mussolini, 1984: 145].

En el fascismo, la totalidad que resulta de la identificación del Estado con la Nación [Ferrero, 1941: 191], puede desagregarse en un tríptico de valores vivos: la Nación, como valor material y pasivo; el Estado, como valor jurídico y activo; y el Partido, como Nación en cuanto masa de gregarios, y como Estado en cuanto funciones [Ferrero, 1941: 192].

En el estudio del partido único debemos abandonar todo concepto de partido político dentro de los regímenes liberales [Ferrero, 1941: 116], el fascismo si bien se convirtió en partido por necesidad tendía a totalizarse esto es a convertirse en el partido único de un Estado que de “un Estado” se convertía en “Estado Fascista” [Ferrero, 1941: 90]:

“Mussolini, años después de la creación, ha tenido afán por evitar la denominación de “partido”, ya que esta palabra implica la existencia de un todo fraccionado, o sea “partido”, y correlativamente la existencia de varios “partidos”; pero al final ella ha prevalecido sin mayores inconvenientes aun dentro de su irregularidad. Es que según cómo se mire, es exacta; lo es como concepto de fracción, pues el partido sólo es “totalitario en su modo de confundirse espiritualmente con la Nación [...] pero no en su extensión numérica”. Quizás sea oportuno recordar la frase conocida de Mussolini: ”El fascismo niega que el número, por el solo hecho de ser número, pueda dirigir a la sociedad humana; niega que ese numero pueda gobernar, por medio de una consulta periódica; afirma la desigualdad irremediable, fecunda y benéfica de los hombres, que no pueden volverse iguales por un hecho mecánico y extrínseco, tal como el sufragio universal”; este es un justificativo propio del concepto que ha venido a tomar la palabra “partido”. Guido Pighetti opina que antes de la marcha sobre Roma el Partido recibió este nombre porque debía luchar contra partidos; pero que después no se creyó ya oportuno cambiarlo, pues estaba arraigado en el pueblo. En definitiva, la concepción adoptada está de acuerdo con el concepto rector de la soberanía que ha adoptado el fascismo, al destruir el viejo principio de la “suma de los individuos”. Jonson, un teórico del fascismo americano dice así: “El fascismo representa una antítesis categórica y neta de la noción del Estado como suma simple de individuos y del concepto de soberanía como simple arbitrio de un agregado de voluntades.” [Ferrero, 1941: 90-91].


Mussolini e D'Annunzio
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Las corporaciones. Implican la disciplina económica [Mussolini, 1984: 145]. El fascismo tiende al reconocimiento en la orbita del estado de las exigencias reales de los grupos haciéndolas valer en el sistema corporativo donde esos intereses se concilian en la unidad del Estado [Mussolini, 1933: 48] que así controla todas las fuerzas morales y económicas que obran en el seno de la nación [Mussolini, 1933: 46]:

“Nosotros hemos constituído el Estado corporativo y fascista, el Estado de la sociedad nacional, el Estado que concentra, controla, armoniza y modera al mismo tiempo los intereses de todas las clases sociales, que se ven protegidas igualmente.“ [Mussolini, 1933: 47].

Critica fascista de la democracia liberal. El fascismo recusa la concepción demócrata liberal del Estado [reducido a un mecanismo tutelar para salvaguardar el orden en la calle (Calderón Bouchet, 1985: 283)] y de la Sociedad [entendida con criterios cuantitativos (Calderón Bouchet, 1985: 282)] [5]. Su afirmación del Estado][6], le lleva a preguntar:

 “¿Dónde están las sombras de los Jules Simón, que en los albores del liberalismo proclamaban que “el Estado debe trabajar para hacerse inútil y para preparar su dimisión?”¿Dónde están las sombras de los Mac Culloch, que, en la segunda mitad del último siglo, afirmaban que el Estado debe guardarse de gobernar demasiado? ¿Y qué diría en vista de las intervenciones continuas, solicitadas e inevitables del Estado en los asuntos económicos, el ingles Bentham, según el cual la industria no hubiera debido pedir al Estado sino que le dejase la paz, o el alemán Humboldt, según el cual el Estado “ocioso” debe ser considerado el mejor? Es cierto que la segunda generación de los economistas liberales fue menos extremista que la Primera y que el mismo Smith abría la puerta -aunque prudentemente- a las intervenciones del Estado en el dominio económico.” [Mussolini, 1933: 34].

Para el fascismo el Estado:

“En el sentido clásico del término es la forma de la nación. El liberalismo burgués había separado el pueblo del Estado, la materia de la forma, pervirtiendo la realidad política en su verdadero sentido y encomendando al Estado la faena de policía armada al servicio de los poseedores.” [Calderón Bouchet, 1985: 301][7].

Para el fascismo los regímenes democráticos no atienden al hecho de que la desigualdad de los hombres [de el hombre real (Mussolini, 1933: 12)] que subyace al ciudadano constitucional [Ferrero, 1941: 110] no puede ser superada por un hecho mecánico, extrínseco y periódico como el sufragio universal [Mussolini, 1933: 25] con arreglo al cual asimilan el pueblo a la mayoría de los individuos [Mussolini, 1933: 13], es por eso que:

“Se pueden definir así los regímenes democráticos: son aquellos en los cuales se da al pueblo, de vez en cuando, la ilusión de ser soberanos, cuando la soberanía verdadera y efectiva reside en otras fuerzas, a veces irresponsables y secretas. La democracia es un régimen sin rey, pero con muy numerosos reyes, a veces más exclusivos, más tiránicos y más ruinosos que un solo rey que fuese un tirano.” [Mussolini, 1933: 25].

No obstante su posición, el fascismo no abandona totalmente el termino democracia, porque considera que el pueblo debe participar en la tarea política [Calderón Bouchet, 1985: 286]:

“El fascismo [...] es la forma más pura de la democracia. Por lo menos, si el pueblo es concebido, como debe serlo, en su aspecto cualitativo y no cuantitativo, [...].” [Mussolini, 1933: 13].

Ausiliarie di un Corso. La possibilità di concorrere allo sforzo bellico e alla resistenza contro l'invasione fu vissuta
dalle donne come un'ulteriore gradino della emancipazione sociale della donna da sempre promossa dal fascismo
http://www.italia-rsi.org/zzz/voltidellarsi/voltinellarsi.htm
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Critica fascista del socialismo pseudo científico, marxista y del Anarquismo. El fascismo niega dos principios que constituyen la base del socialismo seudo científico o marxista: el materialismo histórico y la lucha de clases [Mussolini, 1933: 23-25]:

“Visto desde este ángulo, el estatismo fascista es otra alternativa en la solución de la lucha de clases. Marx, en nombre del mesianismo de la clase proletaria, le confía la dictadura con una misión de redención. Mussolini quita a las clases su autonomía, no quiere conocer por su parte más que el ejercicio de funciones diferenciadas dentro de una comunidad única que está en las dimensiones de la nación.
«El principio esencial de la doctrina fascista —escribirá en el artículo Fascismo, que redactará él mismo para la Enciclopedia italiana— es la concepción del Estado, de su esencia, de su papel, de sus fines. Para el fascismo, el Estado es el absoluto ante el cual los individuos y los grupos no son más que lo relativo. Individuos y grupos no son concebibles más que dentro del Estado.” [Ploncard  D'assac, 1980: 132].

En relación al anarquismo y al socialismo, vease el texto de Mussolini, 1984: 207-208 citado por nosotros en El concepto de Fascismo en el contexto de la separación de Estado y Sociedad [Corrientes, 2011].

 
Bibliografía

Arvon, Henri 1971:
El Anarquismo.
Buenos Aires, ed. Paidos, trad. cast. de MaríaTeresa Cevasco, 1971.

Bianchi, Alberto B. 1996:
Panorama actual de la responsabilidad del Estado en el derecho comparado.
en La Ley, T.1996-A, Sec. Doctrina, pp.922-953

Calderón Bouchet, Rubén 1985:
Nacionalismo y Revolución.
Buenos Aires, ed. Librería Huemul, 1985

Ferrero, Haroldo H. A. 1941:
El Partido Nacional Fascista.
Universidad de Buenos Aires.
Facultad de Derecho y ciencias Sociales.
Investigaciones del Seminario de Ciencias Jurídicas y Sociales XXXV.
Régimen y Organización de los Partidos Políticos.
Buenos Aires, ed. Sección Publicaciones del Seminario de Ciencias Sociales y Jurídicas, 1941.

Llerena Amadeo, J. F. y Ventura, E. 1984:
El Orden Político.
Buenos Aires, ed. AZ, 1984.

Manoilesco, Mihail 1938:
El partido Único.
Zaragoza, ed. Heraldo de Aragón, trad. cast. de Luis Jordana de Pozas, 1939.

Molnar, Thomas 1975:
La Contrarrevolución.
Madrid, ed. Unión, trad. cast. de Benito Herrero, 1975.

Mussolini, Benito 1984:
El espíritu de la revolución fascista.
Buenos Aires, ed. Temas Contemporáneos, 1984.

Mussolini, Benito 1933:
El fascismo.
Buenos Aires, ed. Tor, trad. cast. de Gregorio Garcia Manchon, 1933.

Ploncard D'assac, Jacques 1980:
Doctrinas del Nacionalismo.
Buenos Aires, ed. Acervo, trad. cast de Carlos González Castresana, 1980.

Schapiro, Leonard 1981:
El Totalitarismo.
México, ed. Fondo de Cultura Económica, trad. cast. de Eduardo L. Suárez, 1981.

[1] Cf. Mussolini, 1984: 205.

[2] “Desde un punto de vista doctrinario general, para el fascismo el Estado coincide con la Nación; destruido el tradicional concepto de los entes políticos de dispar significación, no ha quedado para el fascismo sino una cosa apreciable: la totalidad. En ella, la Nación es la colectividad, y el Estado, también colectividad, lo es en su ordenamiento jurídico. “La totalidad” tiene, pues, dos aspectos. Vale decir: Nación y Estado son inmanentes de la “totalidad”, pero de ningún modo cosas distintas.” [Ferrero, 1941: 190-191].

[3] “Para nosotros los fascistas, el pueblo no es una abstracción política, sino una realidad viva y concreta.” [Mussolini, 1984: 205]

[4] Cf. Schapiro, 1981. En relación a los alcances del totalitarismo fascista escribe Calderón Bouchet:

“El Estado es totalitario. El termino ingresa por primera vez al vocabulario político de la época, pero en el ánimo de sus gestores no tuvo el sentido peyorativo adquirido más tarde en el de sus detractores. No se trataba de confirmar un proceso estatolátrico, convirtiendo al Estado en única y definitiva organización social. El Estado fascista no desconoció la existencia de comunidades intermedias, incluso las fomentó, pero trató de hacerlas concurrir sinérgicamente en la empresa nacional. El totalitarismo con su pretensión titánica de cambiar la naturaleza humana es producto del marxismo, no del fascismo.” [Calderón Bouchet, 1985: 302].

[5] “Frente a las doctrinas liberales, el fascismo está en un estado de oposición absoluta, así como en el dominio político y económico.” [Mussolini, 1933: 27].

[6] Cf. Mussolini, 1933: 32-33.

[7]“durante los años del régimen demoliberal, las masas obreras que miraban al Estado con desconfianza, estaban fuera del Estado, estaban contra él y lo consideraban como un enemigo de todos los días y de todas las horas [Mussolini, 1933: 13].

mayo 24, 2017

El concepto de Fascismo en el contexto de la separación de Estado y Sociedad

Notas sobre Estado y Sociedad / 5
El Fascismo / 2

Andrés Salvador

Por tanto, se puede prever una Europa fascista, una Europa que se inspire, en sus instituciones de las doctrinas, de la practica del fascismo, es decir una Europa que resuelva en un sentido fascista el problema del Estado moderno, del Estado del siglo XX, muy diferente de los Estados que existían en 1789 o que se formaron en seguida.

    - Benito Mussolini, El fascismo, ed. Tor, Buenos Aires, 1933, trad. cast. de Gregorio Garcia  Manchon, p. 40.


1934 . XII  SI
Xanti Schawinsky, 1934
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En este trabajo consideramos el concepto de Fascismo en el contexto de la separación de Estado y Sociedad,  en el marco del estudio de los conceptos de Estado y Sociedad que iniciamos en El estado y las Categorías Políticas Preestatales [ITGD, Corrientes, 2001], La separación entre el Estado y la Sociedad y el desdoblamiento entre lo Publico y lo Privado [ITGD, Corrientes, 2001],  Socialismo y Anarquismo [ITGD, Corrientes, 2001], y Variedad de interpretaciones del concepto de Fascismo y observación critica de las mismas [Corrientes, 2011].

Sentido estricto y analógico del temino Fascismo. Explica Félix Adolfo Lamas que en sentido estricto el termino Fascismo designa al “movimiento político italiano surgido con posterioridad a la Primera Gran Guerra y que fuera acaudillado por D. Benito Mussolini” [Lamas, 1985: 161], pero que:

 “por una cierta extensión del lenguaje, fundada en algunas analogías, puede llamarse también ‘Fascismos’, en forma genérica, a todos aquellos movimientos nacionalistas que, como reacción contra el demoliberalcapitalismo y el socialismo, intentaron una revolución o transformación social de inspiración orgánica, como una alternativa frente a la disolución social y espiritual del orbe europeo” [Lamas, 1985: 161].

Notas comunes en los movimientos Fascistas. Lamas señala cuatro notas comunes en los movimientos “fascistas”:

1. El nacionalismo;

2. La defensa de ciertos valores universales propios del mundo occidental;

3. El pretender oponerse tanto al régimen social liberal, democrático y capitalista cuanto al socialismo y al anarquismo, en cualquiera de sus variantes; y

4. La incorporación de una actitud heroica y poética de la vida política [Lamas, 1985: 161-162].


Partei
Arno Breker, 1942

Berlin, Neue Reichskanzlei, Statue "Partei".  ADN-Zentralbild / Archiv Die neue Reichskanzlei in Berlin UBz: einen Blick in den Ehrenhof mit der Plastik "Partei" von Prof. Arno Breker. Aufnahme 1942, 36481-42. Deutsches Bundesarchiv (German Federal Archive), Bild 183-H27141

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El Fascismo como respuesta teórica en el contexto de la separación de Estado y Sociedad. Consideramos que precisamente es su oposición tanto al régimen social liberal, democrático y capitalista cuanto al socialismo[1] y al anarquismo la nota que nos permite localizar al fascismo en el contexto de las respuestas teóricas a la separación de Estado y Sociedad que se opera en Europa  en el siglo XVIII[2].

Estas respuestas históricamente son tres:

  1. La primera acepta la separación y la pretende conservar como modo de asegurar las libertades civiles y políticas ante el poder del Estado, y halla su expresión en el pensamiento Liberal [Cf.La separación entre el Estado y la Sociedad y el desdoblamiento entre lo Publico y lo Privado (ITGD, Corrientes, 2001)].

  1. La segunda advierte el carácter ficticio de la igualdad política que resulta del orden liberal y reclama una igualdad material, para ello entiende que es preciso disolver al Estado, de modo inmediato el Anarquismo, de modo mediato el Socialismo sea por vía reformista o revolucionaria [Cf.Socialismo y Anarquismo (ITGD, Corrientes, 2001)]

  1. La tercera tiende a reunir el Estado y la Sociedad, rechazando la separación. La idea de reunir los dos términos se advierte en el pensamiento contrarevolucionario[3] comprensivo de los llamados Fascismos, y que aquí examinamos.
 
Sinonimia conceptual de la sociedad o comunidad con el Estado

A propósito de la identificación en sinonimia conceptual de la sociedad o comunidad con el Estado, escribe Vicente Gonzalo Massot:
“El vocablo Estado no es unívoco en la medida que admite dos interpretaciones legítimas. Cuando se habla del Estado como comunidad organizada se afirma algo que viene sobreentendido, es decir, se incurre en una verdadera tautología, ya que en caso de estar huérfana de organización, la comunidad carecería de sentido. En cambio, cuando se habla del Estado como estructura natural donde se consuma la sociabilidad del hombre -esto y no otra cosa es la absolutidad del Estado- y del cual se vale la Nación para cumplir su destino, se hace referencia al Estado como órgano de mando. En el análisis del tema se ha pasado por alto, no sin una buena dosis de infatuación intelectual, que, para buena parte del pensamiento clásico, la diferencia entre Estado y sociedad no existía. La distinción excluyente entre lo público y lo privado, o, si se prefiere, entre el Estado y la sociedad, teniendo en cuenta que de aquél se derivan determinadas libertades políticas y de ésta libertades civiles y naturales, no existía en la antigüedad" [Gonzalo Massot, 1986: 124].
Y agrega Gonzalo Massot:

"Mussolini no decía nada nuevo al afirmar, en pugna con el liberalismo, que: o se metía de lleno al pueblo en la ciudadela del Estado, o el pueblo, manteniéndose fuera de sus muros, terminaría por asaltarlo. Aristóteles, veinticinco siglos antes, había precisado que, salvo los animales o los dioses, no había posibilidad ninguna de que los seres humanos viviesen fuera del Estado . No traemos a colación la palabra del Estagirita para sentar una absurda identidad ideológica; sí, en cambio, con la intención de demostrar que mucho antes de Mussolini la sociedad o comunidad se identificaba en sinonimia conceptual con el Estado. Sólo un prejuicio extendido y largamente cultivado ha podido tergiversar el verdadero sentido del Estado fascista, sobre cuya concepción teórica y sobre cuyos logros históricos podrá disentirse a condición de ser rigurosos en la distinción antes apuntada” [Gonzalo Massot, 1986: 124-125].


Gandhi in Rome, where he met with Mussolini on his way home from London's Conference,
December 12, 1931
http://it.wikipedia.org/wiki/File:Gandhi_Rome.jpg
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"El encuentro del filosófo de la no violencia con el apóstol de la energía nacional sale en los periódicos y Romain Rolland no deja de sorprenderse. Algunos días más tarde, recibe una carta de Gandhi: <<Mussolini es un enigma para mí. Muchas de sus reformas me atraen. Parece haber hecho mucho por la clase campesina. A decir verdad, el guante de hierro está ahí. Pero como la fuerza (la violencia) está en la base de la sociedad de Occidente, las reformas de Mussolini son dignas de un estudio imparcial.>>"   [De Saint Bris - Fédorovski, 1995: 232-233, en nota se remite a Cahiers Romain Rolland, Albin Michel, 1948-1992 (nota 3 p. 233 y nota 1 p. 232)].


Es decir en palabras de Jorge Xifra Heras: 

“La ideología totalitaria confunde los conceptos de Estado y de Sociedad desde el momento en que todas las actividades sociales que los otros regímenes dejan libres de la intervención política (Economía, cultura, religión, familia, etc.), aparecen organizadas y fiscalizadas por el Estado, que suprime radicalmente toda distinción entre lo público y lo privado. “La esfera libre, lo social, lo que no es Estado, se hace Estado”. De ahí que se hable de Estado “total” o totalitario” [Xifra Heras, 1954: 140].
Señalando que Carl Schmitt: 
“considera el Estado totalitario como la última fase del proceso que termina con la identificación del Estado y la Sociedad” [Xifra Heras, 1954: 141].

La critica Fascista al anarquismo y al socialismo en este contexto. Es desde esta perspectiva que se comprende, por ejemplo, la crítica que Benito Mussolini hace al anarquismo y al socialismo y que se encuentra en El espíritu de la Revolución Fascista [texto tomado por el recopilador G. S. Spinetti de Estado, Anti-Estado y Fascismo, en Gerarchia, 25 de junio de 1922]:

“El Fascismo quiere el Estado. No cree en la posibilidad de una convivencia social que no esté encuadrada en el Estado. Solo los anarquistas - más optimistas aún que Juan Jacobo Rousseau - piensan que la sociedad humana tan torva, tan opaca, tan egoísta, pueda vivir en estado de absoluta libertad. El advenimiento de una era en la cual, sin normas y sin límites, los hombres se ‘asocien libremente en una comunidad libre’, según la formula anarquista, debe ser relegado al limbo de las utopías mas futuristas. Somos, pues, antianárquicos, porque no creemos en una posibilidad de convivencia humana que no se manifieste en un Estado. Tampoco nos seduce, sino que rechazamos, la tesis socialista de un Estado entendido como simple Comité gestor de negocios de la clase dirigente, destinado a transformarse, con la desaparición de la propiedad y la nación, en un Comité administrativo de cosas, en una enorme teneduría de libros colectiva. Todo esto es no solo falso, sino absurdo. Administración de cosas es una frase sin sentido, aun  cuando quiera significar la negación del Estado. En realidad, quien administra, gobierna, y quien gobierna es Estado con todas sus consecuencias. El ejemplo ruso prueba claramente que la administración de cosas obliga a la creación de un Estado, incluso de un superEstado, que, a las viejas funciones estatales - guerra y paz, policía, justicia, percepción de tributos, enseñanza -, añade funciones de tipo económico. El Fascismo no niega el Estado; afirma que una sociedad civilizada, nacional o imperial, solo es concebible bajo forma de Estado; no va, pues, contra la idea de Estado, sino que se reserva libertad de actitud ante ese Estado concreto que es el Estado Italiano. Está en su derecho, y en su deber. Se trata ahora de examinar que relaciones existen entre el Estado de hecho, que es el Estado de hoy, y el Estado en potencia y en devenir que es el Fascismo.” [Mussolini, 1984: 207-208].

Algunos movimientos Fascistas.Teniendo presente la identificación que el fascismo intenta entre Estado y Sociedad, podemos entonces decir con Lamas que:

 “Desde una perspectiva amplia [...] pueden adscribirse al gran movimiento fascista: la Guardia de Hierro Rumana, capitaneada por Codreanu; el Nacional Socialismo Alemán; el Rexismo Belga, cuyo líder fuera León Degrel[l]; la Falange Española, con José Antonio Primo de Rivera como fundador y capitán (e incluso, parcialmente, el Movimiento aglutinado por Francisco Franco Bahamonde, por lo menos en sus primeras etapas); el Movimiento Portugués liderado por Oliveira Salazar, etcétera, etcétera” [Lamas, 1985: 161][5].


José Antonio Primo de Rivera
 Madrid, 24 de abril de 1903 – Alicante, 20 de noviembre de 1936
http://poesiaquepromete.blogspot.es/1242749640/vida-y-voz-de-los-mejores-muertos/
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Es oportuno observar aquí que en el Nacionalsocialismo el término Sociedad se identifica no con la Nación como en el Fascismo Italiano sino con el Pueblo [Volk] como Comunidad  [=Gemeinschaft]  es decir como Comunidad del Pueblo [Bonnard, 1950: 70 y 33-34] o Comunidad popular [Locchi, 1991: 37] [=Volksgemeinschaft] por ello se denomina a veces al Estado Nacionalsocialista, Estado popular  [=Völkischer-Staat] [Bonnard, 1950: 71].


Bibliografia
 
Arvon, Henri   1971:   
El Anarquismo.
Buenos Aires, ed. Paidos, trad. cast. de María Teresa Cevasco, 1971.

Bonnard, Roger   1950:  
El derecho y el Estado en la Doctrina Nacional-Socialista.
Barcelona, ed. Bosch, trad. cast. de José Maria Pi Suñer, 1950.

Codreanu, Cornelio Zelea   2003:  
Guardia de Hierro – El Fascismo Rumano.
Barcelona, ed. Ojeda, 2003.

Codreanu, Cornelio Zelea   1984:  
Manual del Jefe.
Barcelona, ed. Nothung, trad. cast. de Manuel de la Isla, 1984.

Codreanu, Cornelio Zelea   1974:   
Diario de la Carcel.
Buenos Aires, ed. Cruz y Fierro, 1974

Degrelle, Leon   1994:   
Hitler para 1000 años.
Barcelona, ed. Nothung, 1994.

Degrelle, Leon   1986:   
León Degrelle, firma y rubrica.
Madrid, ed. Dyrsa, trad. cast. de José Ignacio San Martín, 1986.

Degrelle, Leon   1978:   
Almas ardiendo.
Madrid, ed. Fuerza Nueva, trad. cast. de Gregorio Marañon, 1978.

Farias Garcia, Pedro   1977:   
El pensamiento fundamental de José Antonio.
Barcelona, ed. Acervo, 1977.

De Saint Bris, Gonzague - Fédorovski, Vladimir   1995:
Las Musas Rusas.
Barcelona, ed. Peniinsula, trad. cast. de Ana Poljak, 1995.

Felice, Renzo De   1979:  
Entrevista sobre el fascismo con Michael A. Ledeen.
Buenos Aires, ed. Sudamericana, trad. cast. de Ada Korn, 1979.

Gonzalo Massot, Vicente   1986:    
José Antonio - Un estilo español de pensamiento.
Buenos Aires, ed. Librería Huemul, 1986.
  
Hedilla, Manuel   1977:    
Testimonio de Manuel Hedilla.
Barcelona, ed. Acervo, 1977.

Hitler, Adolf   1983:    
Mi lucha.
Buenos Aires, ed. Temas Contemporáneos, Traducción española autorizada por la Editora Central del Partido Nacionalsocialista, 1983.

Lamas, Félix Adolfo 1985:
Ensayo sobre el Orden Social.
en Revista Moenia, Año VI. Setiembre-Diciembre 1985 - Nros. XXII-XXIII.


Molnar, Thomas   1975:    
La Contrarrevolución.
Madrid, ed. Unión, trad. cast. de Benito Herrero, 1975.
 
Mussolini, Benito   1984:     
El espíritu de la Revolución Fascista.
Buenos Aires, ed. Temas Contemporáneos, 1984.

Primo de Rivera, José Antonio   1974:   
Obras de  José Antonio Primo de Rivera.
Edición cronológica - Recopilación de Agustín del Río Cisneros. Delegación Nacional de la Sección Femenina del Movimiento
Madrid, ed. Almena, 1974.

Xifra Heras, Jorge   1954:
Introducción al estudio de las modernas tendencias políticas.
Barcelona, ed. Bosch,  1954.


[1] Esta nota debería ser matizada ya que el Fascismo recusa solo el socialismo materialista y fundado en la lucha de clases.

[2] Sobre esto véase <Estado y Sociedad > en Arvon, 1971: 15-20.

[3] Además de los libros citados de Rubén Calderón Bouchet en El Fascismo / 1, sobre este punto remitimos al libro de Thomas Molnar, La Contrarrevolución [1975].

[4] En nota se remite a Aristóteles, Política 1253 a 28: “El hombre incapaz de entrar en sociedad, o que no necesita de ella… debe ser un animal salvaje o un dios…” [Gonzalo Massot, 1986: 125 nota 7].

[5] En castellano se disponen de traducciones de las principales obras de estos lideres, véanse por ejemplo de: Cornelio Zelea Codreanu, Diario de la Carcel [1974], Manual del Jefe [1984] y Guardia de Hierro [2003]; Adolf Hitler, Mi lucha [1983]; León Degrelle, Almas ardiendo [1978], León Degrelle, firma y rubrica [1986] y  Hitler para 1000 años [1994]; José Antonio Primo de Rivera, Obras de  José Antonio Primo de Rivera [1974].

En relación a la reserva hecha por Lamas sobre el carácter fascista del Movimiento liderado por Franco, recordemos que el segundo [después de José Antonio] y ultimo Jefe Nacional de Falange Española de las J. O. N. S., Manuel Hedilla, no estuvo de acuerdo con la Unificación [con Requetés] y por eso fué encarcelado, juzgado y condenado a muerte, pena que le fué conmutada por cadena perpetua, es decir que hubo una Falange distinta de lo que después fue Falange Española Tradicionalista y de la J. O. N. S. y mas tarde el Movimiento, sobre esto véase de Manuel Hedilla, Testimonio de Manuel Hedilla [1977]. El propio José Antonio escribía a Giménez Caballero el 12 de julio de 1936:

 “sin la Falange, no se podría hacer nada en este momento como no fuese un ciempiés sin salida. Una de las cosas terribles sería la Dictadura nacional republicana. Otra experiencia falsa que temo es la de la implantación, por vía violenta, de un falso fascismo conservador” [Farias Garcia, 1977: 10].

Felice entiende que en el caso de Codreanu “es difícil [...] hablar de fascismo” y “[m]ás valdría hablar de populismo” [Felice, 1979: 103].