octubre 15, 2008

MILAGROS COMO HEROÍNA Y SU CAMINO DE AVENTURA

  MILAGROS COMO <<HEROÍNA >> Y SU <<CAMINO DE AVENTURA>>
Elementos e interpretación tentativa simbólico contextual de un sueño.
Salvador, Andrés O. R.


1.Introducción.

En este trabajo se reúnen elementos y se formula una interpretación [no estrictamente psicológica si bien se atiende al proceso de centración] tentativa de un sueño considerando fundamentalmente a los elementos simbólicos presentes en el mismo asociados al <<camino de aventura>> del <<héroe>>[1] así como a ciertas experiencias de la soñante que contribuyen a su inteligencia.

2. Antecedentes.

Joseph Campbell y el camino de la aventura del héroe. En este trabajo seguimos al estudio hecho por Joseph Campbell sobre el camino de la aventura mitológica del héroe entendido como la magnificación de la fórmula representada en los ritos de iniciación [Los llamados ritos de <<iniciación>> son ejercicios de separación formales y usualmente severos, donde la mente corta en forma radical con las actitudes, ligas y normas de vida del estado que se ha dejado atrás (Campbell, 1992: 16).]: separación- iniciación-retorno y que constituye la unidad nuclear del monomito (Campbell, 1992: 35). Campbell resume la aventura en los siguientes términos:

Separación:

[Llamado a la aventura]

“El héroe mitológico abandona su choza o castillo, es atraído, llevado, o avanza voluntariamente hacia el umbral de la aventura.” (Campbell, 1992: 223).

Iniciación:

[Umbral de la aventura]

 “Allí encuentra la presencia de una sombra que cuida el paso. El héroe puede derrotar o conciliar esta fuerza y entrar vivo al reino de la oscuridad (batalla con el hermano, batalla con el dragón; ofertorio, encantamiento), o puede ser muerto por el oponente y descender a la muerte (desmembramiento, crucifixión).” (Campbell, 1992: 223).

[Detrás del umbral]

Detrás del umbral, después, el héroe avanza a través de un mundo de fuerzas poco familiares y sin embargo extrañamente intimas, algunas de las cuales lo amenazan peligrosamente (pruebas), otras le dan ayuda mágica (auxiliares).” (Campbell, 1992: 223).

[Nadir de la aventura]

“Cuando llega al nadir del periplo mitológico, pasa por una prueba suprema y recibe su recompensa. El triunfo puede ser representado como la unión sexual del héroe con la diosa madre del mundo (matrimonio sagrado), el reconocimiento del padre-creador (concordia con el padre), su propia divinización (apoteosis) o también, si las fuerzas le han permanecido hostiles, el robo del don que ha venido a ganar (robo de su desposada, robo del fuego); intrínsecamente es la expansión de la conciencia y por ende del ser (iluminación, transfiguración, libertad).” (Campbell, 1992: 223-224).

Retorno:

[(Inicio del) retorno]

“El trabajo final es el del regreso. Si las fuerzas han bendecido al héroe, ahora éste se mueve bajo su protección (emisario); si no, huye y es perseguido (huida con transformación, huida con obstáculos).” (Campbell, 1992:  224).

[Umbral del retorno]

“En el umbral del retorno, las fuerzas trascendentales deben permanecer atrás; el héroe vuelve a emerger del reino de la congoja (retorno, resurrección).” (Campbell, 1992: 224).

[Retorno]

“El bien que trae restaura al mundo (elixir).” (Campbell, 1992: 224).

C. G. Jung y la adquisición de conciencia de un nuevo punto central. En su libro Psicología y Alquimia (1957), Jung realiza un examen, del que nos servimos, de los símbolos que se refieren exclusiva y directamente a la adquisición de conciencia de un nuevo punto central, cuestión esta sobre la que observa:

“Los símbolos oníricos del proceso de individuación son imágenes de índole arquetípica que se manifiestan en los sueños y que describen el proceso de centración, o sea la formación de un nuevo centro de la personalidad [...] Por ciertas razones [...] denomino también Selbst a este centro, entendiendo con esta noción la totalidad de lo psíquico en general. El Selbst no solo es el punto central sino que además comprende la extensión de la conciencia y del inconsciente; es el centro de esta totalidad, así como el yo es el centro de la conciencia.” (Jung, 1957: 57).

Estas imágenes pertenecen a una determinada categoría que designa con la expresión simbolismo de los mandalas (Jung, 1957: 57).

3.Desarrollo.

Relato del sueño. El sueño que examinamos tuvo lugar en la noche del 18 al 19 de abril de 2003 y, conforme al relato escrito hecho por la soñante Milagros W. (19 años), es el siguiente [presenta dos escenarios distinguidos por la misma[2]]:

1.        Estábamos los 4: Andrés, Luciana, Pilar y yo en la calle Junín contemplando una vidriera que por alguna razón en particular nos llamaba la atención.

2.        No recuerdo como pero Andrés muere y todo el escenario cambia. De pronto estamos todos desnudos[3] en una tierra lejana, extraña; como un desierto pero con elevaciones rocosas pequeñas, el sol empezaba a ocultarse. Asombrosamente Andrés renace bajo una nueva apariencia, similar a Gandalf[4].
Por todos lados (como nacidos de la tierra) comenzaban a aparecer nuevos seres: Elfos, Hadas, Ninfas, Humanos[5]. Ante la llegada de todos ellos, Andrés empezaba a decir algo en un lenguaje extraño y con sus manos en alto realizaba movimientos aparentemente simbólicos. Automáticamente se levantó una gran ola de arena sobre todos nosotros, haciéndonos sentir que había llegado el momento final. Pero antes de atraparnos vuelca / cae a nuestras espaldas, revelando una antigua ciudad en ruinas de estilo Griego; perteneciente a antiguos Dioses. Rodeaba esta ciudad una especie de vereda quizá de mosaico con grabados simbólicos (figuras geométricas) de Forma circular. Repentinamente ésta comienza a girar y todos nosotros (excepto Andrés) parados sobre ella empezamos a bailar, cantar y reír al ritmo con esa gran masa circular. Todos éramos una sola cosa. Por algún motivo me detuve a bailar con un grupo de haditas que me hacían sentir tremendamente Feliz, entre ellas estaba mi sobrina cuya sonrisa me dio paz. Andrés estaba fuera del circulo sobre una de estas elevaciones rocosas, esperando ...

Elemento contextual del sueño. En la interpretación de los símbolos presentes en el sueño debe atenderse al contexto en que se produce. Milagros y los otros actores [Andrés, Luciana, Pilar] forman una sociedad que se reúne regularmente para estudiar Filosofía, Metafísica e Historia de las Religiones, estudios estos que los llevaron a revisar en el plano teórico-practico creencias convencionales en relación a esas materias y a una revalorización de la inteligencia simbólica propia de la cultura antigua y medieval y de sus fundamentos.

Elementos simbólicos del sueño. Escribe Campbell:

“Los cambios que se llevan a cabo en la escala del monomito desafían toda descripción. Muchas historias aíslan  o aumentan grandemente uno o dos elementos típicos del ciclo completo (el motivo de la prueba, el motivo de la huida, el rapto de la desposada), otros reúnen un grupo de ciclos independientes en una sola serie (como en la Odisea). Caracteres o episodios diferentes pueden multiplicarse y reaparecer bajo muchos cambios.” (Campbell, 1992: 225).

 Téngase presente esta observación en relación al hecho de que en el sueño Andrés, por el papel que este ha tenido en la coordinación y orientación de las actividades de estudio de las que participa la soñante, se identifica de modo isocrónico:

  1. Con funciones asociadas al camino de aventura: Andrés es identificado como:

<<mensajero de la aventura>> [es quien opera la <<llamada de la aventura>> la que puede ser para la muerte (Campbell, 1992: 54-56)]: su muerte [Andrés muere] que opera una transformación del escenario [todo el escenario cambia] y de los actores [De pronto estamos todos desnudos];

<<protector>> [No es raro que quien brinda al héroe  ayuda <<sobrenatural>> tenga forma masculina: “En el reino de las hadas puede ser algún pequeño habitante del bosque, algún hechicero, ermitaño, pastor o herrero que aparece para dar al héroe los amuletos y el consejo que requiere. Las mitologías superiores han desarrollado el papel en la gran figura del guía, el maestro, el conductor, el que lleva las almas al otro mundo” (Campbell, 1992: 73)]: Produce el descubrimiento de la ciudad [Andrés empezaba a decir algo en un lenguaje extraño y con sus manos en alto realizaba movimientos aparentemente simbólicos. Automáticamente se levanto una gran ola de arena ... revelando una antigua ciudad], no permite que la ola de arena cause daño [Automáticamente se levantó una gran ola de arena sobre todos nosotros, haciéndonos sentir que había llegado el momento final. Pero antes de atraparnos vuelca / cae a nuestras espaldas], permanece observando (función ambigua ya que tanto podría significar protección como guardia=guardián del umbral) [Andrés estaba fuera del circulo sobre una de estas elevaciones rocosas, esperando ...]. Jung explica que la figura arquetípica del padre se corresponde con la de el espíritu instructor [que introduce en el sentido de la vida y explica sus misterios según la doctrina de los antiguos] y la del viejo sabio [=Gandalf] (Jung, 1957: 139) ;

<<guardián del umbral>> [Protege al umbral que va de lo conocido a lo desconocido: “solo atravesando esos limites (...) pasa el individuo, ya sea vivo o muerto, a una nueva zona de experiencia”; puede ser protector (Primer aspecto) o peligroso (el otro aspecto) (Campbell, 1992: 81)]: Provoca la ola de arena [Andrés empezaba a decir algo en un lenguaje extraño y con sus manos en alto realizaba movimientos aparentemente simbólicos. Automáticamente se levanto una gran ola de arena ...].

  1. Con el Héroe [=Milagros]: La muerte y regreso de Andrés encubre el paso de la soñante a un modo de ser trascendente [Andrés=Milagros]: La muerte de Andrés opera en Milagros (y en el escenario en que actúa) una transformación.

Al considerar el carácter masculino de Andrés debemos considerar como observa Jung que el inconsciente del varón es de naturaleza femenina (Jung, 1957: 70), en tanto para la mujer la relación es inversa (Jung, 1957: 131) y que se personifica en la idea de anima (Jung, 1957: 166 nota 1). Finalmente señalemos en relación a Andrés que:

  1. Tiene <<autoridad>> (=poderes) [decir algo... y con sus manos en alto realizaba movimientos .... Automáticamente se levanto].

  1. Se identifica con lo permanente[<no gira>: todos nosotros (excepto Andrés); <esta afuera de la vereda de forma circular>: Andrés estaba fuera del circulo; <asociado a la “montaña”[6] y a la “ piedra” [7]>: sobre una de estas elevaciones rocosas][8].

Examinemos ahora el sueño considerando cada uno de sus escenarios y los momentos en el camino de la aventura mitológica del héroe:

  1. Desde el inicio a la muerte de Andrés [Separación (Llamado a la aventura)]: Se advierte en este escenario que estamos ante:

    1. Una experiencia que es tanto individual como grupal: La soñante se ve acompañada por otros [Andrés, Luciana, Pilar y yo]. El anima se presenta en los sueños como la cuarta persona (Jung, 1957: 166).

    1.  Estamos inicialmente ante una escena que se presenta como un hecho común [en la calle Junín contemplando una vidriera] en el que los actores asumen un comportamiento que traduce un interés [una vidriera que por alguna razón en particular nos llamaba la atención]. El héroe mitológico inicia su aventura desde el mundo de todos los días (Campbell, 1992: 35).

    1. Se produce un hecho [Andrés muere] que opera una transformación del escenario [todo el escenario cambia]. Esta crisis es la <<llamada de la aventura>> que levanta el velo que cubre un misterio de transfiguración “un rito, un momento, un paso espiritual que cuando se completa es el equivalente de una muerte y de un renacimiento. El horizonte familiar de la vida se ha sobrepasado, los viejos conceptos, ideales y patrones emocionales dejan de ser útiles, ha llegado el momento de pasar un umbral.” (Campbell, 1992: 55).

  1. De la muerte de Andrés al fin del sueño [Iniciación (Umbral de la aventura)]: La muerte de Andrés [No recuerdo como, pero Andrés muere] supone una  disolución y reintegración del caos operación que presenta dos dignificaciones solidarias:

-          Cosmológica: Toda muerte es al propio tiempo una reintegración de la Noche cósmica, del Caos precosmológico; en múltiples niveles, las tinieblas expresan siempre la disolución de las Formas, el retorno al estado seminal de la existencia (Eliade, 1990: 138). En el sueño esto se traduce en el ocultamiento del sol [el sol empezaba a ocultarse], en el escenario no familiar [una tierra lejana, extraña; como un desierto pero con elevaciones rocosas pequeñas].Las regiones desérticas [como un desierto] y desconocidas [extraña] que rodean el territorio habitado son equiparables a las regiones inferiores: “el mundo de abajo, por encima del cual se asienta firmemente nuestro <<Cosmos>>, corresponde al <<Caos>> que se extiende a lo largo de sus fronteras.” (Eliade, 1992: 42).

-          De iniciación: La muerte de iniciación y las tinieblas místicas [que tienen una valencia cosmológica: se reintegra el estado primario de la materia - la resurrección corresponde a la creación cósmica - (Eliade, 1990: 138)] en otros términos la disolución, implican que el futuro místico moría a su existencia profana, gastada, decaída (Eliade, 1990: 139) ya que no existe esperanza alguna de resucitar a un modo de ser trascendente sin muerte previa (Eliade, 1990: 134). El paso por el umbral mágico es un transito a una esfera de renacimiento que se simboliza en el hecho de que el héroe es tragado por lo desconocido y parecería que hubiera muerto [imagen del vientre de la ballena] (Campbell, 1992: 88). Este sentido iniciático esta presente tanto en la repentina desnudez [De pronto estamos todos desnudos] como en la muerte y regreso de Andrés [Asombrosamente ... renace bajo una nueva apariencia], hecho que debe examinarse en relación al papel de Gandalf en la obra de J. R. R. Tolkien [nueva apariencia, similar a Gandalf]. El nuevo modo de ser del personaje se revela en el lenguaje [Andrés empezaba a decir algo en un lenguaje extraño] y en los <<poderes>> que se le atribuyen [con sus manos en alto realizaba movimientos aparentemente simbólicos. Automáticamente se levanto una gran ola de arena]. El episodio se corresponde con el primer encuentro de la jornada del héroe: una figura protectora [a menudo una viejecita o anciano] que le proporciona ayuda <<sobrenatural>> (Campbell, 1992: 70). Sobre la blancura de la vestimenta de Andrés (=Gandalf)  [su vestimenta era blanca. (Nota ampliatoria posterior de la soñante)] interesa lo que escribimos en nuestro trabajo Notas sobre el opus alquímico [Santa Sofía. Corrientes, 2003] en relacion a la: “Leukosis [blanco (Eliade, 1990: 132), emblanquecimiento (Jung, 1957: 249)]: En virtud del lavaje [ablutio, baptisma] se puede pasar de la nigredo directamente al emblanquecimiento: o bien el alma [anima], que ha huido del cuerpo muerto, vuelve a unirse a este para vivificarlo, o bien los muchos colores [omnes colores, cauda pavonis] conducen a un único color, el blanco, que los contiene a todos; con esto, se llega a la primera meta capital del proceso: a la albedo, tinctura alba, terra alba foliata, lapis albus, etc., estadio que muchos autores describen en términos tan laudatorios como si se hubiera alcanzado la meta ultima (Jung, 1957: 250)  Esta fase corresponde en el nivel operativo al fenómeno de la coagulación [consecutivo a la putrefactio inicial], y en el terreno espiritual a una resurrección que se traduce en la apropiación de ciertos estados de conciencia inaccesibles a la condición profana (Eliade, 1990: 142-143)”.

Esta muerte produce entonces una transformación [(Detrás del umbral:) que se corresponde con el mundo de “fuerzas poco familiares y sin embargo extrañamente intimas, algunas de las cuales lo amenazan peligrosamente (pruebas), otras le dan ayuda mágica (auxiliares)” que el héroe encuentra detrás del umbral] que implica:

a.       Una restitución a una situación originaria <<paradisíaca>> que se advierte en:

-          La desnudez de las actoras [De pronto estamos todos desnudos]: Su carácter de signo de transformación se torna claro si lo consideramos en relación a la significación ritual y metafísica que a la vez comporta la desnudez bautismal: es el abandono del <<viejo vestido de corrupción y de pecado del cual el bautizado se despoja, siguiendo a Cristo, ese vestido con que se había revestido Adán después del pecado>> (Eliade, 1992: 116)[9].

-          El ambiente festivo y la felicidad de los actores [todos ... empezamos a bailar, cantar y reír al ritmo]. En relación al baile interesa el que todas las danzas han sido sagradas en su origen teniendo un modelo extrahumano (Cicchitti Marcone, 1998: 87).

-          La presencia del niño: El Niño [entre ellas estaba mi sobrina cuya sonrisa me dio paz] es una imagen ejemplar que se asocia a la inocencia y con la cual la soñante se identifica [Todos éramos una sola cosa. Por algún motivo me detuve a bailar con un grupo de haditas que me hacían sentir tremendamente feliz]; la recuperación de esta condición supone una transformación. Adviértase la condición paradisíaca (=inocencia) de la escena [bailar ... Feliz ... sonrisa ... paz]. Nótese que el Niño también puede presentarse como Maestro [lo que nos remite a la función de <<protector>>] (Campbell, 2002: 110-112). Según Jung lo niños  indican el tema de los enanos que tal vez exprese motivos kabiricos [los Kabiras como enanos son divinidades ctónicas (Jung, 1957: 173)], es decir fuerzas formativas inconscientes (Jung, 1957: 206).

b.       [Nadir de la aventura: Es posible que este episodio se identifique con este momento del ciclo si establecemos la siguiente correspondencia: prueba suprema=ola de arena y recompensa= revelación de la ciudad, de lo contrario estamos ante una prueba de las que el héroe encuentra detrás del umbral]. El des-cubrimiento [se levanto una gran ola de arena sobre todos nosotros] no exento de <<peligros>> [haciéndonos sentir que había llegado el momento final ... atraparnos] de una realidad [revelando una ... ciudad] originaria [una antigua ciudad ... de estilo Griego] olvidada (=ignorada) [en ruinas] <<sagrada>> [perteneciente a antiguos Dioses] en la que el centro [Rodeaba esta <ciudad> una especie de vereda ... de Forma circular] se nos revela como lo permanente (la ciudad) frente a la impermanencia [Repentinamente esta <vereda de forma circular> comienza a girar] de la que la soñante participa [y todos nosotros ... parados sobre ella empezamos ...al ritmo con esa gran masa circular]. La forma circular de la vereda que rodea a la ciudad remite a la figura de un circulo mágico [es decir se trata de un mandala (Jung, 1957: 115-121)] con el cual quien tiene un propósito singular y secreto se defiende de los peligros que lo amenazan desde afuera y que ponen en peligro al que esta aislado por un secreto a la vez que sirve para confinar una parcela de terreno que debía ser sagrada e inviolable [=témenos: parcela de tierra separada y consagrada a la divinidad, que a menudo era un bosquecillo (Jung, 1957: 72 nota 2)] y en torno al cual se trazaba el sulcus primigenius, como se hacia en las fundaciones de ciudades (Jung, 1957: 72). El baile puede identificarse con una circumambulatio mágica (Jung, 1957: 190) la cual significa la concentración en el centro (Jung, 1957: 206)[10]. Por regla general el centro del mandala contiene una figura de supremo valor religioso (Jung, 1957: 118) [Rodeaba esta <ciudad> una especie de vereda: ciudad=centro ][11]; a propósito de esto, recordemos que Eliade señala que las ciudades santas y los santuarios se encuentran en el Centro del Mundo (Eliade, 1992: 40).

c.        Una ampliación de la percepción [comienzan a aparecer nuevos seres: Elfos, Hadas, Ninfas, Humanos] de la realidad <<ordinaria>> [Por todos lados (como nacidos de la tierra)], a la que también se integra el des-cubrimiento de la ciudad.  La presencia de las Ninfas supone, según Jung, una regresión [histórica (Jung, 1957: 107)] a representaciones inconfundiblemente antiguas (Jung, 1957: 105)[12].

  1. Proceso en desarrollo: El sueño se presenta como un proceso no concluido [Andrés estaba ... esperando]. No se advierte algún episodio que pueda identificarse con el Retorno[13].

Interpretación tentativa atendiendo al elemento contextual y simbólico del sueño. Provisoriamente podemos formular la siguiente interpretación del sueño en la que se atiende a los elementos simbólicos presentes en el mismo asociados al <<camino de aventura>> del <<héroe>> así como a aquellas experiencias de la soñante que contribuyen a su inteligencia: La muerte [Separación (Llamado a la aventura) - Iniciación (Umbral de la aventura)] de Andrés [=Milagros] opera en Milagros (y en el escenario en que actúa) una transformación [Iniciación (Detrás del umbral)], precisamente  la soñante:

a.       Experimenta una disolución que presenta una dignificación cosmológica y una de iniciación: revisar en el plano teórico-practico creencias convencionales en Filosofía, Metafísica e Historia de las Religiones.

b.       Experimenta una reintegración a una situación originaria: la revisión de la creencias convencionales supone el abandono (desnudez de las actoras) del <<viejo vestido>> (=creencias convencionales) y una reintegración a una situación originaria donde la inocencia (presencia del niño) se asocia al aprendizaje (niño=preguntas) y a la alegría del descubrimiento (ambiente festivo y felicidad de los actores).

c.        [Posible Nadir de la aventura] Participa del des-cubrimiento [Andrés=Milagros es quien descubre activamente (Andrés=iniciador) y pasivamente (Milagros=Héroe)] no exento de <<peligros>> [Prueba suprema] de una realidad  originaria [recompensa], olvidada (=ignorada) [la cultura antigua y medieval] , <<sagrada>> [fundamentos de esa cultura que se reconocen como verdaderos], en la que el centro se nos revela como lo permanente (la ciudad=fundamentos) frente a la impermanencia de la que la soñante participa (la vida cotidiana <<ordinaria>>).

d.       Experimenta una ampliación de la percepción de la realidad <<ordinaria>>: Como resultado de la revisión de creencias convencionales y de la revalorización y ejercicio de la inteligencia simbólica.

La transformación experimentada por la actora se presenta como parte de un proceso en desarrollo [no concluido=no identificación del Retorno].

5.Bibliografía.

Campbell, Joseph                      1992:      El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito.
                                                                    Buenos Aires, ed. Fondo de Cultura Económica, trad. cast. de            
                                                                    Luisa Josefina Hernández, 1992.

Campbell, Joseph                      2002:      Tú eres eso.
                                                                    Buenos Aires, ed. Emecé, trad. cast. de César Aira, 2002.

Cicchitti Marcone, V.                1998:     La persona humana y otros ensayos.
                                                                    Mendoza, ed. Ediunc, 1998.

Eliade, Mircea                           1990:      Herreros y Alquimistas.
                                                                    Madrid, ed. Alianza, trad. cast. de E. T., 1990.

Eliade, Mircea                           1992:      Lo sagrado y lo profano.
                                                                    Barcelona, ed. Labor, trad. cast. de Luis Gil, 1992.

Jung, C. G.                                 1957:     Psicología y Alquimia.
                                                                    Buenos aires, ed. Santiago Rueda, trad. cast. de Alberto Luis
                                                                    Bixio,1957.




[1] “Una persona es un héroe o una heroína cuando funciona en el interés de valores que no son locales o personales sino una fuerza más amplia de la cual la persona es vehículo.” (Campbell, 2002: 142).
[2]las dos escenas constituyen un solo sueño, que dicho sea de paso fue muy largo, tan largo como la noche.” (Nota ampliatoria posterior de la soñante).
[3]Con excepción de Andrés y las Haditas todos los demás seres estaban desnudos.” (Nota ampliatoria posterior de la soñante).
[4]Relacioné a Andrés con Gandalf por su aspecto físico similar, eran casi idénticos y su vestimenta era blanca.” (Nota ampliatoria posterior de la soñante).
[5]Recuerdo que por algún motivo especial vi a Legolas (algo de él me llamaba particularmente la atención) y también recuerdo sentir la presencia (aunque no los pude ver) de otros personajes del señor de los anillos y mi alegría al saber que estaban allí, con nosotros...” (Nota ampliatoria posterior de la soñante).

[6] La Montaña figura entre las imágenes que expresan el vinculo entre el Cielo y la Tierra y que se ubican en el Centro del Mundo (Eliade, 1992: 38-39).
[7] En relación a este símbolo de la firmeza señalamos a la roca del Templo de Jerusalén que señala tanto la unión entre la Tierra y las regiones inferiores (Eliade, 1992: 41) como un Centro [ombligo] del Mundo [tierra] (Eliade, 1992: 44).
[8] Cf. Jung, 1957: 153 comentario al Sueño 16 [pp. 140-155]: “ [...] la circunstancia de que el soñante no se encuentre en el centro sino a un lado, es una elocuente indicación de lo que ocurrirá con su yo: ya no podrá pretender ocupar el primer lugar,  sino que tendrá probablemente que contentarse con la posición de un satélite, o por lo menos con la de un planeta que gira alrededor del Sol.”.
[9] Es probable que la desnudez no alcance a Andrés por sus notas de autoridad e identificación con lo permanente, y a las Haditas (=Niño) por su identificación con la inocencia [Con excepción de Andrés y las Haditas todos los demás seres estaban desnudos (Nota ampliatoria posterior de la soñante)].

[10] Cf. Jung, 1957: 123 comentario al Sueño 6: “La mujer desconocida o anima representa el inconsciente que acosa al soñante hasta que éste se pone a correr en círculo. Y así sin más ni más, se da un centro potencial que no es idéntico al yo. Este gira alrededor del centro.”.
[11] Jung cita el siguiente fragmento de un tratado del Codex Brucianus:

“Este mismo es quien (Monogenes) mora en la Mónada, que está en el Setheus y que proviene del lugar del cual nadie puede decir dónde está ... De él proviene la Monada a la manera de un navío, cargado con toda clase de buenas cosas, y a la manera de un campo, lleno de toda suerte de árboles, y a la manera de una ciudad, colmada con todas las razas de la humanidad ...Tal es la condición de la Mónada que tiene en si todas estas cosas: hay doce mónadas que cual corona le ciñen la cabeza ... Y en el velo que la rodea como una muralla con torres [...] hay doce puertas ... Esta es la Ciudad-Madre [...] del Único Engendrado [...].”(Jung, 1957: 127 nota 3).

En este texto gnóstico encontramos representaciones parecidas a las del sueño: antigua ciudad=ciudad, ola de arena=velo que la rodea como muralla, nuevos seres=todas las razas de la humanidad.
[12] Cf. Jung, 1957: 123 Figura 23: Poliphile rodeado por doncellas.
[13] Téngase presente en relación a esto, que el sueño se vio interrumpido por razones ajenas a la soñante.

octubre 01, 2008

NOTAS SOBRE EL PENSAMIENTO CONTRARREVOLUCIONARIO

 Salvador, Andrés Raúl Oscar
 NOTAS SOBRE EL PENSAMIENTO CONTRARREVOLUCIONARIO
Consecuencias teórico-políticas de la escisión entre el estado y la sociedad

1.Introducción.

El propósito de este trabajo es el de realizar una aproximación al pensamiento contrarevolucionario[1] en cuanto consecuencia teórico-política de la escisión entre el estado y la sociedad.

2. Antecedentes.

Escisión entre el estado y la sociedad[2]. La emergencia en el escenario europeo de la perspectiva gnoseológica idealista en el siglo XVII, hace teóricamente  posible la separación entre Estado y propiedad o en general, entre Estado y Sociedad, la que se opera a partir de la Revolución de Independencia de las colonias Inglesas del Norte de América y de la Revolución Francesa (Cordova, 1986: 256) como resultado de los rápidos progresos de los medios de producción y la circulación acelerada de las riquezas que hacen desear el fin de las sujeciones feudales y el imperio de mayor libertad (Arvon, 1971: 18). Se pasara así de una propiedad, la feudal, titular de si misma cuyos accidentes son los hombres y sus relaciones, a la propiedad capitalista que por el contrario, presupone al hombre como su titular. La primera es una propiedad inmóvil que encadena en su inmovilidad a los hombres, la segunda, una propiedad que cambia continuamente, que se transforma sin cesar y que sigue a los hombres o mejor a la voluntad de estos[3] y que se somete al destino que ellos le quieran dar (Cordova, 1986: 34-35). La emancipación política, que reduce al hombre, por una parte a miembro de la Sociedad burguesa, a individuo egoísta e independiente[4] y por otra parte a ciudadano, a persona moral (Arvon, 1971: 19),  implica la generalización a toda la sociedad de las condiciones del burgués esto es cuando lo mismo al burgués real [el capitalista] que al burgués por extensión  [el obrero, el propietario de tierra, el profesionista liberal, el artista, etcétera] se les declara poseedores de mercancías. De este modo una clase impone sus intereses [de clase o particulares] como interés de toda la Sociedad [o interés general] (Cordova, 1986: 259).  Así en principio, el Estado se identifica consigo mismo como poder general, su interés deja de ser directamente el interés de un grupo o individuos, para imponerse  como el interés general de toda la Sociedad [de allí que - el Estado - reclame para si no solo el monopolio de la fuerza sino que solo el decide sobre cuestiones que interesan a toda la Sociedad (Cordova, 1986: 244)]. Pero si bien los privilegios que antes pertenecían a un grupo o individuos se impone ahora como interés de toda la Sociedad, objetivamente solo corresponderán a unos cuantos (Cordova, 1986: 44-45). En «La cuestión Judía»[5], Karl Marx señala que la anulación política de la propiedad privada, cuando se suprime el censo de fortuna para el derecho de sufragio activo y pasivo, no solo no destruye la propiedad privada, sino que  lejos de ella, la presupone.  El Estado anula a su modo las diferencias de nacimiento, el estado social, de cultura y de ocupación al declarar el nacimiento, el estado social, la cultura y la ocupación del hombre como diferencias no políticas, al proclamar a todo miembro del pueblo, sin atender a estas diferencias, como participe por igual de la soberanía igual, al tratar a todos los elementos de la vida real del pueblo desde el punto de vista del Estado. No obstante,  el estado deja que la propiedad privada, la cultura y la ocupación, actúen a su modo, es decir como propiedad privada, como cultura y como ocupación, y haga valer su naturaleza esencial.  Muy lejos de acabar estas diferencias de hecho, el Estado solo existe sobre estas premisas, solo se siente como estado político y hace valer su generalidad en contraposición de estos elementos suyos (Cordova, 1986: 22 nota 2). Tenemos así hombres que son libres y al mismo tiempo desiguales (Cordova, 1986: 258).

La Revolución Francesa y la separación entre Estado y Sociedad[6]. La Revolución Francesa marca el triunfo del liberalismo que proclama el principio sagrado de la libertad, pero esta libertad es un espejismo ya porque el libre juego de la competencia aplasta a quien no esta suficientemente armado para la lucha; ya porque la conservación de la propiedad privada, si bien garantiza la independencia de los poseedores, reduce a la dependencia y también a la esclavitud a los que nada poseen. (Arvon, 1971: 15-16). La separación entre el Estado y la Sociedad produce un desdoblamiento en la vida misma del individuo el que será al mismo tiempo miembro de la Sociedad civil, es decir hombre privado, burgués y miembro del Estado es decir hombre publico, ciudadano (Cordova, 1986: 256-257). Tendremos entonces por un lado la Vida Publica por el otro la Vida Privada (Cordova, 1986: 22). Como miembro de la Sociedad civil, el hombre es fundamentalmente hombre desigual, mas como ciudadano es un individuo igual; si se observa al hombre como propietario en la esfera del Derecho y del Estado es tan igual como todos los propietarios pues en esa esfera se le contempla tan solo como titular del derecho abstracto de propiedad, pero en cuanto poseedor real de la riqueza es fundamentalmente desigual, pues el presupuesto real de la propiedad dedicada al intercambio mercantil es la desigualdad de fortunas (Cordova, 1986: 257). Sostiene Henri Arvon que la antinomia casi insoluble que suponen hombres formalmente iguales pero materialmente desiguales grava pesadamente al liberalismo[7]. La organización política reposa sobre los principios eternos de la libertad, la igualdad y la fraternidad, mientras que  la vida social esta dominada por la esclavitud económica, la desigualdad social y la lucha de clases. «Se iba a transportar el cielo a la tierra», afirmo Hegel, a propósito de la Revolución Francesa. Desgraciadamente, este cielo que bajo la forma de Estado parecía desde entonces accesible a todos, no hacia sino poner aun mas de relieve las condiciones miserables de la vida social (Arvon, 1971: 16).

3.Desarrollo.

Emergencia de el pensamiento contrarevolucionario y notas características. El pensamiento contrarevolucionario emerge con ocasión de la Revolución Francesa rechazando los principios filosóficos, políticos y económicos sobre los que esta se articula y las instituciones a las que da origen,  así como a las consecuencias sociales que resultan de su consolidación durante el siglo XIX, presentando complejas derivaciones que llegan hasta el siglo XXI. Conviene tener presente al abordar su estudio tres notas características de esta corriente:

1.       El pensamiento contrarevolucionario presenta dos inteligencias:

a.       La de los que parten desde una perspectiva histórica: Se señala que en el pensamiento revolucionario se advierte una fuerte predisposición a tomar ficciones por realidades, por lo que este pensamiento considera a la razón fuente creadora de instituciones y fuerza capaz de imponer sus decisiones a la misma naturaleza (Calderón Bouchet, 1983: 38). La contrarrevolución  sostiene que las instituciones sociales son obras de la historia y se niega a considerarla fuera del contexto de los hechos que las sostienen [a las instituciones], advirtiendo que la proclamación de una libertad abstracta lleva a la destrucción de defensas inestimables para la conservación de las libertades concretas de un pueblo (Calderón Bouchet, 1983: 38-40)[8].

b.       La de los que parten de una perspectiva teológica: La  revolución aparece como el intento de edificar la ciudad humana sobre bases puramente naturales por lo que muchos pensadores contrarrevolucionarios, al advertir el carácter arreligioso de la Revolución, ponen a Dios y a la Religión en el centro de sus preocupaciones (Calderón Bouchet, 1983: 23 y 43)[9].

La perspectiva histórica esta representada por Edmund Burke[10], mientras que la teológica por Joseph de Maistre[11] y Luis de Bonald (Calderón Bouchet, 1983: 37, 43 y 47). Estas dos inteligencias que admite el pensamiento contrarevolucionario no son necesariamente contradictorias y explica el que se considere contrarevolucionarios a pensadores que, al decir de Calderón Bouchet, no vivieron en toda su plenitud las exigencias teológicas del orden, como Burke, Rivarol, Ortega y Gasset, Max Scheler y D`Annunzio (Calderón Bouchet, 1983: 24), y aun la influencia sobre esta corriente de pensadores revolucionarios o anticristianos como Georges Sorel, Georg Hegel, Emile Durkheim, Friedrich Nietzsche (Lamas, 1985: 163).

2.       El pensamiento contrarevolucionario entiende que la revolución es un fenómeno de alcance mundial que supera el hecho contingente de la Revolución Francesa. Explica Calderón Bouchet que la revolución no había trascendido todavía las fronteras de Europa, y en particular de Francia cuando ya se advirtió su proyección mundial señalando el acierto de Godechot [en Le Contre-révolution. Presses Universitaries de France. Paris, 1961, p.3] cuando escribe:

“Los teóricos de la contrarrevolución ampliaron su punto de vista. No combatieron la revolución en tal o cual país, sino la revolución en tanto tal. Enunciaron teorías contrarrevolucionarias de alcance universal.” (Calderón Bouchet, 1983: 24)[12].

3.       El pensamiento contrarrevolucionario entiende que la revolución es un proceso cinco veces secular, que en Occidente se desarrolla desde el siglo XV y del que son expresión la Pseudo-Reforma, la Revolución Francesa, el Comunismo, y la llamada IV Revolución[13].

4.       El pensamiento contrarrevolucionario recusa la separación entre el estado y la sociedad que caracteriza el contexto en el que se articula. Arvon dice que los contrarrevolucionarios, como Burke y de Maistre, conscientes del abismo abierto entre el Estado - bien común de todos - y la Sociedad - cuyos bienes se han repartido según las leyes de la herencia -, hubieran querido que la Sociedad, en la medida en que proviene de un desarrollo orgánico y tradicional, se reflejara en la constitución del Estado (Arvon, 1971: 16-17).


La Revolución Francesa y la Contrarrevolución. Al examinar el origen del pensamiento contrarevolucionario deben tenerse siempre presente las consecuencias políticas y sociales de la Revolución Francesa y del contexto en que se produce. En efecto, como señala Carlos Alberto Sacheri, la caída del “ancien régime” de las monarquías europeas, como consecuencia de la Revolución, perturbo profundamente el orden social sumando a las consecuencias desastrosas del liberalismo capitalista, la inestabilidad de los regímenes políticos. Recuerda Sacheri que el profundo cambio tecnológico ocurrido a lo largo del siglo XVIII y que se conoce con el nombre de “revolución industrial” contribuyó a aumentar los desequilibrios sociales existentes bajo el absolutismo monárquico, ya que al coincidir esta con el auge del Enciclopedismo o Iluminismo y la formulación del liberalismo económico y político, la nueva tecnología, será empleada por la nueva burguesía industrial para aumentar constantemente su poder, unido esto a abusos de todo tipo y al creciente pauperismo de enormes masas se población (Sacheri, 1980: 4-5)[14]. De esto se sigue:

1.       El rechazo por la contrarrevolución de las instituciones y de las estructuras sociales nacidas en 1789 y    motivos de su propuesta de retorno a las instituciones prerevolucionarias. Thomas Molnar señala que un elemento que caracteriza el contenido de la doctrina contrarevolucionaria es el rechazo de las instituciones y de las estructuras sociales nacidas en 1789, pregonando una regresión histórica, esto es el retorno a las instituciones prerevolucionarias, un ejemplo de lo cual es para este autor la tentativa del estado corporativo, medio ingenioso de resucitar el estado medieval (Molnar, 1975: 67)[15]. Esto debe entenderse atendiendo a que, como explica Arvon, bajo el antiguo régimen, el poder monárquico no se ejercía directamente sobre los sujetos. La corporación se intercalaba como elemento mediador entre el rey y los súbditos. El hombre dependía, en primer termino, de un grupo social, de manera que el pretendido “absolutismo” estaba de hecho limitado por innumerables poderes secundarios. Pero, a partir del momento en que la Nación se instituyo en soberana, el sujeto entro en dependencia directa respecto del poder. El reino de los privilegios del antiguo régimen se transformo en un reino del Derecho, contra el cual nadie tenia de ahí en adelante el derecho de protestar. Escribe Arvon que, a decir verdad, y por mas paradójico que parezca, la Revolución sustituyo la monarquía moderada del antiguo régimen por la monarquía absoluta del Estado moderno (Arvon, 1971: 84). De allí que Bertrand de Jouvenal, escribe Alberto B. Bianchi[16], señale que el poder en una democracia es mayor que en un gobierno monárquico; a propósito de ello, Bianchi cita un párrafo del libro de Jouvenal El Poder [Ed. Nacional. Madrid, 1974, p.234]:

“La voluntad real [..] aparecía como la de un hombre coronado o como la de su favorito o su ministro: De ahí que fuese humana y particular, en igualdad de condiciones con las otras voluntades. La voluntad del poder democrático se dice general. Abruma a cada individuo bajo el peso de la totalidad de los individuos que dice representar y oprime cada interés particular en nombre del interés general que encarna. La ficción democrática presta a los gobernantes la autoridad del todo.” (Bianchi, 1996: 926 nota 28).

Según Eric Hobsbawm:

 “El vulgar tópico liberal de un Estado reducido a las atrofiadas funciones de un vigilante nocturno, oscurece el hecho de que el Estado libre de sus funciones ineficaces e inadecuadas era un Estado mucho más poderoso y ambicioso que antes. Por ejemplo, en 1848 era un Estado que había adquirido unas fuerzas de policía modernas y con frecuencia nacionales: en Francia desde 1798, en Irlanda desde 1823, en Inglaterra desde 1829 y en España (la guardia civil) desde 1844. Fuera de Inglaterra era normalmente el Estado el que tenía un sistema de instrucción pública; fuera de Inglaterra y los Estados Unidos, era el Estado el que tenía o estaba a punto de tener un servicio público de ferrocarriles; en todas partes era el que tenía un servicio postal cada vez mayor para servir a las crecientes necesidades de los negocios y de las comunicaciones privadas. El aumento de la población obligaba a mantener un sistema judicial más amplio; el crecimiento de las ciudades y la acumulación de problemas sociales urbanos requería un sistema administrativo municipal más amplio. Nuevas o viejas, las funciones de gobierno eran desempeñadas cada vez más por un verdadero servicio nacional de funcionarios de carrera, cuyos últimos escalones eran ascendidos y trasladados libremente por la autoridad central de cada país. No obstante, si un eficaz servicio de esta clase podía reducir el  número de empleados y el costo de la administración al eliminar la corrupción y la pérdida de tiempo, también creaba una máquina de gobierno mucho más formidable. Las funciones más elementales del Estado liberal, tales como la eficiente imposición y cobranza de impuestos por un cuerpo de funcionarios asalariados o el mantenimiento de una política rural regular y normalmente organizada, hubieran parecido algo mucho más allá de los más descabellados sueños de la mayor parte de los absolutistas prerrevolucionarios. Tal sería el nivel de tributación - ahora a veces un gradual impuesto de utilidades - [Este impuesto se estableció temporalmente en Inglaterra durante las guerras napoleónicas y permanentemente desde 1842. Ningún otro país importante la siguió antes de 1848 (Nota de E. Hobsbawm)] que el súbdito del Estado liberal toleraba: en 1840 los gastos de gobierno en la Inglaterra liberal eran cuatro veces mayores que en la autocrática Rusia.” (Hobsbawm, 1998: 197-198).

2.       La importancia del pensamiento contrarevolucionario Francés. Explica Jacques Ploncard d`Assac que en Francia, las ideas de 1789 habían desplegado sus consecuencias más rápidamente que en el resto de Europa, por lo que se hallaba en el orden de las cosas que la reacción se manifestase antes que en otras partes (Ploncard d`Assac, 1980: 13). No es pues casual, como nos anoticia Calderón Bouchet, que las Encíclicas Papales de la segunda mitad del siglo XIX se inspiren en la acción social de pensadores franceses contrarevolucionarios[17], sensibles a la necesidad de sostener los cuerpos sociales intermedios y evitar el crecimiento excesivo del Poder político centralizado y, preocupados por restablecer la función de las comunidades de oficio, contrapoderes que eran comunes en el Antiguo Régimen y que fueron suprimidas durante la Revolución Francesa por la ley La Chapellier del 14 de junio de 1791, que declaraba como delito la asociación de trabajadores, los equiparaba jurídicamente a los patronos y los sometía a todos a las mismas reglas (Calderón Bouchet, 1983: 84-85; Molnar, 1975: 94).

3.       La relación entre contrarrevolución, catolicidad y monarquía. El hecho de que los contrarrevolucionarios de los siglos XIX y XX, sean principalmente católicos[18] y monárquicos, se explica, particularmente en Francia[19], por el hecho de que la asociación entre el trono y el altar[20], que caracteriza a la sociedad europea prerevolucionaria, será puesta en entredicho por:

  1. La progresiva secularización de la sociedad[21], fenómeno este que ha caracterizado a la modernidad en cuanto modalidad que asume en un primer momento el idealismo egocéntrico, y que es expresión del replanteamiento antropológico de tipo copernicano que, desde el Renacimiento y la Ilustración, se plasma lenta pero contundentemente como desplazamiento del interés teo-céntrico a favor del interés antropo-céntrico (Rubio, 1982: 36).

  1. A lo que se asocia que estas sociedades encuentran en la república [en sentido moderno] un paradigma de organización.

En este contexto la asociación entre trono y altar prerevolucionaria será valorizada tanto por los distintos actores sociales:

  1. Como escribe Hobsbawm:

 “A las monarquías y las aristocracias, como a todos los que se encontraban en el vértice de la pirámide social, la religión proporcionaba la estabilidad anhelada. Habían aprendido de la Revolución francesa que la Iglesia es el mas fuerte apoyo del trono. Los pueblos creyentes e iletrados como los italianos del sur, los españoles, los tiroleses y los rusos se levantaron en armas para defender a su Iglesia y a sus gobernantes contra los extranjeros, los infieles y los revolucionarios, bendecidos y en algunos casos guiados por sus sacerdotes. Las gentes creyentes e incultas vivían contentas en la pobreza a que Dios las había destinado bajo los gobiernos que la Providencia les señalara, sencilla, moral y ordenadamente, manteniéndose inmunes a los subversivos efectos de la razón. Para los gobiernos conservadores después de 1815 -y que gobiernos continentales europeos no lo eran?- el estimulo de los sentimientos religiosos y de las iglesias eran parte tan indispensable de su política como la organización de la policía y la censura: el sacerdote, el policía y el censor eran ahora los tres baluartes principales de la reacción contra la revolución.” (Hobsbawm, 1998: 234)[22].

  1. Ante los cambios que el liberalismo introduce en relación al régimen de la tierra:

“Nada mas natural, pues, que el campesino pobre o toda la población rural resistieron como podían, y nada más natural que esa resistencia se hiciera en nombre del viejo y tradicional ideal de una sociedad justa y estable, es decir, en nombre de la Iglesia y del rey legitimo. Si exceptuamos la revolución campesina de Francia (y ni siquiera ésta, en 1789, era anticlerical ni antimonárquica), puede decirse que prácticamente en nuestro periodo todos los movimientos campesinos que no se dirigieron contra el rey o la Iglesia extranjeros, fueron emprendidos ostensiblemente a favor de sacerdotes y gobernantes. Los campesinos de la Italia meridional se unieron al subproletariado urbano para hacer en 1799 una contrarrevolución frente a los jacobinos napolitanos y a los franceses, en nombre de la santa fe y de los Borbones; y esos mismos fueron también los lemas de las guerrillas de calabreses y apulianos contra la ocupación francesa y luego contra la unidad italiana. Clérigos y aventureros mandaban a los campesinos españoles en la guerra de guerrillas contra Napoleón. La Iglesia, el rey y un tradicionalismo tan extremado que ya resultaba extraordinario a principios del siglo XIX, inspiraron las guerrillas carlistas del país vasco, Navarra, Castilla, León y Aragón en su implacable lucha contra los liberales españoles en sucesivas guerras civiles. En 1810 los campesinos mexicanos iban guiados por la Virgen de Guadalupe. La Iglesia y el emperador combatieron a los bávaros y a los franceses bajo el mando del recaudador Andreas Hofer en el Tirol en 1809. Los rusos combatían en 1812-1813 por el zar y la santa ortodoxia. Los revolucionarios polacos en Galitzia sabían que su única posibilidad de captarse a los campesinos ucranianos era a través de los sacerdotes ortodoxos griegos o uniatas, y fracasaron porque los campesinos prefirieron el emperador a los caballeros. Fuera de Francia, en donde el republicanismo y el bonapartismo captaron a una parte importante del campesinado entre 1791 y 1815 y en donde en muchas regiones la Iglesia se había debilitado mucho ya antes de la revolución, había zonas -estas estaban constituidas obviamente por regiones en las que la Iglesia era un gobernante extraño y enojoso, como en la Romaña papal y Emilia- de lo que hoy llamaríamos el <<ala izquierda>> de la agitación campesina. E incluso en Francia, la Bretaña y la Vendée[23] seguían siendo fortalezas populares del borbonismo. El hecho de que los campesinados europeos no se alzaran con los jacobinos o liberales -es decir, con los abogados, los tenderos, los administradores de fincas, los empleados modestos, etc.- sentencio al fracaso la revolución de 1848 en aquellos países en los que la Revolución francesa no les había dado la tierra y en donde, poseyéndola, su miedo conservador a perderlo todo o su conformidad los mantuvo intacto.” (Hobsbawm, 1998: 163-164).

Según Hobsbawm:

 “... los campesinos no luchaban por el rey <<real>>, a quien apenas conocían, sino por el ideal de un rey justo que, si las conociera, castigaría las transgresiones de sus subordinados y señores[24]; pero con frecuencia se levantaban por la iglesia <<real>>, pues el sacerdote rural era uno de ellos, los santos eran ciertamente suyos y de nadie más, e incluso los representantes de las decaídas propiedades eclesiásticas eran señores mas tolerables que los avaros seglares. En donde los campesinos tenían tierras y libertad, como en el Tirol, o en Navarra o (sin un rey) en los cantones católicos de la patria suiza de Guillermo Tell, su tradicionalismo era una defensa de su relativa libertad contra las intrusiones del liberalismo. Donde acrecían de tierras o libertad eran mas revolucionarios. Cualquier llamamiento a resistir la conquista del extranjero y del burgués, aunque fuese lanzado por el sacerdote o el rey, producía fácilmente no solo el saqueo de las casas de los comerciantes y los abogados de la ciudad, sino la marcha ceremoniosa con tambores, santos y banderas, para ocupar y dividir la tierra, asesinar a los propietarios, raptara a sus mujeres y arrojar a la hoguera los documentos legales. Pues, seguramente, el campesino era pobre y carecía de tierras contra el deseo de Cristo y del rey. Este sólido cimiento de inquietud social revolucionaria era el que hacia tan inseguro aliado de la reacción a los movimientos campesinos en las zonas de servidumbre y vastas fincas, o en las zonas de propiedad excesivamente pequeña y subdividida. Todo lo que necesitaba para pasar de un revolucionarismo legitimista a una verdadera ala izquierda era adquirir la certidumbre de que el rey y la Iglesia se habían puesto al lado de los ricos locales, y que un movimiento revolucionario de hombres como ellos mismos les hablara con sus mismas palabras. El radicalismo populista de Garibaldi fue tal vez el primero de esos movimientos, y los bandidos napolitanos lo aclamaron con entusiasmo, al mismo tiempo que vitoreaban a la Santa Iglesia y a los Borbones. El marxismo y el bakuninismo iban a ser mas efectivos. Pero el paso de la rebelión campesina desde el ala derecha política al ala izquierda apenas había empezado a producirse antes de 1848, pues el tremendo impacto de la economía burguesa sobre la tierra, que iba a convertir en epidémica la endémica rebeldía campesina, solo empezaría a hacerse sentir pasada la primera mitad del siglo, y especialmente durante y después de la gran depresión agraria de 1880-1890.” (Hobsbawm, 1998: 164-165).

Contrarrevolución, nación y nacionalismo. Según G. D. H. Cole en Doctrinas y Formas de la Organización Política [Fondo de Cultura Económica. México, 1944. Obras de Ciencia Política. Manuales Introductorios II, p. 104] en el siglo XIX el nacionalismo aparecía comúnmente como un credo aliado del liberalismo en cualquiera de sus formas, y que combatía a la vez por la emancipación nacional, por la unidad y por las garantías del gobierno constitucional, según las formulas de la democracia parlamentaria. Pero a partir de la segunda mitad de el siglo XIX, el termino nacionalismo, será empleado para referir una expresión política que asume posiciones que pueden considerarse contrarrevolucionarias. De hecho, como explica Jaques Ploncard d`Assac, la palabra nacionalismo fue inventada bajo el Segundo Imperio para designar a los defensores del principio de las nacionalidades (Ploncard d`Assac, 1980: 21) o teoría de las nacionalidades, sobre la cual los liberales fundaban su reclamación del derecho de los pueblos a disponer de si mismos y es solo a partir de 1892 que Maurice Barres le da un nuevo sentido de modo que la palabra es empleada para designar una posición de resistencia contra la invasión de las ideas cosmopolitas (Ploncard d`Assac, 1980: 5 y 21). Por ello es conveniente formular algunas precisiones sobre la relación entre contrarrevolución, nación y nacionalismo, cuestión esta sobre la que llama la atención Antonio Caponetto [Cabildo. 2ª Época - Año XI - Nº 109. Buenos Aires. Marzo 1987. Noticias Bibliográficas, p. 34], cuando comentando el libro de Calderón Bouchet Nacionalismo y Revolución señala que este:

 “resuelve una cuestión no pocas veces debatida, incluso Inter nos: el como un concepto de origen y connotaciones revolucionarias cual es el de Nación, pudo convertirse en un ariete contrarrevolucionario en mano de los movimientos y de los pensadores nacionalistas.”

En efecto, según Félix Adolfo Lamas el nacionalismo surge en Europa en un contexto político-cultural muy preciso: el romanticismo, con su tendencia al particularismo, el liberalismo (con la identificación jacobina de pueblo y nación), el mercantilismo y el maquiavelismo. Para Lamas, el “principio de las nacionalidades” sirvió de ariete ideológico para destruir las grandes unidades imperiales que daban estabilidad a Europa y aun permitió el avasallamiento de los Estados Pontificios, por lo que en ese sentido, el nacionalismo es un fruto de la Revolución [Lamas, 1985: 161-162 nota 35]. Es decir como señala Calderón Bouchet:

“El nacionalismo, en su primer movimiento, se encuentra en la línea del pensamiento revolucionario. ¿Por qué más tarde se convierte en punto de apoyo de la acción contrarrevolucionaria?” (Calderón Bouchet, 1983: 22).

Para poder responder a esta pregunta debemos tener presente que como explica Lamas:

“La constitución del Estado como estructura unitaria de poder, tal como lo conocemos en nuestros días, es un fenómeno moderno. Al unificarse el aparato del poder, las fronteras comenzaron a adquirir una importancia mayor, acentuándose de esa manera las diferencias que podían separar a los pueblos sujetos a la autoridad de diversas coronas.  Fue así como comenzaron a constituirse o a afirmarse las unidades sociales y políticas que hoy se conocen con el nombre de “nación”. No fueron las naciones las que constituyeron el poder y los Estados, como pensaban los románticos sino que, en la generalidad de los casos, fue al revés: fueron el poder y los Estados los que permitieron las grandes unificaciones nacionales.
Las nuevas unidades políticas, conformadas según el tipo del “Estado-nación” fueron a su vez una manifestación de la ruptura de la Universitas Christianorum. De ahí que Elías de Tejada haya llegado a afirmar que con esta Revolución, destructora de la Cristiandad, nace Europa, cual un mosaico quebrado. Es que las naciones, entendidas como unidades particulares desglosadas de un todo tradicional, surgieron enfatizando sus diferencias, en un clima de lucha y oposición reciprocas que parece haber sido su forma de afirmación. Desapareció la noción clara de un bien común de la Cristiandad, que había sido el faro luminoso de las Cruzadas y que, en su luz crepuscular, llegó a alumbrar la victoria de Lepanto.” (Lamas, 1985: 95-96).

En Nacionalismo y Revolución [25], Calderón Bouchet explica que mientras para el pensamiento clásico la nación era una realidad histórica, para el pensamiento revolucionario era una entelequia híbrida, medio mítica y medio jurídica,  con el propósito de reivindicar para ella todos los poderes antaño dispersos en las comunidades intermedias del cuerpo social (Calderón Bouchet, 1983: 9). Para Calderón Bouchet el nacionalismo, es una idea convertida en mito por la revolución y devuelta a su justa posición en el concierto del orden por los jefes espirituales de la contrarrevolución (Calderón Bouchet, 1983: 23), en efecto, nuestro autor, citando a Remond, explica que en principio, ciertas formas del patriotismo, vibrante, romántico, de chauvinismo escarapelero, eran propias de la izquierda revolucionaria. Patriotismo y jacobinismo iban parejos. En 1830 los patriotas son los republicanos, en 1871 todavía son los republicanos quienes arden por continuar la lucha, mientras las derechas son partidarias de la paz. En 1900 las posiciones han cambiado: el nacionalismo es un elemento característico de la derecha y tiene en ella lugar de programa, de titulo y de bandera (Calderón Bouchet, 1983: 180), es decir las derechas toma decididamente en sus manos las reivindicaciones nacionalistas explotadas por los jacobinos del 93 y sus continuadores bonapartistas (Calderón Bouchet, 1983: 84). Tenemos así por un lado, una idea revolucionaria, de nación soberana que se convierte en la primera anunciación del estado totalitario, porque podía fagocitar la complicada red de los poderes orgánicos en beneficio del poder central que a partir de la Edad Moderna usurpo el titulo de Estado[26], por el otro lado el pensamiento contrarrevolucionario arguyendo razones de orden natural contra el abstractismo de la revolución, hace que la idea de nación cobre el peso ontológico de una realidad social, múltiple y variada, formada por siglos de convivencia entre hombres de una misma lengua y bajo la presión de principios espirituales nacidos a la luz de idénticas creencias (Calderón Bouchet, 1983: 9-10)[27]. Por ello es apropiada la distinción que Jaques Ploncard d`Assac hace entre nación-contrato y nación-herencia. La primera es elaborada por los ideólogos de 1789, quienes sostenían que el individuo estaba exento de toda atadura con el pasado, que la sociedad era el fruto de un contrato y que el hombre lo podía modificar a su gusto. La patria dejaba de ser la tierra de los antepasados y se convertía en una asociación voluntaria (Ploncard d`Assac, 1980: 6-7)[28], la segunda considera a la nación como una herencia inalienable, de la cual no tiene el derecho de disponer y que debe transmitir intacta a sus hijos, y es en torno a este concepto que se ordenan las nociones complementarias de lealtad y de tradición, de soberanía y de derecho (Ploncard d`Assac, 1980: 8). Es atendiendo a esta idea de nación-herencia que debe examinarse la observación formulada por Charles Maurras de que:

“[...] desde la caída del Imperio romano y de la escisión de la cristiandad del medioevo, es la nacionalidad lo que forma el grupo mas sólido, mas vasto y mas completo ...”  (Maurras, 1958: 292-293).

En este sentido, la  nación-herencia, se presenta como un formidable obstáculo a la articulación de un Estado mundial depositario de los atributos de la nación-contrato[29] funcional al poder internacional del dinero y verdadera antitesis de un Imperio expresión de la Universitas Christianorum[30]. Como explica Molnar:

 “En la doctrina revolucionaria la nación, la patria, es, en el mejor de los casos, una etapa entre la tribu y la comunidad mundial, y por ello ha proclamado siempre la necesidad de superar un “nacionalismo estrecho”, contrario al plan de la historia. Mucho antes de 1789, la masonería dedicaba preferentemente sus esfuerzos a las naciones en las que observaba desequilibrios, y por consiguiente en las que veía posibilidades de poder realizar sus planes, En 1786, el francmasón Weishaupt denunciaba ya los sentimientos nacionales, como fermentos de localismo y de egoísmo. Por eso proponía con respecto a los patriotas: “Quitadles el amor a la patria y entonces comenzaran a amarse los unos a los otros como auténticos seres humanos”. Para los contrarrevolucionarios, en cambio, la nación no es solamente la idea que compendia las tradiciones y los recuerdos comunes, sino una realidad dotada de admirables caracteres arquitectónicos, y así no dicen que la nación es la forma ultima que las comunidades deben elegir por marco de vida colectiva: la “polis”, el imperio, el sistema feudal, las villas francas de la Edad Media se distinguen perfectamente del estado-nación moderno; afirman simplemente que la nación esta admirablemente adaptada a la situación contemporánea de la historia, porque es susceptible de equilibrar fuerzas contradictorias y resistir a las presiones tanto internas como exteriores. Varios textos complementarios en ese sentido nos lo expresan: Maurras afirma que la nación es vasta y resistente; su discípulo Salazar dice que es la forma más natural y capaz de establecer una unidad estable entre las diferentes partes del mundo. José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española, define su esencia diciendo que la patria es “una unidad total en la que se integran todos los individuos y todas las clases, una síntesis trascendente e indivisible, capaz de asumir su propio destino..., una unidad permanente e irrevocable”.”  (Molnar, 1975: 86-87).

Según Molnar: la nación no es ese peldaño de escalera que conduce hacia lo que los revolucionarios llaman las “formas superiores de comunidad”. En una nota Molnar dice que:

“Las ideas de BERGSON vienen en ayuda de los contrarrevolucionarios. En Las dos fuentes de la moral y de la religión critica a quienes pretenden que la conciencia mundial es solamente una conciencia tribal o nacional extendida a limites planetarios. Entre ellas existe una diferencia de cualidad, ya que la adhesión a pequeñas unidades es irremplazable. TOCQUEVILLE pensaba también que la fidelidad de los hombres no puede producirse mas que en el seno de pequeñas comunidades.” (Molnar, 1975: 88 nota 7).

Lo expuesto permite comprender el hecho de que como escribe Thomas Molnar:

“[...] que en el mundo de 1789, los contrarrevolucionarios han ido pasando gradualmente del regionalismo al nacionalismo, pero sin abandonar por eso su defensa de las autonomías locales, ni olvidar el principio de subsidiaridad ni la resistencia a la centralización gubernamental. La razón de este deslizamiento estriba en que el mundo contemporáneo tiene como cuadro natural de reflexión política la nación y los derecho regionales se defienden en el marco de asambleas nacionales. No obstante, localismo regionalista y nacionalismo no guardan a veces buenas relaciones y el contencioso que les enfrenta suele escindir las filas de los contrarrevolucionarios. Esto queda ilustrado por la oposición de los modelos contrarrevolucionarios maurrasiano y anglosajón. Mientras en los últimos predomina el trazo libertario, en la doctrina maurrasiana predomina una cierta “idolatría” de la nación, denunciada por los anglosajones. Inversamente, los maurrasianos detectan entre los anglosajones tendencias a la atomización y al primado de las actividades comerciales y egoístas.”  (Molnar, 1975: 85-86)[31].

En lo que hace al carácter contrarrevolucionario del nacionalismo argentino [por lo menos del llamado Nacionalismo Católico[32]] es del mayor interés lo que Lamas explica:

“En la Argentina [...] El nacionalismo, en efecto, en la búsqueda de la identidad nacional, se encontró con las raíces hispánicas, católicas y tradicionales de la patria; lo mismo puede decirse, mutatis mutandis, de su antecesor histórico-político, el movimiento federal. De tal manera, la Revolución Nacional del nacionalismo argentino es mas el proyecto de una restauración tradicional -en síntesis con la institución de la justicia social- que una revolución en sentido estricto.” (Lamas, 1985: 162 nota 35).

4.Conclusiones.

1.       La emergencia en el escenario europeo de la perspectiva gnoseológica idealista en el siglo XVII, hace teóricamente  posible la separación entre Estado y Sociedad. En este contexto, el hombre como miembro de la sociedad civil será fundamentalmente hombre desigual, mientras que como ciudadano será un individuo igual. Es decir, si se observa al hombre como propietario en la esfera del Derecho y del Estado es tan igual como todos los propietarios pues en esa esfera se le contempla tan solo como titular del derecho abstracto de propiedad, pero en cuanto poseedor real de la riqueza es fundamentalmente desigual, pues el presupuesto real de la propiedad dedicada al intercambio mercantil es la desigualdad de fortunas.

2.       El pensamiento contrarrevolucionario emerge con ocasión de la Revolución Francesa rechazando los principios filosóficos, políticos y económicos sobre los que esta se articula y las instituciones a las que da origen,  así como a las consecuencias sociales que resultan de su consolidación durante el siglo XIX, presentando complejas derivaciones que llegan hasta el siglo XXI. Conviene tener presente al abordar su estudio tres notas características de esta corriente:

1.       El pensamiento contrarrevolucionario presenta dos inteligencias:

                    a.    La de los que parten desde una perspectiva histórica.
                    b.    La de los que parten de una perspectiva teológica.

Estas dos inteligencias que admite el pensamiento contrarrevolucionario no son necesariamente contradictorias y explica el que se considere contrarrevolucionarios a pensadores que, no vivieron en toda su plenitud las exigencias teológicas del orden, y aun la influencia sobre esta corriente de pensadores revolucionarios o anticristianos

2.       El pensamiento contrarrevolucionario entiende que la revolución es un fenómeno de alcance mundial que supera el hecho contingente de la Revolución Francesa.

3.       El pensamiento contrarrevolucionario entiende que la revolución es un proceso secular, que se desarrolla en Occidente y del que son expresión la Pseudo-Reforma, la Revolución Francesa, el Comunismo, y la llamada IV Revolución

4.       El pensamiento contrarrevolucionario recusa la separación entre el estado y la sociedad que caracteriza el contexto en el que se articula.

3.       Al examinar el origen del pensamiento contrarrevolucionario deben tenerse siempre presente las consecuencias políticas y sociales de la Revolución Francesa y del contexto en que se produce. De esto se sigue:

1.       El rechazo por la contrarrevolución de las instituciones y de las estructuras sociales nacidas en 1789, lo que motiva su propuesta de retorno a las instituciones prerevolucionarias. Debe examinarse el problema que supone el propósito de recuperar instituciones medievales dentro del marco del Estado Moderno, ya que este implica la supresión material del orden medieval. Es decir el Estado cumple un papel significativo en relación al colapso de la Cristiandad medieval, y en este sentido la  idea de estado corporativo  supone un anacronismo que debería ser examinado. Durante el periodo que va desde la desaparición del régimen feudal hasta la Revolución de 1789 se articula una organización política y social denominada Antiguo Régimen en el que se asiste tanto a la progresiva consolidación del estado moderno como a la disfuncionalización de las instituciones feudales. Si atendemos al poder Real, en este periodo, debemos advertir que su carácter  absoluto solo es posible en el marco del Estado Moderno, en este sentido, la Revolución Francesa no es sino la consecuencia lógica del proceso de concentración del poder que se asienta sobre la supresión del orden feudal y del que el absolutismo monárquico es expresión.

2.       La importancia del pensamiento contrarrevolucionario Francés.

3.       La relación entre contrarrevolución, catolicidad y monarquía. El hecho de que los contrarrevolucionarios de los siglos XIX y XX, sean principalmente católicos y monárquicos, se explica, particularmente en Francia, por el hecho de que la asociación entre el trono y el altar, que caracteriza a la sociedad europea prerevolucionaria, será puesta en entredicho por:

a.    La progresiva secularización de la sociedad que ha caracterizado a la modernidad.
b.    Estas sociedades encuentran en la república un paradigma de organización.

En este contexto la asociación entre trono y altar prerevolucionaria será valorizada tanto por los distintos actores sociales.

4.       En el siglo XIX el nacionalismo aparecía comúnmente como un credo aliado del liberalismo en cualquiera de sus formas, y que combatía a la vez por la emancipación nacional, por la unidad y por las garantías del gobierno constitucional, según las formulas de la democracia parlamentaria. Pero a partir de la segunda mitad de el siglo XIX, el termino nacionalismo, será empleado para referir una expresión política que asume posiciones que pueden considerarse contrarrevolucionarias Por ello es conveniente formular algunas precisiones sobre la relación entre contrarrevolución, nación y nacionalismo. El nacionalismo surge en Europa en un contexto político-cultural muy preciso: el romanticismo, con su tendencia al particularismo, el liberalismo (con la identificación jacobina de pueblo y nación), el mercantilismo y el maquiavelismo. El “principio de las nacionalidades” sirvió de ariete ideológico para destruir las grandes unidades imperiales que daban estabilidad a Europa el nacionalismo es un fruto de la Revolución, en efecto, la constitución del Estado como estructura unitaria de poder, tal como lo conocemos en nuestros días, es un fenómeno moderno. Al unificarse el aparato del poder, las fronteras comenzaron a adquirir una importancia mayor, acentuándose de esa manera las diferencias que podían separar a los pueblos sujetos a la autoridad de diversas coronas.  Fue así como comenzaron a constituirse o a afirmarse las unidades sociales y políticas que hoy se conocen con el nombre de “nación”. Las nuevas unidades políticas, conformadas según el tipo del “Estado-nación” fueron a su vez una manifestación de la ruptura de la Universitas Christianorum. De ahí que Elías de Tejada haya llegado a afirmar que con esta Revolución, destructora de la Cristiandad, nace Europa, cual un mosaico quebrado.

5.       En tanto que para el pensamiento clásico la nación era una realidad histórica, para el pensamiento revolucionario era una entelequia híbrida, medio mítica y medio jurídica,  con el propósito de reivindicar para ella todos los poderes antaño dispersos en las comunidades intermedias del cuerpo social. El nacionalismo, es una idea convertida en mito por la revolución y devuelta a su justa posición en el concierto del orden por los jefes espirituales de la contrarrevolución. Tenemos así por un lado, una idea revolucionaria, de nación soberana que se convierte en la primera anunciación del estado totalitario, porque podía fagocitar la complicada red de los poderes orgánicos en beneficio del poder central que a partir de la Edad Moderna usurpo el titulo de Estado, por el otro lado el pensamiento contrarrevolucionario arguyendo razones de orden natural contra el abstractismo de la revolución, hace que la idea de nación cobre el peso ontológico de una realidad social, múltiple y variada, formada por siglos de convivencia entre hombres de una misma lengua y bajo la presión de principios espirituales nacidos a la luz de idénticas creencias , en este sentido es apropiada la distinción hecha entre nación-contrato y nación-herencia.

6.        Es atendiendo a esta idea de nación-herencia que debe examinarse la observación formulada por Maurras de que desde la caída del Imperio romano y de la escisión de la cristiandad del medioevo, es la nacionalidad lo que forma el grupo mas sólido, mas vasto y mas completo. En este sentido, la nación-herencia, se presenta como un formidable obstáculo a la articulación de un Estado mundial depositario de los atributos de la nación-contrato funcional al poder internacional del dinero y verdadera antitesis de un Imperio expresión de la Universitas Christianorum.

7.       En lo que hace al carácter contrarrevolucionario del llamado Nacionalismo Católico explica Lamas que en la Argentina el nacionalismo, en la búsqueda de la identidad nacional, se encontró con las raíces hispánicas, católicas y tradicionales de la patria; lo mismo puede decirse, mutatis mutandis, de su antecesor histórico-político, el movimiento federal. De tal manera, la Revolución Nacional del nacionalismo argentino es mas el proyecto de una restauración tradicional -en síntesis con la institución de la justicia social- que una revolución en sentido estricto.

5.Bibliografía.

Arvon, Henri                          1971:   El Anarquismo.
                                                           Buenos Aires, ed. Paidos, trad. cast. de María Teresa Cevasco,
                                                           1971.

Bianchi, Alberto B.                1996:   Panorama actual de la responsabilidad del Estado en  el derecho
                                                           comparado.
                                                           La Ley, T.1996-A, Sec. Doctrina, pp.922-953.

Calderón Bouchet, Rubén      1983:   Nacionalismo y Revolución (en Francia, Italia y España).
                                                           Buenos Aires, ed. Librería Huemul, 1983.                                                 

Calderón Bouchet, Rubén      1989:  Una Introducción al Mundo del Fascismo.
                                                           Buenos Aires, ed. Nuevo Orden, 1989.

Cochin, Augustin                    1966:  Abstracción Revolucionaria y Realismo Católico.
                                                           Buenos Aires, ed. Huemul, trad. cast. de Arturo Laguad, 1966.

Cordova, Arnaldo                   1986:   Sociedad y estado en el mundo moderno.
                                                            México, D.F., ed. Grijalbo, S.A., 1986.

Correa de Oliveira, Plinio.        s.f.:   Revolución y Contra -Revolución.
                                                            São Paulo, ed. Vera Cruz, S.F.

De Maistre, Joseph.                1980:  Consideraciones sobre Francia. Fragmentos sobre Francia. Ensayo
                                                           sobre el principio generador de las constituciones políticas.
                                                           Buenos Aires, ed. Dictio. trad. cast. de Gustavo A. Piemonte, 1980.

Hobsbawm, Eric J.                 1998:  La era de la revolución, 1789-1848.
                                                           Buenos Aires, ed. Critica (Grijalbo Mondadori, S.A.), trad. cast.
                                                           de Felipe Ximénez de Sandoval, 1998.

Lamas, Félix Adolfo              1985:  Ensayo sobre el Orden Social.
                                                           Revista Moenia - Las Murallas Interiores de la República. Año VI
                                                           Setiembre-Diciembre 1985 - Nros. XXII-XXIII.

Molnar, Thomas                     1975:  La Contrarrevolución.
                                                           Madrid, ed. Unión, trad. cast. de Benito Herrero,1975.

Maurras,  Charles                   1958:  Encuesta Sobre la Monarquía.
                                                           Zaragoza, ed. Circulo, trad. cast. de F. Bertran, 1958.

Ploncard d`Assac, Jacques     1980:  Doctrinas del Nacionalismo.
                                                           Buenos Aires, ed. Acervo, trad. cast. de Carlos Gonzalez Castresana,        
                                                           1980.

Sacheri, Carlos Alberto          1980:  El Orden Natural.
                                                           Buenos Aires, ed. Cruzamante, 1980.

Verdross, Alfred.                    1983:  La filosofía del derecho del mundo occidental. Visión panorámica
                                                           de sus fundamentos y principales problemas.
                                                           México, D.F. Universidad Nacional Autónoma de México, trad. cast.
                                                           de Mario de la Cueva,1983.




[1] El termino contrarrevolucionario fue adoptado por quienes se adscriben a dicha posición desde que la misma se articula, por ejemplo ya Joseph de Maistre emplea el termino en su obra Considerations sur la France  publicada en 1796 [De Maistre,1980: 9-171, ver particularmente el Capitulo X: Sobre los alegados peligros de una contrarrevolución, pp. 117-147, donde formula una difundida definición de la contrarrevolución:

“[...] el restablecimiento de la monarquía, que llaman contrarrevolución, no será en absoluto una revolución contraria, sino lo contrario de la revolución.”.

p. 147]. No obstante la palabra ha asumido para muchos una carga emotiva negativa [Cf. Carlos Santiago Nino. Introducción al análisis del derecho. Editorial Astrea de Alfredo y Ricardo Depalma. Buenos Aires, 1987. Colección Mayor Filosofía y Derecho 5, pp. 15-16] que oscurece su significado al punto que muchas corrientes políticas que podrían considerarse expresión del pensamiento contrarevolucionario rechazan ese encuadre. No obstante, ante la solidaridad histórica y filosófica entre el liberalismo y el socialismo [Cf. Plinio Correa de Oliveira. Revolución y Contra -Revolución. Editorial Vera Cruz. São Paulo, S.F., ver Igualitarismo y liberalismo, pp.60-62], al decir de Thomas Molnar:

 “Gradualmente los contrarevolucionarios fueron comprendiendo que quienes pretendían realmente un cambio radical eran ellos. Su programa era la verdadera “revolución”, si cabe hablar así [...]” (Molnar, 1975: 112).

[2] Cf. Salvador, Andrés O. R. La separación entre el estado y la sociedad y el desdoblamiento entre lo publico y lo privado. Notas sobre estado y sociedad 2. ITGD. Corrientes, 2001.
[3] Cf. Salvador, Andrés O. R. Interés para el Derecho. Notas sobre estado y sociedad 4. ITGD. Corrientes, 2001.
[4] Recordemos que se entenderá que el individuo se ve desgarrado por dos sentimientos contrarios, por una parte el instinto social que le hace descubrir su felicidad en la felicidad general, es decir el altruismo y por otra, el instinto de conservación que lo opone a sus semejantes, es decir el egoísmo. En la evolución de la humanidad, el egoísmo (instinto de conservación) le gano de mano al altruismo: El hombre se ha convertido en el lobo del hombre. El Estado se crea para hacer respetar las libertades individuales amenazadas por la lucha de todos contra todos que engendraba el triunfo del egoísmo. Ahora bien a pesar de instituir una organización colectiva, el hombre permanece fundamentalmente aislado y atomístico (Arvon, 1971: 23-24). Esta idea de individuos convertidos en una esfera autónoma y separada del resto se presenta cuando la vida política se escinde de la vida privada de los ciudadanos (Cordova, 1986: 44).
[5] Cf. Marx, Karl. La Cuestión Judía y Otros Escritos. Editorial  Planeta - De Agostini, S.A. Barcelona, 1993. Obras Maestras del Pensamiento Contemporáneo 54. Traducción de José Ma. Ripalda ( La Cuestión Judía ), Wenceslao Roces y Manuel Sacristán. pp.21-61. También es aconsejable la lectura del libro de François Furet. Marx y la Revolución Francesa. Fondo de Cultura Económica, S.A. de C.V. Mexico, D.F.,1992. Sección de Obras de Política y Derecho. Traducción de Eduardo L. Suárez, particularmente I. El joven Marx y la Revolución Francesa [1842-1845], pp.11-37.
[6] Cf. Salvador, A. O. R La separación entre el estado y la sociedad y el desdoblamiento entre lo publico y lo privado. Notas sobre estado y sociedad 2. ITGD. Corrientes, 2001; y Socialismo y Anarquismo. Notas sobre estado y sociedad 3. ITGD. Corrientes, 2001.
[7] Cf. García de Cortázar y Sagarmínaga, José Antonio. La Revolución Francesa. Antinomia de sus ideas: Libertad e Igualdad. Verbo (España) Serie XI, núm. 109-110 noviembre-diciembre 1972, pp.997-1028;  ver también de Ibáñez, Gonzalo. La utopía democrática: Libertad e Igualdad. Verbo. Año XXV Nº 241 Abril 1984, pp.56-71.
[8] Escribe  Augustin Cochin [en Abstracción Revolucionaria y Realismo Católico. Editorial Huemul S.A. Buenos Aires, 1966. Traducción de Arturo Laguad. Unificación y Nivelación del Derecho Moderno, pp.80-81]:

   “Antes del 89, la sociedad era compleja, las relaciones de los hombres entre si y con el Estado eran de todas clases; a partir del 89, administración uniforme, impuesto igual, derechos iguales, magistratura, ejercito, etc., todo uniforme, simétrico. ¿Es esto un progreso?
  Sí, se dice, porque esas diferentes relaciones de los hombres con el Estado, (por ejemplo, tributo para los unos, servicio militar para los otros) ya no se equilibraban; las cargas de los unos habían desaparecido, las de los otros habían aumentado. Era mejor admitir solo una especie de ciudadano, sin distinción de clase ni de provincia, ya no considerar individuos sino abstracciones: el ciudadano o bien el distrito, el departamento, la ciudad, la parroquia, y que la ley dejara de personalizar.
  ¿Es una gran concepción?
  Es muy nueva, al menos si se la compara con aquella que suponían todos los principios de la antigua sociedad; antes, todo era personal, nada era abstracto ni genérico; se consideraba a tal hombre, a tal ciudad, a tal provincia; esta ciudad tenia una situación especial, que resultaba de su pasado, de derechos que había adquirido en tales y cuales circunstancias, y que constituían su pequeño código aparte; y lo mismo sucedía con los hombres, con los nobles por lo menos: el Rey jamás les hablaba en conjunto, sino a tal o a cual. Cuando iban a la guerra, se sobrentendía que lo hacían por un llamado especial, hecho a ellos o al menos a su familia, a su provincia. Rousseau supone un contrato vago que fundiría todos los derechos recíprocos del hombre y del Estado. Bajo el antiguo régimen, este contrato no era vago, ni absoluto, ni aplicable como el de Rousseau a todos los hombres y a todos los países: cada ciudad, cada provincia, cada familia noble, tenia sus derechos y sus deberes particulares, expresamente consentidos, siempre originales y especiales, su pequeño contrato social el cual, a diferencia del de Rousseau, no era absoluto, total, ni ideal, ni concluido entre el individuo y el Estado, sino siempre entre un grupo o una familia y el Estado y era real. Todo eso ha cambiado: una ciudad, una provincia, no son consideradas en adelante por el legislador por los derechos que ellas han adquirido, por los tratados que han celebrado, ni siquiera porque tienen tal o cual genero de población, de situación, etc., sino solamente por lo que tienen en común con todas las ciudades y todas las provincias: el número de habitantes, el tamaño de su territorio, etc.
  También habrá, por lo demás, leyes que se refieren a las particularidades mencionadas: pero tendrán aun un carácter general y abstracto, y serán hechas, no considerando la ciudad, sino la situación, concebida en general, en que se encuentra.
  Estas leyes nuevas no existen ni en el tiempo ni en el espacio. En adelante, ciudades, provincias, familias, ya no tendrán historia, o por lo menos, el legislador no la tendrá en cuenta: todos esos hechos que modificaban poco a poco el derecho publico de cada rincón de provincia, que constituían el fundamento de su estatuto, servían para interpretar sus costumbres, ingresan de ahora en adelante en el dominio privado; la ley ya no conoce sino individuos, es decir, abstracciones; se ocupa de Burdeos en calidad de ciudad de 60.000 almas [Burdeos en 1789], de Pedro o Pablo en calidad de ciudadanos de tal edad, etc.”.

En relación a este punto de vista contrarrevolucionario, interesan los artículos de Pérez Luño, Antonio Escuela Histórica y Derecho Natural, y de Vallet de Goytisolo, Juan Revolución, Historicismo y Tradición en el hallazgo, conservación y progreso del Derecho, incluidos en AAVV Revolución; Conservadurismo;Ttradición. Speiro, S.A. Madrid, 1974, pp. 135-156 y pp. 175-205 respectivamente.
[9] Cf. AAVV Poder y Libertad. Speiro, S.A. Madrid, 1970, particularmente los artículos allí incluidos de Gambra, Rafael Libertad en la Sociedad Tradicional Cristiana y en la sociedad de masas, pp. 123-140; Vegas Latapie, Eugenio Origen y Fundamento del Poder, pp. 143-155;y de Elías de Tejada, Francisco Poder y Autoridad: Concepción Tradicional Cristiana, pp.157-175.
[10] Cf. Burke, Edmund. Reflexiones sobre la Revolución Francesa y otros escritos. Ediciones Dictio. Buenos Aires, 1980. Estudio preliminar, traducción y notas de Julio Irazusta. Este libro incluye además Consideraciones sobre la situación de Francia y Carta a un miembro de la Asamblea Nacional, traducidos por Gustavo A. Piemonte.
[11] Cf. De Maistre, Joseph. Consideraciones sobre Francia. Fragmentos sobre Francia. Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas. Ediciones Dictio. Buenos Aires, 1980. Traducción y notas de Gustavo A. Piemonte; y Estudio sobre la Soberanía. Ediciones Dictio. Buenos Aires, 1978. Biblioteca Dictio-Vol.6 Sección Política. Traducción y notas de Roberto Horacio Raffaelli [Texto] y Gustavo Piemonte [Citas latinas y griegas].
[12] Cf. Ousset, Jean. La Revolución. Verbo. Año XXX Nº 284 Julio 1988, pp. 45-74.
[13] Cf. Correa de Oliveira, s.f.: Sigue un proceso: 19-30, particularmente pp.19-25, véase también del mismo autor la III Parte del libro Revolución y Contra-revolución. Resistencia. Año III No. 3 [1977] y su Autorretrato Filosófico. Tradición Familia Propiedad Informa. Buenos Aires, Enero-Febrero de 1997, Año VIII-Nº 56, pp. 3-27, particularmente pp.3-10; Meinvielle, Julio. El Comunismo en la Revolución Anticristiana. Cruz y Fierro Editores. Buenos Aires, 1982, pp.55-65; de interés es el libro de Boixadós, Alberto. La IV Revolución Mundial. Gladius. Buenos Aires, 1997.
[14] Cf. Tönnies, Ferdinand. Desarrollo de la Cuestión Social. Editorial Labor S.A. Barcelona, 1927. Colección Labor-Biblioteca de Iniciación Cultural. Sección X Economía Nº 116. Traducción de Manuel Reventós; sobre los efectos sociales de la Revolución industrial ver Engels, Friedrich. La situación de la clase obrera en Inglaterra incluida en Karl Marx y Friedrich Engels Obras [OME]. Editorial Critica, S.A. Barcelona, 1978. Volumen 6.Traducción de León Mames, pp.249-544.
[15] Para entender el papel de la edad media en el pensamiento contrarrevolucionario, debe tenerse presente que como escribe Eric Hobsbawm [Citamos extensos fragmentos de este conocido historiador ingles, que ha tenido un importante papel en el desarrollo de la historiografía marxista y en la construcción de la historia social como campo de estudio, en orden a facilitar la comprensión del contexto en que se articula el pensamiento contrarrevolucionario así como de sus notas distintivas, desde una perspectiva no adscripta a ese punto de vista., ya que pese al sesgo de su interpretación, entiendo que los hechos que refiere  admiten una lectura alternativa.]:

“Por muy ineficaz y opresivo que el viejo sistema tradicional hubiera sido también era un sistema de considerable seguridad económica y social en el más bajo nivel; sin mencionar que estaba consagrado por la costumbre y la tradición. Las hambres periódicas, el exceso de trabajo que hacia a los hombres viejos a los cuarenta años y a las mujeres a los treinta, eran obra de Dios; sólo se convertían en obras de las que pudiera considerarse responsables a los hombres en épocas de dureza anormal o de revolución. Desde el punto de vista del campesino, la revolución legal no le daba más que derechos legales, pero le tomaba mucho. Así, la emancipación en Prusia le concedía los dos tercios o la mitad de la tierra que ya había cultivado y le liberaba del trabajo forzoso y otros tributos, pero le privaba en cambio del derecho a la ayuda del señor en tiempos de mala cosecha o plagas del ganado; del derecho a cortar o a comprar barata la leña en el bosque del señor; del derecho a la ayuda del señor para reparar o reconstruir su casa; del derecho, en caso de extrema pobreza, a pedir la ayuda del señor para pagar los impuestos;  del derecho a que sus animales pastaran en el bosque del señor. Para el campesino pobre, esto parecía un contrato casi leonino. La propiedad de la Iglesia podía haber sido ineficiente, pero este hecho favorecía a los campesinos, ya que su costumbre tendía a convertirse en derecho de prescripción. La división y cercado de los campos, pastos y bosques comunales, privaba a los campesinos pobres de recursos y reservas a los que creían tener derecho, como parte de la comunidad que eran. El mercado libre de la tierra significaba que, probablemente, tendrían que vender las suyas; la creación de una clase de empresarios rurales suponía que los mas audaces y mas listos los explotarían en vez - o además - de los antiguos señores. Al mismo tiempo, la introducción del liberalismo en la tierra era como una especie de bombardeo silencioso que conmovía la estructura social en la que siempre habían vivido y no dejaba en su sitio más que a los ricos: una soledad llamada libertad.” (Hobsbawm, 1988: 162-163).

 En este contexto  surgen sistemas de pensamiento en los que, según Hobsbawm:

“La carga principal de su critica era que el liberalismo destruía el orden social o la comunidad que el hombre considerara en otro tiempo como esencial para la vida, sustituyéndola por la intolerable anarquía de la competencia de todos contra todos (<<cada hombre a lo suyo y que el diablo se lleve al ultimo>>) y la deshumanización del mercado. Sobre este punto los conservadores y los revolucionarios antiprogresistas, o sea, los representantes de los ricos y los pobres, tendían a coincidir incluso con los socialistas, convergencia muy marcada entre los románticos [...] que produjo fenómenos como la <<democracia tory>> o el <<socialismo feudal>>. Los conservadores tendían a identificar el orden social ideal - o al menos el ideal practicable, pues las ambiciones sociales de los bien acomodados son siempre mas modestas que las del pobre - con cualquier régimen amenazado por la doble revolución [Industrial y Francesa (Nota de A.O.R.Salvador)], o con alguna especifica situación del pasado, como por ejemplo el feudalismo medieval. También, naturalmente, daban gran importancia al elemento de <<orden>> que era el que salvaguardaba a los que ocupaban los peldaños superiores de la jerarquía social, contra los que estaban en los inferiores. Los revolucionarios, como hemos visto, pensaban más bien en alguna remota edad de oro en la que las cosas iban bien para el pueblo, pues ninguna sociedad actual es realmente satisfactoria para los pobres. También daban mas importancia a la ayuda mutua y al sentimiento de comunidad de tales épocas que a su <<orden>>.
  Sin embargo, ambos coincidían en que en algunos importantes aspectos el antiguo régimen había sido o era mejor que el nuevo. En él, Dios había hecho a los de arriba y a los de abajo y ordenado su condición, lo que gustaba a los conservadores, pero también imponía obligaciones (cumplidas a la ligera y de mala manera muchas veces) a los de arriba. Los hombres eran desigualmente humanos, pero no mercancías valoradas según el mercado. Sobre todo vivían juntos, en tensas redes de relaciones sociales y personales, guiados por el claro mapa de la costumbre, las instituciones sociales y la obligación. Sin duda Gentz, el secretario de Metternich, y el periodista ingles radical y demagogo William Cobbett (1762-1835) tenían en la mente un ideal medieval muy diferente, pero ambos atacaban igualmente a la Reforma, que  - sostenían - había introducido los principios de la sociedad burguesa. E incluso Friedrich Engels, el mas firme de los creyentes en el progreso, pinto un cuadro tiernamente idílico de la antigua sociedad dieciochesca destruida por la Revolución industrial.
  Careciendo de una coherente teoría de la evolución, los pensadores antiprogresistas encontraban difícil decidir que era lo que había fracasado. Su culpable favorito era la razón, o mas específicamente el racionalismo del siglo XVIII, que tonta e impíamente trataba de plantear problemas demasiado complejos para el entendimiento y la organización humanos: las sociedades no podían ser proyectadas como las maquinas. <<Lo mejor seria olvidar de una vez para siempre - escribía Burke - la Enciclopedia y todo el conjunto de los economistas, y volver a aquellas antiguas reglas y principios que hicieron antaño grandes a los príncipes y felices a las naciones.>> [Letter to the Chevalier de Rivarol, 1 de junio de 1791 (Nota de E. Hobsbawm)]. El instinto, la tradición, la fe religiosa, la <<naturaleza humana>>, la <<verdad>> como opuestos a la <<falsa>> razón fueron concitados, dependiendo de la propensión intelectual del pensador, contra el racionalismo sistemático. Pero, sobre todo, el conquistador de este racionalismo iba a ser la historia.
  Pues si los pensadores conservadores no tenían el sentido del progreso histórico, tenían en cambio un sentido agudísimo de la diferencia entre las sociedades formadas y estabilizadas natural y gradualmente por la historia y las establecidas de pronto por <<artificio>>. Si no podían explicar por que los trajes históricos tenían buen corte - de hecho negaron que lo tuvieran -, podían explicar admirablemente como el largo uso los hacia cómodos. El esfuerzo intelectual mas serio de la ideología antiprogresista fue el del análisis histórico y la rehabilitación del pasado, la investigación de la continuidad contra la revolución. Sus exponentes mas importantes fueron, por tanto, no los extravagantes franceses emigrados como De Bonald (1753-1840) y Joseph de Maistre (1753-1821), que intentaron rehabilitar un pasado muerto, a veces con argumentos racionalistas casi delirantes, aun cuando su objeto fuera establecer las virtudes del irracionalismo, sino hombres como Edmund Burke en Inglaterra y la <<escuela histórica>> alemana de juristas, que legitimo un antiguo régimen, existente todavía, en función de su continuidad histórica.” (Hobsbawm, 1988: 249-251).

El rechazo del estado de cosas resultante de la Revolución Industrial y Francesa y el interés por la Edad Media se advierte también en las artes, al respecto escribe Hobsbawm:

 “Nunca es prudente desdeñar las razones del corazón de las que la razón nada sabe. Como pensadores dentro de los limites de referencia fijados por los economistas y los físicos, los poetas se encontraban superados, pero no sólo veían más profundamente que aquellos, sino algunas veces con mucha mayor claridad. Pocos hombres advirtieron el terremoto social causado por la maquina y la factoría antes que William Blake, en la década 1790 -1800, cuando todavía había en Londres poco más que unos molinos de vapor y unos ladrillares. Salvo raras excepciones, los mejores comentarios sobre el problema de la urbanización en Inglaterra se debieron a los escritores imaginativos, cuyas observaciones parecían muchas veces nada realistas, y demostraron ser un utilísimo indicador de la gran evolución urbana de París [L. Chevalier, Clases laborieuses et classes dangereuses à Paris dans la premierère moitié du XIXe siècle, París, 1958 (Nota de E. Hobsbawm)]. Carlyle fue para Inglaterra en 1840 un guía mas profundo - aunque mas confuso - que el diligente estadístico y compilador J.R. McCulloch; y si J.S. Mill es mejor que otros utilitaristas es porque una crisis personal le permitió ser el único de ellos que aprecio el valor de las críticas alemana y romántica de la sociedad: de Goethe y de Coleridge. La crítica romántica del mundo, aunque mal precisada, no era ni mucho menos desdeñable.
  El anhelo que se convertía en obsesión en los románticos era la recuperación de la unidad perdida entre el hombre y la naturaleza. El mundo burgués era profunda y deliberadamente antisocial. <<Es cruel tener que rasgar los fuertes lazos feudales que atan al hombre a sus “superiores naturales”, y no dejar otro nexo entre hombre y hombre que el desnudo egoísmo, que el duro “pago al contado”. Los mayores éxtasis de fervor religioso, de entusiasmo caballeresco, de sentimentalismo filisteo, se han ahogado en el agua helada del calculo egoísta. La dignidad personal se ha resuelto en valor de cambio, y en lugar de las innumerables e inquebrantables libertades, se alzó esa libertad única e inconsciente: la libertad de comercio.>> La voz que dice esto es la del Manifiesto comunista, pero por ella habla también todo el romanticismo. Ese mundo puede proporcionar riqueza y bienestar a los hombres - aunque también parecía evidente que a otros, en numero infinitamente mayor, los torna hambrientos y miserables -, pero dejó sus almas desnudas y solas. Los dejó sin patria y sin hogar, perdidos en el universo como seres <<enajenados>>. Un corte revolucionario en la historia del mundo les impide evitar esa <<enajenación>> con la decisión de no abandonar jamás su viejo hogar. Los poetas del romanticismo alemán sabían mejor que nadie que la salvación consistía en la sencilla y modesta vida de trabajo que se vivía en aquellas pequeñas e idílicas ciudades preindustriales, que salpicaban los paisajes de ensueño por ellos descritos de la manera mas irresistible. Y, sin embargo, sus jóvenes tenían que abandonarlas para emprender la busca inacabable de la <<flor azul>> o simplemente para vagar sin fin, llenos de melancolía cantando melodías de Eichendorff o de Schubert. La canción del vagabundo es su tonada, la nostalgia su constante compañera. Novalis llegó a definir la filosofía en términos de nostalgia [Ricarda Huch, Die Romantik, I, p.70 (Nota de E. Hobsbawm)].
  Tres fuentes mitigaron la sed producida por la perdida armonía entre el hombre y el mundo: la Edad Media, el hombre primitivo (o, lo que es lo mismo, lo exótico y lo popular), y la Revolución francesa.
  La primera atrajo sobre todo al romanticismo de reacción. La ordenada y estable sociedad de la época feudal, con su grave y lento paso, coloreada por la heráldica, rodeada por el sombrío misterio de los bosques llenos de hadas y cubierta por el dosel del indiscutido cielo cristiano era el evidente paraíso perdido de los conservadores adversarios a la sociedad burguesa, cuyo gusto por la devoción, lealtad y un mínimo de cultura entre los mas modestos no había hecho sino agudizar la Revolución francesa. Con las mas naturales variaciones locales, ese era el ideal que Burke en sus Reflections on the French Revolution (1790). Pero donde este sentimiento encontró su clásica expresión fue en Alemania, país que en aquel periodo adquirió algo así como el monopolio de los sueños medievales, quizá porque la pulcra Gemuetlichkeit que parecía reinar en los castillos del Rin y las casa de la Selva Negra, se prestaba mejor a la idealización que la inmundicia y la crueldad de los países más genuinamente medievales [<<O Hermann, o Dorothée! Gemuethlichkeit! - escribía Gautier, quien, como todos los románticos franceses, adoraba Alemania -. Ne semble-t-il pas que l`on entend du loin le cor du postillon?>> (P. Jourda, L`exotisme dans la littérature française depuis Chateaubriand, 1939, p. 79.) (Nota de E. Hobsbawm)]. En todo caso, el medievalismo fue un componente del romanticismo alemán mucho mas fuerte que los demás e irradió fuera de Alemania, bien en la forma de óperas y “ballets” románticos (como el Freischuetz de Weber o Giselle), de cuentos de hadas como los de Grimm o de las teorías históricas que inspiraron a escritores como Coleridge o Carlyle. A pesar de ello, el medievalismo, en la forma mas generalizada de una restauración gótica, fue la divisa de los conservadores y especialmente de los religiosos antiburgueses en todas partes. Chateaubriand exalto en El genio del cristianismo (1802) el gótico frente a la revolución; los defensores de la Iglesia de Inglaterra lo favorecían contra los racionalistas y no conformistas cuyos edificios seguían siendo clásicos; el arquitecto Pugin y el ultrarreacionario y catolizante <<Movimiento de Oxford>> de la década de 1830 eran  goticistas hasta la medula. Entretanto, desde las brumosas lejanías de Escocia - país capaz de todos los sueños arcaicos, como la invención de los poemas de Ossian- el conservador Walter Scott abastecía a Europa con otra serie de imágenes medievales en sus novelas históricas. El hecho de que las mejores de sus novelas trataran con fidelidad periodos históricos recientes escapó a la atención del publico.
  Al lado de esta preponderancia del medievalismo conservador, que los gobiernos reaccionarios de después de 1815 trataron de aprovechar en sus destartaladas justificaciones absolutistas [Aquí Hobsbawm remite a las pp. 234-235, las que reproducimos al termino de esta cita  (Nota de A.O.R.Salvador)], el ala izquierda del medievalismo carecía de importancia. En Inglaterra existía principalmente como una corriente en el movimiento radical popular que tendía a ver el período anterior a la Reforma como una edad de oro del trabajador y la Reforma como el primer paso hacia el capitalismo. En Francia fue mucho más importante, pues allí no puso su énfasis en la jerarquía feudal y el orden católico, sino en el pueblo eterno, doliente, turbulento y creador: la nación francesa reafirmando siempre su identidad y su misión. El más grande de esos medievalistas democráticos y revolucionarios fue el historiador y poeta Jules Michelet; y El jorobado de Nôtre Dame, de Víctor Hugo, el producto más conocido de aquella preocupación.” (Hobsbawm, 1988: 267-269).

Sobre la derivación política del interés por Edad Media escribe Hobsbawm:

 “Para la mayor parte de los gobiernos establecidos era evidente que el jacobinismo amenazaba a los tronos y que las iglesias los defendían. Sin embargo, para un grupo de intelectuales e ideólogos románticos, la alianza entre el trono y el altar tenía un significado más profundo: el de preservar a una sociedad antigua, orgánica y viva de la corrosión de la razón y el liberalismo; el individuo encontraba en  esa alianza una expresión más adecuada de su trágica condición que en cualquier solución preconizada por los racionalistas. En Francia e Inglaterra tales justificaciones de la alianza entre el trono y el altar no tuvieron gran importancia política. Ni tampoco la búsqueda romántica de una religión trágica y personal. (El explorador más importante de estas profundidades del corazón humano, el danés Sören Kierkegaard [1813-1855], procedía de un país pequeño y apenas llamó la atención de sus contemporáneos: su fama es totalmente póstuma.) No obstante, en los estados alemanes y en Rusia, los intelectuales romántico-reaccionarios, bastiones de la reacción monárquica, tuvieron su papel en la política como funcionarios civiles, redactores de manifiestos y programas, e incluso como consejeros personales en donde los monarcas tendían al desequilibrio mental, como Alejandro I de Rusia y Federico Guillermo IV de Prusia. Pero, en conjunto, los Friedrich Gentz [Sobre Von Gentz véase a Calderón Bouchet, 1983: 40-41 (Nota de A.O.R.Salvador)] y los Adam Müller eran figuras menores y su medievalismo religioso (del que desconfiaba el propio Metternich) fue simplemente una ligera fachada tradicionalista para disimular a los policías y censores en los que los reyes confiaban. La fuerza de la Santa Alianza de Rusia, Austria y Prusia, destinada a mantener el orden en Europa después de 1815, residía no en su apariencia de cruzada mística, sino en su firme decisión de contener cualquier movimiento subversivo con las armas rusas, prusianas o austríacas. Por otra parte, los gobiernos genuinamente conservadores solían desconfiar de los intelectuales y los ideólogos, por reaccionarios que fueran, pues, una vez aceptado el principio de que valía más pensar que obedecer, el fin no podía tardar mucho. En 1819 Friedrich Gentz (secretario de Metternich) escribía a Adam Müller:

    Continúo defendiendo la proposición: <<Para que la prensa no pueda abusar, nada se imprimirá en los próximos ... años>>. Si este principio se aplicara como norma de gobierno por un Tribunal claramente superior, dentro de poco encontraríamos nuestro camino hacia Dios y la Verdad.
[Briefwechsel zwischien Fr. Gentz und Adam Müller, Gentz a Müller, 7 de octubre de 1819 (Nota de E. Hobsbawm)].

Pero si los ideólogos antiliberales tuvieron escasa importancia política, su vuelo desde los horrores del liberalismo hasta un pasado verdaderamente religioso y orgánico tuvo un considerable interés religioso, ya que produjo una patente recuperación del catolicismo romano entre los jóvenes sensibles de las clases altas. ¿No había sido el protestantismo el precursor directo del individualismo, el racionalismo y el liberalismo? ¿Podía una verdadera sociedad religiosa curar por sí sola las dolencias del siglo XIX, si no era la verdadera sociedad cristiana de la católica Edad Media? [ Aquí Hobsbawm remite a la nota 16 (Nota de A.O.R.Salvador)] Como de costumbre, Gentz expresó la atracción del catolicismo con una claridad impropia del tema:

   El protestantismo es la primera, la verdadera, la única fuente de todos los tremendos males que hoy nos abruman. Si se limitara a razonar, podíamos haberlo tolerado, pues la tendencia a discutir está muy arraigada en la naturaleza humana. Sin embargo, una vez que los gobiernos acceden a aceptar el protestantismo como una forma tolerada de religión, como una expresión del cristianismo y un derecho del hombre; una vez que ... le conceden un lugar al lado del Estado, o incluso sobre sus ruinas, la única iglesia verdadera, el orden religioso, moral  y político del mundo se disuelve inmediatamente ... Toda la  Revolución Francesa y hasta la peor revolución que está a punto de estallar sobre Alemania, proceden de esta misma fuente.
[Gentz a Müller, 19 de abril de 1819 (Nota de E. Hobsbawm)].”  (Hobsbawm, 1988: 234-236).

[Sobre el carácter Revolucionario del Protestantismo, presenta particular interés lasa consideraciones que hace Plinio Correa de Oliveira en su libro Revolución y Contra -Revolución donde trata con detalle la relación que existe entre lo que llama Pseudo-Reforma, la Revolución Francesa y el comunismo, como expresiones del proceso revolucionario  (Correa de Oliveira, s.f.: 9-11 y  particularmente Capitulo III Caracteres de esa Crisis:17-30, ver 5. B Pseudo-Reforma y Renacimiento: 21-23], también es particularmente valioso el texto de la conferencia de Enrique Zuleta Puceiro titulada Etica Protestante y Estado Moderno [Verbo (España) Serie XVI, núms. 159-160 noviembre-diciembre 1977, pp. 1411-1443]. Escribe Hobsbawm que:

“En Francia y Alemania, la palabra <<romántico>> puede decirse que había sido inventada como un lema antirrevolucionario por los conservadores antiburgueses de finales de la década 1790-1800 (con frecuencia viejos izquierdistas desilusionados), lo que explica el hecho de que cierto número de pensadores y artistas de esos países, quienes según el criterio moderno deberían ser considerados románticos, estén tradicionalmente excluidos de esta calificación.” (Hobsbawm, 1988: 271).

De interés es el trabajo de Miguel Ayuso Ideología Romántica y Catolicismo de Izquierda. Verbo Año XXX Nº 275 Agosto 1987, pp. 35-45. Félix Adolfo Lamas [Ensayo sobre el Orden Social. Revista Moenia - Las Murallas Interiores de la República. Año VI - Setiembre-Diciembre 1985 - Nros. XXII-XXIII, p. 162] ha llamado la atención sobre el rasgo romántico de los movimientos fascistas:

“Finalmente, dichos movimientos significaron la incorporación de una actitud heroica y poética en la vida política, desteñida o ensangrentada por liberales y comunistas. El fascismo redescubrió, y ése es quizás uno de sus aciertos más perdurables, la vinculación que existe entre la actividad política - como tarea de conducción de los pueblos - y la afectividad del alma humana. El ideal fascista no se dirigía sólo a la cabeza de los hombres; apuntaba también a su corazón, en el cual anida el patriotismo no sólo como virtud sino también como sentimiento; frente al hombre agnóstico y relativista - típica actitud liberal -; y al resentido cargado de odio - el marxista -, el fascismo, en cualquiera de sus formas particulares, ofrecía la opción de vivir peligrosamente, enamorado de un ideal, en el centro del cual estaba la Patria; y confundido con ella, su pueblo.”

y agrega en nota:

“Este ideal romántico de vida choca, fatalmente, con la actitud tecnocrática, que hoy día concreta la convergencia de capitalistas y marxistas dentro del proceso de la Revolución Mundial. De ahí que los tecnócratas se declaren, en todos los casos, enemigos irreconciliables del fascismo.”. [Lamas, 1985: 162 nota 37].

Según R.J. Zwi Werblowsky [en Mas allá de la tradición y de la modernidad. Religiones cambiantes en un mundo cambiante. Fondo de Cultura Económica. México D.F., 1981.Breviarios del Fondo de Cultura Económica 295. Traducción de Rodrigo Ruza, ver I. Secularización y secularismo: proceso cultural y critica ideológica, pp. 13-39 particularmente p. 27], la idealización de un periodo histórico por su significación religiosa no solo se advierte en occidente, así explica Zwi Werblowsky, en el trasfondo de la idea de que las culturas mas antiguas no solo estaban dominadas en algún sentido [preguntándose el autor en cual exactamente] por las instituciones y autoridades eclesiásticas, sino que estaban también, en un sentido distinto y no siempre definido con claridad, mas integradas y empapadas de “religión” en su totalidad, se:

 “esconde la pintura súpersimplificada de una civilización religiosa total idealtypische: trátese de la Alta Edad Media cristiana para Occidente, del tiempo de los cuatro califas rectamente guiados para la mythistoire tradicional musulmana o de la era de Asoka para los budistas.” .

Seria de interés determinar si la idealización de cierto periodo histórico entre los musulmanes y budistas, a la que se refiere  Zwi Werblowsky, se produce como en occidente en el encuentro de una cultura tradicional con una moderna, al respecto escribe Alvaro Ramírez Arandigoyen [en La tradición y el Mundo Moderno. Ediciones Fidelidad. Buenos Aires, 1983, p.13]:

“[...] la Revolución Moderna se expande por todo el mundo aboliendo a su paso cualquier Tradición que exista sobre la tierra. Quiere decir esto que la contradicción entre Revolución y Tradición no se clausura en los limites del ámbito histórico del cristianismo -aun cuando sepamos que allí reside su núcleo y origen- sino que es una contradicción que afecta a todas las religiones y culturas del orbe.”.

Una significativa valoración del carácter religioso de la sociedad política premoderna fue hecha por el Papa León XIII en su Encíclica “Immortale Dei” (1885) en la que aborda la constitución cristiana de los Estados, y en donde describe en estos términos a la Cristiandad Medieval:

 “Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. Entonces aquella energía propia de la sabiduría cristiana, aquella su divina virtud, había compenetrado las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad; la religión fundada por Jesucristo, colocada firmemente sobre el grado de honor y e altura que le corresponde, florecía en todas partes secundada por el agrado y adhesión de los príncipes y por la tutelar y legitima deferencia de los magistrados; y el sacerdocio y el imperio, concordes entre si, departían con toda felicidad en amigable consorcio de voluntades e intereses. Organizada de este modo la sociedad civil, produjo bienes muy superiores a toda esperanza. Todavía subsiste la memoria de ellos, y quedara consignada en un sinnúmero de monumentos históricos, ilustres e indelebles, que ninguna corruptora habilidad ed los adversarios podrá nunca desvirtuar ni oscurecer.”

[Acción Católica Española. Colección de Encíclicas y Cartas Pontificias. Editorial Poblet. Buenos Aires, 1946. IX., pp.153-180 particularmente 28. Confirmación de la Historia, pp. 166-167]. Este fragmento de la Encíclica es citado por Plinio Correa de Oliveira cuando describe cual es el orden de cosas que viene siendo destruido por la Revolución [Correa de Oliveira, s.f.: La destrucción del orden por excelencia, pp. 48-50]. Escribe Plinio Correa de Oliveira (s.f.: 48):

“[...] el orden de cosas que viene siendo destruido es la Cristiandad medieval. Ahora bien, esa Cristiandad no fue un orden cualquiera posible, como serian posibles otros muchos órdenes. Fue la realización, en las circunstancias inherentes a tiempos y lugares, del único orden verdadero entre los hombres, o sea, la civilización cristiana.”.

En función de ello, Correa de Oliveira (s.f.: 83) señala que:

“Si la Revolución es un desorden, la Contra-Revolución es la restauración del Orden. Y por Orden entendemos la paz de Cristo en el Reino de Cristo, o sea, la civilización cristiana, austera y jerárquica, fundamentalmente sagrada, antiigualitaria y antiliberal.”.

Sobre el orden cristiano véanse los valiosos libros de Disandro, Carlos A. Las Fuentes de la Cultura. Editorial Struhart & Cía. Buenos Aires, 1986; Caturelli, Alberto. La Metafísica Cristiana en el Pensamiento Occidental. Ediciones del Cruzamante. Buenos Aires, 1983; y el de Lamas, 1985. En Argentina  el establecimiento de un estado corporativo forma parte del imaginario del Nacionalismo Católico, en este sentido es aconsejable la lectura del libro de Héctor Bernardo El Régimen Corporativo y el Mundo Actual [Adsum. Buenos Aires, 1943; reimpreso en 1985 por Prensa de la Libertad, editora de la Junta Local de La Matanza del Movimiento Nacionalista de Restauración], véase también de Michel Creuzet Los Cuerpos Intermedios [Speiro, S.A. Madrid, 1977], de AAVV Contribución al Estudio de los Cuerpos Intermedios [Speiro, S.A. Madrid, 1968] , AAVV El Municipio en la organización de la Sociedad [Speiro, S.A. Madrid, 1971], y de M. Roberto Gorostiaga El Orden Social Cristiano. Ediciones Iction. Buenos Aires, s.f. Se debe llamar la atención sobre el problema que supone el propósito de recuperar instituciones medievales dentro del marco del Estado Moderno, ya que este implica la supresión material del orden medieval [Cf. Salvador, A.O.R. El Estado y las categorías políticas preestatales Notas sobre estado y sociedad 1. ITGD. Corrientes, 2001], en este sentido la  idea de estado corporativo  supone un anacronismo que debería ser examinado. Durante el periodo que va desde la desaparición del régimen feudal hasta la Revolución de 1789 se articula una organización política y social denominada Antiguo Régimen en el que se asiste tanto a la progresiva consolidación del estado moderno como a la disfuncionalización de las instituciones feudales. Sobre el papel del Estado en relación al colapso de la Cristiandad medieval es particularmente recomendable la lectura del libro de Guillermo Gueydan de Roussel El Verbo y el Anticristo [Ediciones Gladius. Buenos Aires, 1993], también del mismo autor El Estado desenmascarado. Gladius. Año 10 - Nº 31 15 de Diciembre de 1994, pp.53-63. El cambio que implicó la constitución del Estado Moderno para las instituciones medievales se advierte, por ejemplo, en el examen de la idea de propiedad en la época feudal;  según Raymundo M. Salvat [Tratado de Derecho Civil Argentino. Derechos Reales. Tipográfica Editora Argentina S.A. Buenos Aires, 1962. Quinta Edición. Actualizada con textos de doctrina, legislación y jurisprudencia por Manuel J. Argañaraz, pp.10-11] esta suponía una serie de cargas y gravámenes a cargo del paisano o terrateniente que explotaba y trabajaba la tierra  es decir de quien tenia el dominio útil o propiedad útil, mientras que el señor feudal, vasallo del rey, recibía esa retribución en servicio personal o dinero, no solo por ser ellos los que concedían al paisano o terrateniente el uso y goce de las tierras, ya que eran quienes detentaban el dominio directo, propiedad directa o simplemente la directa, sino también por ser quienes prestaban efectivamente a los terratenientes el amparo de su protección y de su fuerza. Ahora el monopolio de la coerción física legitima que reclama el Estado moderno llevara a que el amparo prestado por los señores desaparezca y con ello sus derechos aparecerán al decir de Salvat:

“como simples gabelas injustificadas, como un doble sistema de impuestos que se pagaban sin que ellos respondieran a la prestación de servicio alguno. La propiedad directa, que solo representaba gravámenes y cargas, debía forzosamente desaparecer y quedar únicamente la propiedad útil, es decir, la propiedad de los tenedores de los campos, que eran quienes realmente los trabajaban y explotaban económicamente. Esta transformación fue en Francia obra de la revolución.”.

Véase también Lamas, 1985: La claudicación de la nobleza rural, pp. 103-105. Si atendemos al poder Real, su carácter  absoluto solo es posible en el marco del Estado Moderno [Cf. Salvador, A.O.R. Materiales para el estudio de la formación del Estado Moderno 1 - 6. ITGD. Corrientes, 2001, y La idea medieval de derecho y su abandono como condición para el inicio de la moderna teoría del estado. Cuadro de conjunto de la serie Materiales para el estudio de la formación del Estado Moderno. ITGD. Corrientes, 2001], en este sentido, la Revolución Francesa no es sino la consecuencia lógica del proceso de concentración del poder que se asienta sobre la supresión del orden feudal y del que el absolutismo monárquico es expresión. Según Hobsbawm:

 “La monarquía absoluta, aunque completamente aristocrática e incluso feudal en su ethos, había privado a los nobles de toda independencia y responsabilidad política, cercenando todo lo posible sus viejas instituciones representativas: estados y parlements.” (Hobsbawm, 1998: 64).

Al respecto escribe Cochin (1966: ¿Es la falta de moderación en el ejercicio de la autoridad lo que ha perdido a la monarquía?, pp.84-85):

                  “Libertad de hecho, autoridad de derecho. El Rey lo podía todo en principio: y casi todo en hecho contra un individuo aislado. Pero podía y osaba mucho menos que una mayoría parlamentaria; existían, en efecto, cuerpos constituidos, poderes, etc., que lo detenían a cada paso. Sin embargo, esa autoridad de derecho tendía mas y mas a convertirse en autoridad de hecho, para desgracia de la monarquía: y cosa extraña, en 1789 alcanza su apogeo. Hasta allí, los parlamentos todavía habían resistido; en el 89, obedecieron en todo, y sin decir una palabra. Y cada francés pretendía depender solo del Rey: por esta pretensión ha comenzado la revolución; y cuando estuvo satisfecha, la monarquía ya no existía. Nada mas lógico: es el ultimo termino de la evolución.
  Pero ¿y la lucha parlamentaria entablada por los revolucionarios? ¿las asambleas provinciales, etc.? No hay que dejarse engañar por las palabras: nada podía hallarse mas alejado del antiguo espíritu de libertad de las provincias que aquel que pedía su independencia en el 89. La nobleza liberal y parlamentaria del 89 no tiene ninguna relación con la nobleza  independiente de 1650. Es el movimiento absolutista de 1650 el que va en el sentido de la Revolución. Los verdaderos antepasados de los liberales de 1789 son los cortesanos del gran Rey.”.

Recordemos con Hobsbawm (Hobsbawm, 1998: 67 y 72) que la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano implicaba un régimen que no tenia forzosamente que eliminar a los reyes:

 “Una monarquía constitucional basada en una oligarquía de propietarios que se expresaran a través de una asamblea representativa, era mas adecuada para la mayor parte de los burgueses liberales que la república democrática, que pudiera haber parecido una expresión más lógica de sus aspiraciones teóricas; aunque hubo algunos que no vacilaron en preconizar esta ultima. Pero, en conjunto, el clásico liberal burgués de 1789 (y el liberal de 1789-1848) no era un demócrata, sino un creyente en el constitucionalismo, en un Estado secular con libertades civiles y garantías para la iniciativa privada, gobernado por contribuyentes y propietarios. [...] La Constitución de 1791 evitaba los excesos democráticos mediante la instauración de una monarquía constitucional fundada sobre una franquicia de propiedad para los <<ciudadanos activos>>. Los pasivos, se esperaba que vivieran en conformidad con su nombre.”

;en relación a lo anterior escribe Cochin (1966: Efectos nefastos del Liberalismo de Principios, p. 107):

“El liberalismo de principios. Por donde él ha pasado, en 1789, nada ha cambiado en apariencia; las mismas formas, las mismas relaciones, todo el exterior es el mismo; el cuerpo social, los hombres, las instituciones quedan en pie; en realidad, todo ha muerto. No son sino bolos que esperan la bocha.”.

[16] Cf. Bianchi, Alberto B. Panorama actual de la responsabilidad del Estado en el derecho comparado. La Ley, T.1996-A, Sec. Doctrina, pp.922-953, ver p.926.
[17] Me parece de interés  la caracterización de la doctrina de uno de ellos, La Tour Du Pin (1834-1924) hecha por  Jean Villain S.J. [en su libro La Enseñanza Social de la Iglesia. Aguilar, S.A. de Ediciones. Madrid, 1961. Biblioteca de Ciencias Sociales. Sección Segunda: Sociología. Traducción de Salvador Bordoy, pp. 440-441]:

      “La organización profesional no es, para La Tour du Pin, un problema que se pueda aislar: no se trata solamente de crear corporaciones en el comercio y en la industria; es preciso poner en pie un régimen corporativo y crear un Estado corporativo; no hay que distinguir entre corporativismo social, económico o político; el régimen corporativo es un todo, aunque no sea realizable mas que poco a poco.
Si se piensa entonces:
a) que la consigna de La Tour du Pin es <<contrarrevolución>>; que se trata, para él, ante todo, de poner fin a los excesos de la libertad desplegados desde 1789;
b) que, además, su punto de partida es de orden religioso: es preciso dar a la clase obrera su cristianismo; y
c) que es partidario resuelto de la monarquía,
se ve que en su pensamiento existirá un lazo intimo entre su fe religiosa, su fe monárquica y sus conceptos económicos-sociales.
  Dos consideraciones se manifiestan en la base de sus reflexiones:
  1.ª La clase obrera sufre; presenta reivindicaciones legitimas, a las que es preciso hacer justicia; `pero esto es imposible en el régimen liberal. Ahora bien: dos regímenes se presentan para sucederle:

  <<Solo quedan en presencia dos sistemas: el socialismo de Estado, que pone todas estas instituciones de ayuda a los obreros a cargo del Estado y que llega a hacerse dueño de las empresas, a fin de tener así los medios de recuperarse de los inmensos gastos que le incumben por aquel hecho. O bien el régimen corporativo, en donde los recursos necesarios se forman en el seno de cada familia industrial a medida que prospera la industria.>> (Association Catholique, 1882, tomo I, pág. 362.)

 Y añade:

  <<Para nosotros, la elección no podía ser dudosa: repudiamos la doctrina del socialismo de Estado no menos que la de la libertad del trabajo y reconocemos en principio la necesidad del régimen corporativo, para dar satisfacción a las reivindicaciones que no se podrían aceptar, en el estado actual, sin pedir a los patronos mas de lo que pueden hacer o prometer a los obreros menos de lo que necesitan.>>

  2.ª Para La Tour du Pin no hay mas solución que corporaciones cristianas:

  <<Corporación cristiana, puesto que la corporación será cristiana o no será nada, y para echar los cimientos de una corporación cristiana es preciso, primero restablecer a Dios tanto en el taller como en la escuela, y ante todo en la casa del patrono y en el salón del jefe de industria.>>

  Y esta corporación se incluirá en un Estado cristiano (para La Tour du Pin, monárquico). El objetivo es, pues, finalmente: <<el régimen corporativo en el Estado cristiano>> (ib.).”.

[18] Téngase presente que el Concilio Ecuménico Vaticano II, tuvo importantes consecuencias en relación al pensamiento contrarrevolucionario dando lugar a distintas orientaciones. Cfr. entre una literatura muy extensa a Daujat. Jean. La Iglesia en el mundo moderno. Editorial Huemul S.A. Buenos Aires, 1966. Manuales huemul 13.Traducción de Aída Aráoz; Vegas Latapié, Eugenio. El modernismo después de la Pascendi. Ediciones Speiro. Madrid,1968; Pbro. Núñez, David. Fronteras de la obediencia cristiana de los fieles a las autoridades religiosas, incluido como apéndice en el libro de Gorostiaga, M. Roberto. La misa, la obediencia y el Concilio Vaticano II. Ediciones Fundación. Buenos Aires, 1979; Una Voce Argentina. En defensa de la Misa. Editorial-Iction Roma (81-82-83). Buenos Aires, 1983; Cardenal Ottaviani, Alfredo y Cardenal Bacci, Antonio. Breve Examen Critico del "Novus Ordo Missae". Editorial Iction. Buenos Aires, 1980. Traducción de Gustavo Corbi;  Mons. Lefebvre, Marcel. Si y no. Editorial Iction. Buenos Aires, 1978. Traducción de Roque Raúl Aragón; y del mismo autor Acuso al concilio. Editorial Iction. Buenos Aires, 1978. Traducción de Domingo Demaría; El golpe maestro de satanás. Editorial Iction. Buenos Aires, 1981. Traducción de Aída Aráoz; Le destronaron. Del liberalismo a la apostasía. La tragedia conciliar. Roma Aeterna (104-105-106). Buenos Aires, 1987.
[19] Tenemos aquí presente la acción llevada adelante por Charles Maurras,  al respecto ver su celebre libro Encuesta Sobre la Monarquía. Editorial Circulo. Zaragoza, 1958. Colección de Doctrina Monárquica. Prologo de Luis Maria Anson. Traducción de F. Bertran.
[20] Sobre la asociación entre el trono y el altar véase Montagne, Harvard de la. Historia de la democracia cristiana. De Lamennais a Georges Bidault. Editorial Tradicionalista. Madrid, 1950. Traducción y notas de J.J. Peña Ibañez, particularmente Capitulo Primero: Los católicos ante la Revolución, pp.7-26, en especial El trono y el altar, pp.19-26; también Hobsbawm, Eric. La era de la revolución, 1789-1848. Critica (Grijalbo Mondadori, S.A.). Buenos Aires, 1998. Biblioteca E. J. Hobsbawm de Historia Contemporánea. Traducción de Felipe Ximénez de Sandoval, particularmente 12. Ideología Religiosa, pp.222-237, en especial p. 234; Molnar, 1975: 26 y 131.
[21] Sobre la secularización en la modernidad véase a Rubio, Miguel. El hombre moderno. Apuntes para una antropología desde la modernidad, incluido en  Instituto Superior de Ciencias Morales. Modernidad y Ética Cristiana. PS editorial. Madrid, 1982. Estudios de Ética Teológica 2, pp.13-50, particularmente pp.36-37; Hobsbawm, Op.Cit., 12. Ideología Religiosa, pp.222-237, en especial pp. 222-227 y 14. Ideología Secular, pp. 238-256; Zwi Weblowsky, R.J. Mas allá de la tradición y de la modernidad. Religiones cambiantes en un mundo cambiante. Fondo de Cultura Económica. México D.F., 1981.Breviarios del Fondo de Cultura Económica 295. Traducción de Rodrigo Ruza, ver I. Secularización y secularismo: proceso cultural y critica ideológica, pp. 13-39, y II. Virtud o necesidad: el encuentro cristiano con la secularidad, pp.41-66.
[22] Sin negar la verdad que puede haber en la observación de Hobsbawm, me parece que la misma debe matizarse, como señala Calderón Bouchet:

“La contrarrevolución como movimiento histórico no es un simple reflejo defensivo frente a la amenaza revolucionaria.” (Calderón Bouchet, 1983: 22)

[23] Nota de A.O.R.Salvador: Sobre la guerra de La Vendée véase el libro de Rubén Calderón Bouchet. La contrarrevolución en Francia. Librería Huemul. Buenos Aires, 1967, particularmente II. La guerra de La Vendée, pp.57-134.
[24] Nota de A.O.R.Salvador: En punto a esto, es significativo lo que cuenta Ramiro de Maetzu en Defensa de la Hispanidad [Librería Huemul. Buenos Aires, 1986, p.272]:

“Don Eusebio Zuloaga me contaba que no hace muchos años le guió un cacique indio por las montañas de Bolivia. El indio se apoyaba en un bambú que tenia en el puño una vieja onza española. “¿Quién es ése?” le pregunto Zuloaga, señalando con el dedo la efigie de la onza. “El rey de Castilla, mi rey”, repuso el indio. “¿Cómo tu rey? Aquí en Bolivia tenéis un presidente”, observo Zuloaga. Pero el indio se lo explicó todo: “Ese presidente lo nombra el rey de Castilla. Si no fuera por eso, ¿crees tú que yo me dejaría mandar por un mestizo?” Sin duda ha habido gobernadores en Bolivia que, hasta hace pocos años, han querido fortalecer su prestigio haciendo creer a los indios que los designaba el rey de España. Ello no muestra sino que la obra protectora de los indios a que se dedicó durante tres siglos la monarquía católica española, por medio de toda su organización gubernativa y eclesiástica, ha echado raíces tan profundas en los pueblos de América, que no pueden concebir otra autoridad legitima que la que ella designa.”.

Por otra parte la observación de Hobsbawm también podría hacerse en relación a las luchas Revolucionarias, en cuanto son animadas por objetivos ideales que en la practica fracasaron, tal como se advierte en relación a  las diversas experiencias de ingeniería social realizadas durante el siglo XX.
[25] Véase también de Calderón Bouchet  Una Introducción al Mundo del Fascismo [Editorial Nuevo Orden. Buenos Aires, 1989], libro en el que su autor remite expresamente al anteriormente citado (Calderón Bouchet, 1989: 10). 
[26] Explica Lamas que la Cristiandad Medieval consistía en una unidad totalizadora que:

“[...] sin embargo, no destruía los caracteres diferentes y las estructuras autónomas de sus componentes. Era una unidad de pueblos, razas y geografías. Unidad del arte, la política, la sabiduría, el Derecho, la religión y la economía, sin confusión. Por eso era una verdadera universitas, es decir, una unidad de lo diverso. De ahí también que uno de los grandes temas y preocupaciones medievales haya girado en torno a las atribuciones de competencias en cada orden que conformaba, como parte, el orden total. Nadie podía ostentar una competencia universal u omnímoda; ni el Papa, ni el Emperador, ni los reyes, ni los señores feudales, ni los superiores de las ordenes religiosas, ni los maestros de las corporaciones.” (Lamas, 1985: 63-64).

Véase en Lamas, 1985: La descentralización o pluralismo de competencias, pp. 67-68, y La tendencia hacia la centralización totalitaria, pp.93-95.
[27] Cf. Gambra Gutierrez, Andrés Nación y Nacionalismo incluido en AAVV Revolución;Conservadurismo;Ttradición. Speiro, S.A. Madrid, 1974, pp.117-134. Sobre los llamados Fascismos [en los que se encuentran adscriptos la Guardia de Hierro Rumana, capitaneada por Cornelio Zelea Codreanu; el Nacional Socialismo Alemán; el Rexismo Belga, liderado por León Degrelle; la Falange Española, cuyo fundador y capitán fue José Antonio Primo de Rivera (incluso, parcialmente, el Movimiento aglutinado por Francisco Franco Bahamonde, por lo menos en sus primeras etapas), el Movimiento Portugués liderado por Oliveira Salazar, etc. (Lamas, 1985: 161)] véase Lamas, 1985: La experiencia Fascista, pp. 161-168, también son recomendables los libros de Ploncard d`Assac, 1980 y de Caldearon Bouchet citado en nota 21.
[28] Cf. Puy Muñoz, Francisco. El Mito del Contrato Social, incluido en AAVV. Los Mitos Actuales. Speiro, S.A. Madrid, 1969, pp. 83-104.
[29] Entiendo que un Estado-Nación entendido en el sentido moderno de los términos, no es sino una etapa intermedia hacia un Estado-mundial. No así una organización de la convivencia política [intencionalmente evito el termino Estado] articulado sobre una unidad socio política [como la nación-herencia] clásica. Es importante precisar  el sentido de los términos para evitar confundir la idea de Imperio con la de Estado-Mundial, como se advierte en el libro publicado por el EIR Terror contra el Estado Nacional [Resumen Ejecutivo de EIR. 2001, p. XV, y pp. 101-102, en particular el estudio incluido en ese libro escrito por Silvia palacios y Lorenzo Carrasco El terror ´antiglobal´, pp. 197-232, véase Imperio, pp.209-214].
[30] Recuerda Alfred Verdross [en La filosofía del derecho del mundo occidental. Visión panorámica de sus fundamentos y principales problemas. Universidad Nacional Autónoma de México. México, D.F. 1983. Instituto de Investigaciones Filosóficas. Colección: Filosofía Contemporánea. Serie: Textos Fundamentales.  Traducción de Mario de la Cueva, p.159] que:

 Para la antigüedad, el hombre aparecía primeramente como miembro de una ciudad-Estado y después como miembro de una cosmópolis. En el mundo del Cristianismo, el hombre se elevo a la categoría de miembro del Corpus Christi mysticum el que a su vez adopto en la Edad Media la figura del Sacrum Imperium, organización estamental jerarquizada.

También advierte este autor (Verdross, 1983: 161 - 162) que:

El desmoronamiento del Sacrum Imperium produjo no solamente la emancipación del individuo, sino también la de aquellos poderes territoriales locales que desde mediados del siglo XIV eran designados como civitates superiores non recognoscentes o como civitates qui utuntur jurisdictione imperiale, y que eran comunidades que ejercían la más alta jurisdicción . De esta suerte y en lugar del orden unitario de la Edad Media, organizado jerárquicamente hizo su aparición un cierto número de Estados territoriales, circunstancia que a su vez produjo que el universalismo medieval quedara sustituido por un pluralismo político.

Cf. Puy Muñoz, Francisco. El nominalismo, primera crisis de las ideas de la cristiandad. Verbo (España) Serie XI, núm. 104 abril 1972, pp. 347-368. ], véase también de Francisco Elías de Tejada La Cristiandad Medieval y la crisis de sus instituciones [Verbo (España) Serie XI, núm. 103 marzo 1972, pp.243-280]. Téngase presente como recuerda Francisco Puy [en Federalismo Histórico Tradicional, Federalismo Revolucionario y Cuerpos Intermedios, incluido en AAVV Contribución al Estudio de los Cuerpos Intermedios. Speiro, S.A. Madrid, 1968, pp. 139-140 nota 9] que :

“Hay que tener en cuenta que el sentido de los términos “imperialismo” y “federalismo” ha cambiado en una inversión total. A lo que hoy entendemos que es autentico federalismo se llamó en otros tiempos imperio.”.

[31] Cf. AAVV. Unidad-Unitarismo. Pluralidad-Pluralismo. Speiro, S.A. Madrid, 1975, particularmente el articulo de Flour, Ivonne. Regionalismo y Unidad Nacional, pp. 41-63.
[32] Sobre esta corriente política interesa la lectura de los libros de Samuel W. Medrano Construcción de la Cristiandad en la Argentina [Adsum. Buenos Aires, 1940], y Alberto Escurra Medrano Catolicismo y Nacionalismo [Cruz y Fierro Editores. Buenos Aires, 1991].