junio 15, 2018

Precisiones en torno a los conceptos de lo sagrado y lo profano

 PRECISIONES EN TORNO A LOS CONCEPTO DE
LO SAGRADO Y LO PROFANO
Elementos para el estudio de la religiosidad Pagana 5

Andrés Salvador

1.Introducción.

El propósito de este trabajo es el de formular algunas precisiones en torno a la distinción teórica entre lo sagrado y lo profano y sus limites en las sociedades tradicionales caracterizadas por la ubicuidad de lo sagrado .

2. Antecedentes.

Lo Sagrado y lo Profano. Lo sagrado y lo profano constituyen dos modalidades de estar en el mundo asumidas por el hombre a lo largo de su historia cuya relación dialéctica es un recurso de la metodología eliadiana que permite al investigador fenomenólogo de las religiones diferenciar los fenómenos religiosos de los demás (Blazer, 1988: 38). Para Eliade una primera definición que puede darse de lo sagrado es la de lo que se opone a lo profano, mostrándose como algo por completo diferente; proponiendo para denominar ese acto de manifestación de lo sagrado el termino hierofanía. El hombre de las sociedades arcaicas, tiende a vivir en lo sagrado en cuanto equivale a la potencia y a la realidad por excelencia, por lo que la oposición sacro-profano se traduce en una oposición entre real e irreal o pseudo-real (Eliade, 1992a: 18-21).

Sacralidad de los objetos del mundo exterior y de los actos humanos[1]. Para el hombre religioso, los objetos del mundo exterior, como los actos humanos propiamente dichos, no tienen valor intrínseco autónomo, sino que lo adquieren y llegan a ser reales, porque participan en una realidad que los trasciende (Eliade, 1985: 12). Así, la Naturaleza en cuanto es una creación divina se sacraliza, y al contemplarla, el hombre descubre que los dioses han manifestado en la propia estructura del mundo y de los fenómenos cósmicos las diferentes modalidades de lo sagrado y, por consiguiente del Ser (Eliade, 1992a: 101). En consecuencia, la totalidad de la naturaleza, puede ser entendida en términos de una hierofanía, es decir la manifestación de lo sagrado, de una realidad que no pertenece a nuestro mundo, en objetos que forman parte de nuestro mundo natural (Eliade, 1992a: 18-20).

Explica Mircea Eliade que en los niveles arcaicos de cultura, lo sagrado se manifiesta tanto en los objetos naturales (piedras, plantas, etc) como en los diversos sectores del cosmos (cielo, astros, aguas, etc.). La mayoría de las religiones arcaicas (“primitivas”) y orientales (Cercano Oriente antiguo, India, China, etc.) conocían, de una u otra manera, la veneración de lo sagrado manifestado directamente en la naturaleza. Pero esto no implica ni la “idolatría”, ni el “fetichismo”, ni el “naturismo”. La veneración de un árbol sagrado o de una piedra sagrada no quiere decir que se venera el árbol en sí mismo o la piedra en sí misma. Al contrario, son adorados justamente porque han cesado de ser “objetos naturales”, porque manifiestan algo distinto: lo sagrado (Eliade, 1992b: 46-47).

Por su parte, la significación y el valor de los actos humanos, están vinculados a su calidad de reproducción de un acto primordial (Eliade, 1985: 13).

La función magistral del mito, explica Eliade, es la de fijar los modelos ejemplares de todos los ritos y de todas las actividades humanas significativas: alimentación, sexualidad, trabajo, educación, etc. Al comportarse en cuanto ser humano plenamente responsable, el hombre imita los gestos ejemplares de los dioses, repite sus acciones, trátese de una simple función fisiológica como la alimentación, o de una actividad social, económica, cultural, militar, etc. (Eliade, 1992a: 87).

Concepto de símbolo. El símbolo puede entenderse como la participación de un objeto natural o de un acto humano en esa realidad que los trasciende y a la cual revela, y que constituye su modelo ejemplar o arquetipo (Eliade, 1985: 12-13; 1986: 126).

Escribe Alvaro Ramírez Arandigoyen que el pensamiento simbólico se basa en el principio de que el universo es portador de una doble faz: visibilia ac invisibilia. Las realidades visibles tienen su origen en una realidad invisible a la cual expresan. Dicha realidad invisible, en última instancia, no es otra cosa que la misma manifestación divina realizada en las criaturas. Rezaba el Libro de los Salmos: Los cielos narran la gloria de Dios (Liber Psalmorum XIX, 2) y San Buenaventura enseñaba que las criaturas de este mundo sensible significan las cosas invisibles de Dios (Itinerarium mentis ad Deum) [Arandigoyen, 1983: 44]. Es decir, la naturaleza se nos ofrece como un vasto símbolo que expresa una realidad inasequible en su conjunto y que proclama a cada momento la existencia de Dios (Espasa-Calpe, 1927: Signo Log.: 86).

Los símbolos y la transparencia del mundo. El mundo habla o se revela a si mismo a través de símbolos (Eliade, 1986: 128), por lo que para quien contempla a la naturaleza con esta visión, el mundo se presenta transparente porque percibe en todas sus manifestaciones el brillo de los eternos arquetipos (Burckhardt, 1976: 46). En los niveles arcaicos de cultura, el Mundo habla al hombre y, para comprender este lenguaje, basta conocer los mitos y descifrar los símbolos. El Mundo no se le presenta como una masa opaca de objetos amontonados arbitrariamente, inaprensibles y desprovistos de significación, sino que el Mundo se le revela como lenguaje, es decir que todo objeto cósmico tiene una historia y es capaz de hablar al hombre de su origen, esto es del acontecimiento primordial a consecuencia del cual ha venido al ser haciéndose real y significativo. El Mundo se hace así transparente, porque a través de los objetos de este Mundo, se perciben las huellas de los Seres y potencias del otro mundo (Eliade, 1991: 149-150).

Ian Watson, en su novela Empotrados [Ediciones Martínez Roca, S. A. Barcelona, 1983. Colección Súper Ficción 22. Trad. cast. de Ramón Ibero, p.79] presenta ese carácter del pensamiento simbólico en estos términos: “Para el brujo y los xemahoa, la sabiduría no es algo abstracto, sino algo codificado en pájaros y animales, y rocas y plantas de la selva, en las nubes y las estrellas que están por encima de la selva, en la actualidad concreta del mundo. En consecuencia, la descripción total de este conocimiento no es algo abstracto, sino un darse cuenta de esta realidad actual en ellos.”

3.Desarrollo.

Ubicuidad de lo sagrado y multiplicidad de los Centros del Mundo. Consecuencia de la inteligencia simbólica del mundo es el que dado que el Todo está en todas partes, cualquier lugar puede convertirse en asiento del poder (Campbell, 1992: 47), el Cosmos en su totalidad puede convertirse en una hierofanía (Eliade, 1992a: 20), idea esta que se advierte claramente en una historia referida por Campbell (1992: 157):

“Cierto asceta hindú que se echo a descansar cerca del sagrado Ganges, colocó los pies sobre un símbolo de Shiva (un “lingam”, una vulva y un falo combinados que simbolizan la unión del Dios con su Esposa). Un sacerdote que pasaba vio al hombre y le hizo este reproche: “¿Cómo te atreves a profanar este símbolo de Dios poniendo los pies sobre él?”, preguntó el sacerdote; el asceta replicó: “Buen señor, lo siento. ¿Me harías el favor de tomar mis pies y colocarlos donde no se halle el lingam sagrado?” El sacerdote tomó los tobillos del asceta y los movió hacia la derecha, pero tan pronto los hubo dejado en el suelo, un falo brotó de él y los pies quedaron como antes. Los movió de nuevo y otro falo los recibió. “Ah, ya veo”, dijo el sacerdote con humildad, hizo una reverencia al santo que descansaba y siguió su camino.”

De allí que, según Eliade, una de las notas especificas de las sociedades tradicionales es la de que un país entero, una ciudad, un santuario o aun un hombre pueden representar simultáneamente la imagen del universo [imago mundi] y el Centro del Mundo (Eliade, 1992a: 42-43); esta multiplicidad, o infinidad de Centros del Mundo (Eliade, 1992a: 55):

“... no causa ninguna dificultad al pensamiento religioso. Pues no se trata del espacio geométrico, sino de un espacio existencial y sagrado que presenta una estructura radicalmente distinta, que es susceptible de una infinidad de rupturas y, por tanto, de comunicaciones con lo trascendente.”

El limite de la distinción entre lo sagrado y lo profano. En un estudio sobre las relaciones entre lo jurídico y lo sagrado en el primitivo derecho romano, y al abordar el problema de la “laicización” del “ius”, Alfedo Di Pietro formula una observación que nos ayuda a precisar el limite de la distinción entre lo sagrado y lo profano en la antigüedad; señala este autor que el hombre romano distingue el ámbito de lo “sagrado” del “profano”, pero esto no significa, como podría ocurrir para determinada línea del pensamiento moderno, que dichos ámbitos funcionen como compartimentos estancos, que nada tienen que ver el uno con el otro, lo que se advierte si se examina el papel de los “ritos”. El romano - no obstante que por su propio origen etimológico la palabra ritus debió significar en un comienzo algo así como “formula religiosa que tiene fuerza de ley” - supo distinguir que no hay identidad absoluta entre los “ritos sagrado” o “religiosos” y los “ritos jurídicos”; mientras que los primeros establecen una relación directa del hombre, de la familia, de la gens, del populos con la divinidad respectiva, en los segundos la relación que se establece de uno o varios hombres respecto de otro u otros hombres. Así precisada la diferencia, ella señala el limite de la “laicización” (Di Pietro, 1980: 94):

“Los romanos, al igual que los otros pueblos de la antigüedad, entendieron que si bien lo “profano” hace a lo “humano”, lo que no existe es lo “puramente humano”, es decir, la inteligencia de algo que funcionara abstractamente omitiendo cualquier relación con el apoyo “cósmico-divino”.”

Como explica Eliade (1985: 32):

“... podría decirse que el mundo arcaico ignora las actividades <<profanas>>: toda acción dotada de un sentido preciso -caza, pesca, agricultura, fuegos, conflictos, sexualidad, etc.- participa de un modo u otro en lo sagrado. [...] solo son profanas aquellas actividades que no tienen significación mítica, es decir carecen de modelos ejemplares. Así puede decirse que toda actividad responsable y con una finalidad definida constituye para el mundo arcaico un ritual.

La opinión de Rene Guénon. En su comentario al libro de Eliade El Mito del Eterno Retorno [publicado originalmente en "Etudes Traditionnelles", diciembre de 1949], Guénon formula una reservas con las que coincidimos (Guénon, 1984: 10-11):

“... pero hay un extremo al que hemos de poner serias reservas: habla de "arquetipos de las actividades profanas", cuando precisamente, en tanto que una civilización guarda un carácter íntegramente tradicional, no hay actividades profanas: creemos comprender que lo que él denomina así, es lo que se ha vuelto profano a consecuencia de cierta degeneración, lo cual es bien diferente, pues entonces, y por ello mismo, ya no puede tratarse de "arquetipos", pues lo profano no es tal sino porque ya no está ligado a ningún principio trascendente; por lo demás, no hay verdaderamente nada de profano en los ejemplos que da (danzas rituales, consagración de un rey, medicina tradicional).”

4. Bibliografía.

Balzer, Carmen 1988:
Breve Historia de las Ideas Religiosas.
Buenos Aires, ed. Claridad, 1988.

Burckhardt, Titus 1976:
Alquimia.
Barcelona, ed. Plaza & Janes, trad. cast. de Ana Mª de la Fuente, 1976.

Campbell, Joseph 1992:
El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito.
Buenos Aires, ed. Fondo de Cultura Económica, trad. cast. de Luisa Josefina Hernández, 1992.

Di Pietro, Alfredo 1980:
Ius fasque est (estudio sobre las relaciones entre lo jurídico y lo sagrado en el primitivo derecho romano).
en Prudentia Iuris, Buenos Aires, Agosto 1980, I, pp.63-100.

Eliade, Mircea 1985:
El Mito del Eterno Retorno.
Barcelona, ed. Planeta-De Agostini, trad cast. de Ricardo Anaya, 1985.

Eliade, Mircea 1991:
Mito y Realidad.
Barcelona, ed. Labor, trad. cast. de Luis Gil, 1991.

Eliade, Mircea 1992a:
Lo Sagrado y lo Profano.
Barcelona, ed. Labor, trad. cast. de Luis Gil, 1992.

Eliade, Mircea 1992b:
Los mitos que se tornan ídolos.
Incluido en Sin Limites. Año 2 Nº 8 Febrero 1992, pp. 46-47.

Eliade, M. y Kitagawa, J. M. 1986:
Metodología de la Historia de las Religiones.
Barcelona, ed. Piados, trad. cast. de Saad Chedid y Eduardo Masullo, 1986.

Espasa-Calpe 1927:
Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Tomo LVI.
Madrid, Espasa-Calpe, 1927.

Guénon Rene 1984:
Formas tradicionales y ciclos cósmicos.
Barcelona, ed. Obelisco, 1984.
Edición digital disponible en http://www.euskalnet.net/graal

Ramírez Arandigoyen, A. 1983:
La Tradición y el Mundo Moderno.
Buenos Aires, ed. Fidelidad, 1986.


[1] Los siguiente puntos de estos antecedentes son reproducidos de nuestros trabajos anteriores: Notas sobre el pensamiento simbólico I [ITGD. Corrientes, 2002] y Notas sobre el pensamiento simbólico II [ITGD. Corrientes, 2002].

junio 01, 2018

Algunas precisiones sobre el termino Símbolo

 ALGUNAS PRECISIONES SOBRE EL TERMINO SÍMBOLO
Sus acepciones, naturaleza y formas
 Andrés Salvador


1. Introducción

Con el propósito de delimitar una plataforma teórica que nos permita abordar el estudio de la inteligencia antigua medieval del símbolo creemos apropiado formular previamente algunas precisiones sobre el termino examinándolo en sus acepciones, naturaleza y formas.

2. Antecedentes

Nos servimos en esta exposición de la entrada Símbolismo de la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana [Espasa-Calpe, S. A. Madrid,  1927. Tomo LVI, pp.  349-356] donde al tratar el Simbolismo Religioso [pp.353-356], se examina brevemente el termino Símbolo en su significación etimológica, acepciones, naturaleza y formas considerando posteriormente al simbolismo en general y en su sentido teológico. También se consultaron las entradas Signo [p.76-95] Simbolico,ca [p.349], y Símbolo [p.356-370].

3. Desarrollo

Acepciones de la palabra símbolo. Se señala en este articulo que la palabra símbolo admite dos acepciones:

1.       Acepción genérica e impropia: En esta la palabra símbolo es empleada como sinónimo de signo en toda su extensión [comprendiendo en consecuencia al signo natural y al signo lógico que examinaremos mas adelante].

2.       Acepción estricta: En esta vale tanto como decir signo convencional, arbitrario.

Lo que se entiende por signo. Esto hace necesario considerar previamente al termino signo. Se entiende por este, en general, aquello que representa otra cosa (aliud a se) á la facultad cognoscitiva [es decir la cosa que por su naturaleza o convencionalmente evoca en el entendimiento la idea de otra cosa (Espasa-Calpe, 1927: Signo: 76). Es por tanto algo intermedio entre lo significado y la potencia que conoce, y según sea su relación con el primero, así será mayor o menor su valor manifestativo con respecto a la segunda, será en mayor o menor grado signo [Los signos se proponen evocar de una manera sensible la presencia interior de algo que no es actualmente perceptible o que está mas allá de toda percepción posible (Espasa-Calpe, 1927: Signo Log.: 86)].

Relación entre lo significado y la potencia que conoce en orden a determinar la naturaleza del signo. Para determinar la naturaleza de los diversos signos, debemos atender a la relación entre lo significado y la potencia que conoce, la que podrá ser una:

1.       Relación real o natural.

2.       Relación lógica: Añadida y formada por la razón.

Los diversos signos y su naturaleza. En consecuencia el signo podrá ser [conforme a una división llamada clásica (Espasa-Calpe, 1927: Signo Log.: 86)] un:

1.       Signo real, natural, objetivo: El que nos hace venir en conocimiento de una cosa por la analogía o dependencia natural que tiene con ella, así el humo es SIGNO del fuego (Espasa-Calpe, 1927: Signo Natural: 77) [En otros términos, si la relación (entre lo significado y la potencia que conoce) estriba en una ley o propiedad de las mismas cosas (Espasa-Calpe, 1927: Signo Log.: 86)]. El que podrá ser:

a.       Formal: Como una imagen del objeto que representa cuando la relación es de semejanza.

b.       Instrumental: Si la relación pertenece a otro género.

2.       Signo lógico, de razón subjetiva [y como tal evidentemente arbitraria y convencional]: [Si la relación (entre lo significado y la potencia que conoce) estriba en una convención o acuerdo, aunque sea tácito por lo que también son llamados signos artificiales (Espasa-Calpe, 1927: Signo Log.: 86)]. Se corresponde con la acepción estricta de la palabra símbolo y sobre ella se define al simbolismo.

Definición de simbolismo Se puede entonces definir al simbolismo diciendo que es la representación o significación de las cosas por signos que naturalmente, de suyo, no tienen relación real con ellas, que son puramente lógicos o convencionales.

El simbolismo en general. Ahora, el simbolismo en general puede ser:

1.       Natural: Téngase presente que el termino natural es empleado en un sentido [como signo convencional] distinto del que consideramos al referirnos al signo natural. Conforme al texto, en el orden del conocimiento, a cada objeto debe corresponder una imagen, una idea, una representación natural y propia; a falta de ella, solo queda como recurso inventarla, formarla por nuestra cuenta, este es el signo convencional, el símbolo. Ahora, la realidad es infinita y el espíritu del hombre limitado y rodeado de estorbos, en consecuencia no puede conocerlo ni concebirlo todo. Por ello ante lo desconocido, la admiración que siente ante ella aviva su curiosidad innata, y para satisfacerla en parte recoge elementos extraños que ya le son conocidos y los combina a su modo, fabrica una representación, en otros términos simboliza. Las cosas demasiado abstractas, o las puramente espirituales, siempre nos resultan obscuras, están como en la penumbra; de allí que no nos llenan las ideas representativas que de ellas nos formamos, por lo que procuramos hacerlas mas accesibles por medio de figuras e imágenes sensibles: símbolos y más símbolos. Cuando se ofrece a nuestra consideración una totalidad compleja, de muchas partes y diversas partes, cuya trabazón y unidad no se nos manifiesta, entonces para suplir el defecto de un concepto sintético natural se hace una síntesis artificial que no pasa de ser un símbolo. En suma el simbolismo encuentra sus fuentes en:

a. Las exigencias de nuestro pensamiento.

b. Todo genero de comodidades para favorecerlo

Por eso el lenguaje y la escritura son un perpetuo simbolismo [Se indica ver el comentario de Santo Tomás a las Periherm. C.1, lect. 2. 8.].

Por nuestra parte recordamos en punto al carácter simbólico del lenguaje y de la escritura, lo que escribe el  P. Alfredo Sáenz, S.J. en su El Hombre Moderno [Ediciones Gladius. Buenos Aires,1999, pp. 56-58] al comentar el libro de Giovanni Sartori, Homo videns. La sociedad teledirigida (Taurus. Madrid, 1998):

Muchas palabras, especialmente las que representan conceptos e ideas, no tienen correlato alguno en cosas visibles, su contenido resulta intraducible en forma de imágenes. Por ejemplo las palabras nación, justicia, Estado, generosidad. Es cierto que algunas de ellas pueden ser de algún modo expresables en imágenes, pero solo de manera empobrecida, verbi gratia la idea de felicidad en un rostro que denota alegría, la de libertad en un preso que sale de la cárcel. Todo el saber del homo sapiens se desarrolla en el circulo del mundus intelligibilis, hecho de conceptos y de juicios, muy distante del mundus sensibilis, el mundo que perciben nuestros sentidos. Cuando la televisión suple la lectura, produce imágenes y anula los conceptos; de este modo atrofia la capacidad de abstracción y con ella la capacidad de entender. De por sí, la imagen podría tener un gran valor inteligible, como sucede en el ámbito de los iconos, donde el espectador, al contemplarlos, “lee” un contenido doctrinal, que va mucho más allá de la estética sensible. Pero no sucede así en las imágenes de la televisión, tan pobres en su capacidad de reflejar algo inteligible o trascendente.
Nos parece un acierto del autor el querer confirmar su tesis recurriendo a una idea de Ernest Cassirer, quien califica al hombre de “animal simbólico” o también de animal loquax, animal que habla, con lo que alude a una tendencia profunda del ser humano, la creación de símbolos. Para Cassirer, el idioma, el arte y la religión forman parte del entramado simbólico propio de toda cultura que merezca el nombre de tal. No en vano el hombre es como un puente entre lo visible y lo invisible, según la noble fórmula medieval. [...] , la comunicación de ideas, que caracteriza al hombre como animal simbólico, se realiza especialmente en y con el lenguaje. Tanto los conceptos como los juicios que tenemos en la mente no son visibles sino inteligibles, y a lo largo de la historia se han ido transmitiendo primero por la expresión oral y luego por la escrita. La relativamente reciente aparición de la radio aportó un nuevo medio de comunicación, pero que no menoscabó la naturaleza simbólica del hombre, ya que la radio “habla”, difunde ideas con palabras, a semejanza de los libros, periódicos y teléfonos. En cambio la llegada de la televisión, a mediados de nuestro siglo, produjo una revolución copernicana, haciendo que el ver prevaleciera cada vez mas sobre el oír. Es cierto que también en la televisión hay palabras, pero solo están para comentar las imágenes. Y, en consecuencia, el telespectador es más un animal vidente que un animal simbólico.

El  simbolismo natural, conforme se expone, no es mas que algo exterior y material en el orden del conocimiento. Tratase del conocimiento considerado en sus accesorios, en sus ayudas externas.

2.       Filosófico o sistemático: Consiste en la universalización y aplicación del simbolismo a la substancia de nuestros conceptos y objetos. Tratase del conocimiento, no ya considerado en sus accesorios, en sus ayudas externas, sino en si mismo, intrínseca y formalmente. A la pregunta de ¿cuál es la esencia y valor del conocimiento?, se responde diciendo que el mundo ideal no puede representar al real, pues son absolutamente diversos y contrapuestos, en consecuencia, nuestras ideas no son signos naturales y formales de las cosas, sino signos convencionales, símbolos, formas subjetivas del entendimiento: la realidad objetiva queda fuera de su alcance, como un campo completamente aparte.  

El simbolismo teológico. Si aplicamos lo dicho del simbolismo en general al Simbolismo Teológico, tendremos que este será la representación de Dios por símbolos o signos convencionales, y que como el primero, podrá entenderse de dos maneras:

1.       General e impropia: Aquí, el simbolismo se refiere al elemento accidental y exterior de nuestros conocimientos sobre las cosas divinas, y se comprende que sea natural y ordinario, dada la eminencia y la incomprensibilidad de Dios. La misma Sagrada Escritura nos presenta muchos y elocuentes ejemplos, como puede notarse en el aparato exterior de las apariciones de Jahvé, en los elementos decorativos de las visiones y descripciones proféticas [Explica Disandro que el conocimiento profético es una de las etapas que podemos discernir en el conocimiento desde el punto de vista del desarrollo histórico y que es comprendida por el pensamiento simbólico (Disandro, 1986: 23)] y en las parábolas.

2.       Formal: En este el simbolismo se refiere a la misma esencia y constitutivo del conocimiento teológico, presentándose como el sistema que reduce todas nuestras representaciones intelectuales, todas nuestras ideas sobre la Divinidad a puros signos convencionales, y esto es de la mayor importancia, desprovistos de toda correspondencia real y objetiva. De este modo, el  simbolismo teológico formal, se confunde con el agnosticismo teológico; siendo nominal la diferencia que pudiera haber entre ambas. Se define así un espacio teórico complejo al que se debe atender en el examen del abandono de la inteligencia simbólica.

Examen especial del simbolismo teológico en sentido formal. En una posterior comunicación  consideraremos el examen que se hace del simbolismo teológico en sentido formal, el que permite seguir el desenvolvimiento de este sistema - que finalmente llevara al abandono de la inteligencia tradicional del símbolo - a lo largo de la antigüedad, edad media y modernidad.

4. Conclusiones

1.       La palabra símbolo admite dos acepciones,  genérica e impropia [que comprende al signo natural y al signo lógico] y  estricta, [que comprende al signo lógico, convencional, arbitrario].

2.       Se entiende por signo, aquello que representa otra cosa (aliud a se) á la facultad cognoscitiva [es decir la cosa que por su naturaleza o convencionalmente evoca en el entendimiento la idea de otra cosa.

3.       Para determinar la naturaleza de los diversos signos, debemos atender a la relación entre lo significado y la potencia que conoce, la que podrá ser una relación real o natural, o una relación lógica, añadida y formada por la razón.

4.       En consecuencia el signo podrá ser real, natural, objetivo [el que a su vez podrá ser  formal o instrumental], o lógico [de razón subjetiva] que corresponde a la acepción estricta de la palabra símbolo y sobre la que se define al simbolismo.

5.       Se puede definir al simbolismo diciendo que es la representación o significación de las cosas por signos que naturalmente, de suyo, no tienen relación real con ellas, que son puramente lógicos o convencionales.

6.       El simbolismo en general puede ser natural [téngase presente que el termino natural es empleado en un sentido (como signo convencional) distinto del que consideramos al referirnos al signo natural], y filosófico o sistemático.

7.       Si aplicamos lo dicho del simbolismo en general al simbolismo teológico, tendremos que este será la representación de Dios por símbolos o signos convencionales y que podrá entenderse de una manera general e impropia, o de una manera  formal.

5. Bibliografía

Disandro, Carlos A.                1986:    Las Fuentes de la Cultura.
                                                             Buenos Aires ed. Struhart & Cia.,1986.

Espasa-Calpe                          1927:    Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Tomo LVI.
                                                             Madrid,  Espasa-Calpe, 1927.