Una nota sobre la relación entre la belleza y la divinidad entre los griegos
Andrés Salvador
A Patricia Andrea Ayala
... he descubierto que cuando veo a una mujer guapa ... dentro de mi ...
se desencadena una gran emoción ... como si viera a Dios en persona ...
Milo Manara
1. Introducción
El propósito de este trabajo es el de examinar la relación entre la belleza y lo divino en los griegos, con el fin de contribuir a la comprensión del contexto teórico del juicio llevado adelante por el tribunal de los heliastas contra una cortesana llamada Friné, en un episodio frecuentemente recordado por la literatura dedicada al estudio de la cultura clásica o a alguno de sus aspectos.
2. Antecedentes
La relación de la belleza y la divinidad en la cultura occidental. Cuando hoy se llama a una mujer bella “Diosa” , no se hace sino seguir una idea que hunde sus raíces en la antigüedad de la cultura Occidental, que asocia la belleza a la divinidad.
3. Desarrollo
La belleza de Friné. Esta celebre cortesana griega, nació en Tespia [Beocia] en el siglo IV a. de J. C., su verdadero nombre era el de Mnesarete, que cambio después por el de Friné [sapo] a causa de su palidez (Espasa-Calpe, 1924), si bien el sapo parece haber simbolizado en ella la lujuria (Chevalier-Gheerbrant, 1999: 911). De humilde origen, parece que al principio se ganaba la vida guardando cabras, pero después se trasladó a Atenas donde adquirió una cuantiosa fortuna, gracias a su singular belleza (Espasa-Calpe, 1924). El poeta Pierre Louÿs, quien hiciera un profundo estudio de la antigüedad y de la literatura griega (Walch, 1919: 44), en su libro Las Canciones de Bilitis, cuenta que Friné:
“al revés que otras cortesanas griegas que salían vestidas con túnicas transparentes a través de las cuales se dibujaban hasta los menores detalles de sus cuerpos, [...] tenia la costumbre de ocultar incluso sus cabellos en una de esas elegantes vestiduras plegadas cuya gracia nos han transmitido las deliciosas tanagras. Nadie, a no ser sus amantes, habían contemplado sus brazos ni sus hombros y jamás se la veía en la piscina de los baños públicos. Pero un día ocurrió una cosa extraordinaria: Era el día de las fiestas de Eleusis. Veinte mil personas llegadas de todas partes de Grecia se habían reunido en la playa, cuando Friné, avanzo hacia las olas y, apenas las tocaron sus pies, se despojo de su manto, desato su cinturón, se arranco la túnica y <<desanudando sus maravillosos cabellos entró al mar.>>” (Louÿs, s.f.: XVIII-XIX) .
Entre los que la contemplaban estaba Praxiteles, el escultor con el que el arte griego llega a su cenit, quien, después de haber visto a aquella diosa viva, se inspira en ella para esculpir La Venus del Amor (Louÿs, s.f.: XIX; Burckhardt, 1971: 130-131) ; esta obra quedo expuesta en el templo de Cnido [de allí que sea conocida como La Venus de Cnido] y miles de peregrinos de toda Grecia fueron a verla. Escribía al respecto Luciano:
“Es en verdad la imagen viva del amor [...]; ningún vestido la cubre, esta desnuda y ofrece todos sus encantos; solo con una mano oculta furtivamente su pudor” (Serra y Parramón, 1983: 18).
Escribe Susan Griffin que:
“Pese a que el original de su Afrodita de Cnido no llegó hasta nuestros días, por sus replicas apreciamos que era tan deslumbrante que estableció lo que sería la forma clásica del desnudo de mujer, especialmente el de Venus, durante muchos siglos.” (Griffin, 2003: 194).
Señalemos que también, en aquella oportunidad, estaba el pintor Apeles, que adivino en ella las formas de su Anadiómene (Louÿs, s.f.: XIX; Espasa-Calpe, 1924).
En un templo de Tespia, al lado de una Afrodita de Praxiteles había una estatua de Friné del mismo artista (Espasa-Calpe, 1924). Se cuenta de Friné que:
“Ella se hizo tan rica que, después de que los macedonios destruyeran la ciudad de Tebas, ofreció pagar la reconstrucción de ésta con la condición de que tuviera esta inscripción: <<Alejandro las destruyó pero Friné, la hetaira, las levantó de nuevo.>>” (Griffin, 2003: 239); proposición que no fue aceptada (Espasa-Calpe, 1924).
El juicio de Friné. En su libro Los Bajos Fondos de la Antigüedad, Catherine Salles nos cuenta que Friné:
“amenazada de ser condenada a muerte por una acusación de impiedad, es salvada por su abogado, el orador Hypérides, quien tiene la idea de desnudar el cuerpo de su cliente ante el tribunal. Los heliastas indultan a Friné porque la belleza de la joven los ha conmovido; pero también los mueve el temor supersticioso de destruir a esta sacerdotisa de Afrodita cuyo cuerpo espléndido muestra con tanta claridad el sello de la divinidad.” (Salles, 1983: 38).
La acusación de impiedad [asebia] (Espasa-Calpe, 1924), era particularmente grave; Griffin presenta el episodio en los siguientes términos:
“Friné, que no solo era cortesana sino sacerdotisa de Afrodita, fue acusada de sacrilegio. Se decía que había inventado un dios, un acto de imaginación absolutamente prohibido para los mortales [...] Ni la acusada ni su defensor podían argumentar contra de los hechos simples de la acusación: Friné en verdad había creado un nuevo dios. Todo lo que le quedaba a Hipérides era reclamar el derecho legítimo de aquella a hacerlo. Su argumento era que, como sacerdotisa, Friné había servido para canalizar los deseos de Afrodita. La diosa misma, razonaba, expresaba su voluntad a través de Friné. Pero ese argumento no logró impresionar al tribunal [...] Habiendo sido educado en una cultura religiosa, Hipérides sabía que para salvar a su defendida tenía que presentar una revelación ante el tribunal, para lo que pidió a Frine que se quitara ante éste la delgada túnica que llevaba puesta. La estrategia funcionó. De acuerdo con los informes que llegaron hasta nosotros a través de los siglos, pasmados por lo que vieron, los miembros del tribunal declararon rápidamente que la presencia de Afrodita era la única explicación posible para tanta belleza.” (Griffin, 2003: 190-191).
Según Louÿs, no es verdad que Hypérides tuviese necesidad de mostrarla desnuda para doblegar al Areópago, aunque su crimen había sido muy grande, pues había asesinado. Le bastó con suplicar a los jueces <<que no condenasen a muerte a la sacerdotisa, a la inspirada por Afrodita.>> (Louÿs, s.f.: XVIII).
Relación entre la belleza y lo divino en los griegos. Si bien en el razonamiento de los heliastas se advierte la convicción de que la actividad de las prostitutas pertenece al dominio sagrado de Afrodita, debe llamarse la atención sobre la impresión que en ellos produce su belleza, considerada expresión de la divinidad, en punto a la decisión que toman (Salles, 1983: 38). Por ello, para comprender la actitud del tribunal es apropiado atender a la explicación que hace W.K.C. Guthrie, sobre el sentido en que era empleada por los griegos la palabra que traducimos por dios, theos:
“Cuando tratamos de comprender las opiniones religiosas de Platón, nosotros, como estudiantes de religión o de filosofía, damos importancia a la cuestión de si era politeísta o monoteísta, palabras estas dos formadas , ciertamente, con raíces griegas, pero en los tiempos modernos y para expresar una distinción moderna, no griega. Comparamos las palabras de Platón (casi siempre valiéndonos de traducciones ) con la de los teólogos cristianos, hindúes u otros. Pero quizá es aun mas importante tener en cuenta su idioma nativo, recordando una aguda observación del erudito alemán Wilamowitz, según la cual theos, la palabra griega que tenemos presente cuando hablamos del dios de Platón, tiene primordialmente un valor predicativo. Es decir, que los griegos no afirmaban primero, como hacen los cristianos o los judíos, la existencia de Dios, y procedían después a enumerar sus atributos, diciendo “Dios es bueno”, “Dios es amor” y así sucesivamente. Mas bien se sentían impresionados o atemorizados por las cosas de la vida y de la naturaleza notables por su capacidad de producir placer o miedo, y decían: “Esto es un dios”, o “aquello es un dios”. Los cristianos dicen: “Dios es amor”; y los griegos: “El amor es theos”, o sea, “es un dios”. Como lo ha explicado otro escritor [Guthrie cita aquí a G.M.A. Grube, Plato's Thought. Methuen, 1935, p.150]: “Al decir que el amor, o la victoria, es dios, o para ser mas exacto, un dios, querían decir primero y ante todo que son cosas mas que humanas, no sujetas a la muerte, eternas... todo poder, toda fuerza que vemos actuar en el mundo, que no nace con nosotros y que perdurar después que nosotros hallamos muerto, podía ser llamada un dios, y la mayor parte lo fueron ”.” (Guthrie, 1992: 15-16).
Recuerda Walter F. Otto, que en los poemas homérico, lo divino no tiene superioridad sobre los hechos naturales como un poder soberano: se manifiesta en las formas de lo natural, como su esencia y ser (Otto, 1973: 4). De este modo, Afrodita, es la pura belleza y gracia femenina, rodeada del húmedo brillo del placer, eternamente nueva, libre y bienaventurada tal como nació del inmenso ponto. Las artes plásticas han rivalizado en plasmar esta imagen del amor personificado (Otto, 1973: 80) .
En el episodio que examinamos, se hace evidente que la belleza de Friné era Afrodita y por ello su figura, la mas apropiada para representar a la diosa, atemoriza a los heliastas. Dice Otto, que el espíritu griego puede ver los objetos de la experiencia viva en una forma tal que muestra los contornos de lo divino sin perder su realidad natural (Otto, 1973: 4) .
La conciencia de la finitud y precariedad de toda vida humana y el valor sacramental de la belleza del cuerpo entre los griegos. También debemos atender al hecho de que como explica Mircea Eliade, el hombre griego tenia conciencia de las limitaciones impuestas por ser convenientes a su condición existencial y de la fragilidad de la existencia, de la precariedad de la condición humana, ahora, lejos de inhibir las fuerzas creadoras del genio religioso griego, esta visión trágica condujo a una revalorización paradójica de la condición humana. Puesto que los dioses , dice Eliade, le han obligado a no traspasar sus propios limites, el hombre ha terminado por realizar la perfección y, en consecuencia la sacralidad de la condición humana. Dicho de otro modo: el hombre ha redescubierto y llevado a su culminación el <<gozo de vivir>>, el valor sacramental de la experiencia erótica y de la belleza del cuerpo humano, la función religiosa de toda clase de alegría organizada colectivamente (Eliade, 1978: 275-278, particularmente 278).
El sentido religioso de la perfección del cuerpo humano y el canon artístico. Por ultimo interesa recordar que, según Eliade, el sentido religioso de la perfección del cuerpo humano - la belleza física, la armonía de los movimientos, la calma, la serenidad - inspiró el canon artístico. El antropomorfismo de los dioses griegos recupera su significación religiosa en la estatuaria divina. Paradójicamente, dice Eliade, una religión que proclama la distancia irreductible entre le mundo divino y el de los hombres, hace de la perfección del cuerpo humano la representación mas adecuada de los dioses (Eliade, 1978: 278). Entiende Otto, que la figura humana con que se presentan los dioses, anuncia una naturaleza divina que se perfecciona en el espíritu, y por eso la deidad ha de representarse en la mas noble de todas las formas naturales: la humana (Otto, 1973: 140) .
4. Conclusiones
Podemos concluir que:
1. En la absolución de Friné por los heliastas, interviene la idea que su belleza es divina, ya que denotaba la presencia de Afrodita.
2. La conciencia de las limitaciones impuestas a su condición existencial y la fragilidad de la existencia, de la precariedad de la condición humana condujo a una revalorización paradójica de la condición humana, que lleva al hombre ha redescubrir y llevar a su culminación el <<gozo de vivir>>, el valor sacramental de la experiencia erótica y de la belleza del cuerpo humano.
3. El sentido religioso de la perfección del cuerpo humano - la belleza física, la armonía de los movimientos, la calma, la serenidad - inspiró el canon artístico, paradójicamente, pese a la distancia irreductible entre el mundo divino y el de los hombres, la perfección del cuerpo humano es la representación mas adecuada de los dioses.
AAVV 1998:
El desnudo en el Museo del Prado.
Barcelona, ed. Galaxia Gutenberg - Círculo de Lectores, 1998.
Burckhardt, Jacob 1971:
Historia de la cultura griega. Volumen V.
Barcelona, ed. Iberia, trad. cast. de Germán J. Fons, 1971.
Chevalier, Jean y Gheerbrant, Alain 1999:
Diccionario de símbolos.
Barcelona, ed. Herder, trad. cast. de Manuel Silvar y Arturo Rodríguez, 1999.
Eliade, Mircea 1978:
Historia de las creencias y de las ideas religiosas. I. De la prehistoria a los
misterios de Eleusis.
Madrid, ed. Cristiandad, trad. cast. de J. Valiente Malla, 1978.
Espasa-Calpe 1924:
Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana.
Tomo XXIV. Friné, p. 1312
Madrid, ed. Espasa-Calpe, 1924.
Griffin, Susan 2003:
Las cortesanas.
Buenos Aires, ed. Vergara, trad. cast. de Jorge Fondebrider, 2003.
Guthrie W.K.C. 1992:
Los filósofos griegos de Tales a Aristóteles.
México, ed. Fondo de Cultura Económica, trad. cast. de Florentino M.
Torner,1992.
Louÿs Pierre s.f.:
Las canciones de Bilitis.
Madrid, ed. Librería Bergua, trad. cast. de Juan B. Bergua, s.f.
Otto, Walter F. 1973:
Los dioses de Grecia.
Buenos Aires, ed. EUDEBA, trad. cast. de Rodolfo Berge y Adolfo
Murguia Zuriarrain, 1973.
Salles, Catherine 1983:
Los bajos fondos de la antigüedad .
Buenos Aires, ed. Juan Granica, trad. cast. de Cesar Ayra, 1983.
Serra, F. y Parramón J.M. 1983:
El desnudo al óleo.
Barcelona, ed. Parramón, 1983.
Walch G. 1919:
Anthologie des poètes français contemporains.
Le Parnasse et les ëcoles postérieures au Parnasse (1866-1914).
Tome troisième.
París - Leyde, ed. Delagrave - A.W. Sij
Cf. Manara, Milo. El perfume invisible (2 de 2). Norma Editorial, S.A. Barcelona, Septiembre 1999. Colección Milo Manara nº3, p.17.