Materiales para el estudio de los sacrificios humanos (6)
Andrés Salvador y Liliana
El propósito de este trabajo es
el de examinar desde la perspectiva de la Historia de las Religiones la
practica del homicidio ritual en las sociedades tradicionales, en el marco del
estudio que llevamos adelante sobre la practica del homicidio ritual.
Carácter restringido de la idea de hombre en las sociedades tradicionales. Como vimos en nuestro anterior
trabajo (Salvador-Zagert, 2001)La idea de hombre, como sujeto de derecho,
presenta en las sociedades tradicionales un carácter restringido lo que sorprende al hombre moderno,
cuyo horizonte ético incluye a toda la
humanidad.
El sistema del mundo de las sociedades tradicionales y la asimilación
del extranjero a demonios o fantasmas y aun animales. El hombre de las sociedades arcaicas excluye a
los extranjeros que pueblan el espacio desconocido
que circunda el mundo asimilándolos
a demonios o fantasmas y aun a animales (cf.: Eliade, 1978: 120 nota
47, Eliade, 1992: 32-34; Wilson, 1995:
210).
Consecuencias jurídicas de la idea restringida de hombre como sujeto de
derechos. Esta idea de hombre supone importantes consecuencias jurídicas en
lo que hace al alcance de los derechos reconocidos al extranjero como se
advierte en Grecia y Roma (cf.: Lamas, 1974: 35-37; Vidal-Naquet, 1983:
242-243; Argüello-Peña Guzmán, 1966: 163 y 425; Michelet, 1945: 75; Petit,
1985: 110 y 115; Vogel, 1975: 50; De la Vega de Miguens, 1981: 32; Louzan de Solimano, 1990: 136).
Los acontecimientos esenciales ocurridos ab origene y el tema de la divinidad asesinada. Conforme a lo
expuesto, también es tributaria del “sistema del mundo” de las sociedades
tradicionales, la creencia del homo religiosus
de que el hombre es tal como es hoy día porque han tenido lugar ab origene una serie de acontecimientos
que son narrados por los mitos. Dichos acontecimientos esenciales no son los
mismos para todas las religiones, y dado que no es posible presentar todos los
temas míticos que representan a ese drama primordial, solo nos referiremos a un
tipo que presenta interés para nuestro estudio y que es el de la divinidad asesinada (cf.: Eliade,
1994: 99-100). La historia de las religiones conoce Dioses que desaparecen
porque les dieron muerte los hombres, mas precisamente, los Antepasados
míticos. Su muerte violenta, es creadora, porque a consecuencia de ella,
aparece algo muy importante para la existencia humana. Esa creación, participa
de la sustancia de la divinidad asesinada y, por consiguiente, y prolonga en
cierto modo la existencia. La divinidad, asesinada in illo tempore, sobrevive en los ritos mediante los cuales el
crimen se reactualiza periódicamente; en otros casos, sobrevive en las formas
vivas, plantas o animales, que surgieron de su cuerpo. La divinidad asesinada
no es jamas olvidada por los hombres, y, aun cuando puedan olvidarse algunos
detalles de su mito, no se puede olvidar que es después de su muerte cuando se
hace indispensable a los humanos. Aun
cuando, la morfología de estas divinidades es rica y sus mitos numerosos,
presentan algunas notas comunes que son esenciales: no son cosmogónicas,
habiendo aparecido sobre la Tierra después de la Creación no permaneciendo en
ella mucho tiempo; asesinadas por los hombres, no fueron vengadas ni guardan
rencor a los asesinos; por el contrario,
les muestran como sacar provecho de su muerte. Su existencia es misteriosa y
dramática, ignorándose su origen la mayor parte del tiempo, solo se sabe que
han venido sobre la Tierra para ser útiles a los hombres y que, de su muerte
violenta deriva directamente su obra maestra (cf.: Eliade, 1994: 106-107).
El origen de la actual condición humana en los pueblos
paleo-cultivadores. En el estado actual de la investigación es difícil
precisar en que estadio cultural se articuló netamente este tipo de
divinidades, pero, señala que aunque este tipo de divinidad esta atestiguado en
Australia y, aunque mas raramente, entre los cazadores africanos, los ejemplos mas específicos se encuentran en
los paleo-cultivadores (cf.: Eliade, 1994: 107-108). Para ello se remite al
etnólogo Ad. E. Jensen quien señalaba, a propósito de las estructuras
mitológicas de los moluqueses del archipiélago de Indonesia, que hay dos
arquetipos que parecen aplicarse a numerosos mitos de la creación presentes por
doquier en el mundo a los que llamo
mitos demás (nombre este
tomado de una divinidad Indonesia llamada Dema),
que suponen una divinidad de cuyo cuerpo sacrificado nacieron los tubérculos,
como las patatas, y mitos prometeicos,
que en general están relacionados con el secreto de los cereales robados en el
cielo (cf.: Eliade, 1991: 11, Eliade-Couliano, 1992: 41, 58, Eliade, 1994:
111-115) los que corresponden, respectivamente, a las civilizaciones de los
paleo-cultivadores de tubérculos y de los agricultores propiamente dichos, que
serian los cultivadores de cereales (cf.: Eliade, 1978: 55). Conforme a los
mitos demás, la actual condición de
el hombre, a saber, mortal, sexualizado y condenado al trabajo, es consecuencia
de un asesinato primordial ocurrido in
illo tempore , un Ser divino, con frecuencia una Mujer o una Muchacha, a
veces un Niño, o un Hombre, se dejó inmolar a fin de que los tubérculos o los
arboles frutales pudiesen brotar de su cuerpo. Este primer asesinato ha
cambiado radicalmente el modo de ser de la existencia humana. La inmolación del
Ser divino ha inaugurado tanto la necesidad de la alimentación como la
fatalidad de la muerte y, por vías de consecuencia, la sexualidad, el único
medio de asegurar la continuidad de la vida. El cuerpo de la divinidad inmolada
se transformo así en alimento; su alma ha bajado a la tierra donde ha fundado
el País de la Muerte (cf.: Eliade, 1991: 11). Adviértase, sin embargo, que si
bien la distinción es ciertamente real, es menos rígida de lo que pensaba
Jensen, pues hay bastantes mitos que explican la aparición de los cereales a
partir de un ser primordial inmolado (cf.: Eliade, 1978: 55-56).
Evocación periódica del acontecimiento primordial en los
paleo-cultivadores. Jensen ha demostrado claramente, que nutriéndose o
muriendo el hombre participa de la
existencia de los dema. Para estos
pueblos paleo-cultivadores, lo esencial consiste en evocar periódicamente el
acontecimiento primordial que ha fundado la actual condición humana. Toda su
vida religiosa es una conmemoración, una rememoración. Es decir desempeña un
papel decisivo, el recuerdo, reactualizado por los ritos mediante su
reiteración, del asesinato primordial . Es en este estadio de cultura donde
encontramos el canibalismo ritual, que supone el homicidio ritual. La
preocupación del caníbal es la de no olvidar lo que ha ocurrido in illo tempore. E. Volhardt y Jensen
han demostrado claramente que matando y devorando a las cerdas en ocasiones de
las festividades, comiendo las primicias de la cosecha de tubérculos, se come
el cuerpo divino a igual titulo como entre las comidas caníbales. Sacrificios
de cerdas, caza de cabezas, canibalismo, son simbólicamente solidarios de la
cosecha de los tubérculos o de las nueces de coco. Volhardt despejó al mismo
tiempo que el sentido religioso de la antropofagia, la responsabilidad humana
asumida por el caníbal. Dado que la planta alimenticia no es dada por la Naturaleza por cuanto en el
alba de los tiempos fue creada como producto de un asesinato, el hombre acepta
la caza de cabezas, los sacrificios humanos, el canibalismo, a fin de asegurar
la vida de las plantas. El caníbal asume
su responsabilidad en el mundo, el canibalismo no es un comportamiento natural del hombre primitivo (tampoco se
sitúa en los niveles de cultura mas arcaicos), sino que es un comportamiento
cultural, fundado sobre una visión religiosa de la vida. Para que el mundo
vegetal pueda continuarse, el hombre debe matar y ser matado. No se debe
olvidar, al dar un juicio sobre el canibalismo, que este ha sido fundado por
Seres Divinos, y que lo han fundado para permitir a los humanos asumir una
responsabilidad en el Cosmos, para colocarlos en estado de velar por la
continuidad de la vida vegetal, se trata, pues, de una responsabilidad de orden
religioso, así lo afirman los caníbales uitotos: “Nuestras tradiciones siempre
vivas entre nosotros, aun cuando no danzamos; pero trabajamos únicamente para
poder danzar”. Las danzas consisten en la reiteración de todos los
acontecimientos míticos, incluido también el primer asesinato seguido de
antropofagia (cf.: Eliade, 1991: 12-14, Eliade, 1992: 91-92).
Homicidio ritual de hombres asimilados a animales y vegetales. En
los homicidios rituales la identificación ritual de los hombres con animales y
vegetales se advierte, en punto a la asimilación de hombres con animales, en la
sustitución del hombre por el animal. Por ejemplo (cf.: Eliade, 1978: 464
entrada 86), cuando la flota griega que se dirigía a Troya, se reunió en Áulide
por segunda vez, fue retenida allí durante muchos días por vientos contrarios,
Calcante profetizó que no podrían zarpar si Agamenón no sacrificaba a Ártemis
la mas bella de sus hijas, Ifigenia la que, aunque traída mediante un engaño,
consiente en morir por la gloria de Grecia, ofreciendo su cuello al hacha de
los sacrificios sin una palabra de queja pero, según unos, en el momento
perentorio Ártemis la llevo al Quersoneso Táurico, sustituyéndola en el altar
por una cierva, o una osa, [o una anciana] (cf.: Graves, 1991: 368); también
podemos señalar aquí el sacrificio de Isaac, que examinaremos luego, que Dios
pide a Abraham, en donde finalmente un carnero es ofrecido en holocausto en
lugar de este [Génesis 22, 1-18] (cf.: Martín Nieto, 1964: 33-34). Eliade,
citando a Walter Burkert en Homo Necans
(Berlín 1972), cuenta que en Grecia el sacrificio del cerdo era especifico de
Deméter, y que este autor recuerda que el término griego con que se designaba
el lechón (choiros) significaba en el
leguaje vulgar el órgano sexual femenino; simbólicamente, el sacrificio de un
lechón representaba la muerte violenta de una muchacha (Eliade, 1978: 474-475
entrada 97). La sustitución del hombre por el animal tiene un paralelo en los
sacrificios de seres humanos ritualmente identificados con las víctimas
animales. Athamas mata a su hijo Learco <<como un ciervo>>
(Apoldoro, Bibl., III, 4,3); según
Luciano, en Bambyke, al sacrificar a los niños, se gritaba: <<¡Son
terneros!>> [De dea Syr.,
LVIII] (cf.: Eliade, 1978: 21 nota 3 y 464
entrada 86). Wilson explica el sacrificio de doscientas a trescientas
víctimas nubias, realizado en ocasión del entierro de un funcionario egipcio
llamado Djefa-Hapi (a cuyo cargo se encontraba una factoría fortificada ubicada
en Kerma, en donde Egipto mantenía una colonia fija para fines comerciales y
políticos) tanto en el probable seguimiento de una costumbre local que exigía
sacrificios humanos en gran escala, como en la adopción de la actitud egipcia
hacia los extranjeros la que suponía, conforme vimos, el no reconocimiento de
su humanidad y su asimilación a los
animales (cf.: Wilson,
1995: 208-210; Eliade, 1978: 120 nota 47 y 420 entrada 31). En lo que hace a la
asimilación de hombres con vegetales, Frazer se refiere extensamente a como el espíritu del grano [la solidaridad mística entre el hombre y la vegetación, lleva al hombre arcaico a
pensar, conforme lo explica Frazer, que las plantas y los arboles están
animados de un modo semejante al suyo (cf.: Frazer, 1980: 144)] se manifestaba
en forma humana, encarnado en hombres y mujeres vivientes, y era sacrificado
para promover la fertilidad de los campos (cf.: Frazer, 1980: 159 y 478-509).
Homicidio ritual del extranjero identificado con el espíritu del grano.
Una leyenda, referida por Frazer, cuenta que Lityerses, hijo bastardo del rey
Midas, de Frigia, que habitaba en Celene, acostumbraba a segar las mieses y
tenia un apetito enorme. Cuando acontecía que algún extranjero entraba en sus
mieses o pasaba por allí, Lityerses le daba de beber y comer abundantemente y
después le llevaba a las mieses, en las
orillas del Meandro, y le obligaba a competir con él a segar. Luego envolvía al
extranjero en una gavilla, le cortaba la cabeza con una hoz y se llevaba lejos
su cuerpo envuelto entre las cañas del cereal. Explica Frazer, que hay algún
fundamento para pensar que la historia de Lityerses, describe la costumbre
Frigia de la recolección, conforme la cual
a ciertas personas, en particular forasteros que pasasen por el campo de
siega, se les consideraba como personificaciones del espíritu del cereal y por
ello los segadores los capturaban, los envolvían en gavillas y decapitaban sus
cuerpos atados entre las espigas, arrojándolos finalmente al agua como un
hechizo para la lluvia. Esos fundamentos el autor citado los encuentra en la
semejanza de la historia de Lityerses con las costumbres de los campesinos
europeos en la recolección y, en la frecuencia de los sacrificios humanos que
se ofrendaban para promover la fertilidad de los campos. Al comparar la
historia con las costumbres de recolección de Europa, uno de los puntos que le
merece especial atención es el trato dado a los extraños cuando visitan el
campo de cosecha, o a los forasteros que pasan por allí (cf.: Frazer, 1980:
485-499 particularmente 485-491), y que muestran que aunque morigeradas
practicas asociadas al homicidio ritual del extranjero aun se conservaban entre
los segadores europeos modernos; a semejanza de Lityerses, estos tenían la
costumbre de apoderarse del paseante forastero, al que ataban dentro de una
gavilla. Si bien el paralelo no llega al sacrificio del representante personal
del espíritu del cereal, su lenguaje y sus gestos indicaban el deseo de hacerlo
(cf.: Frazer, 1980: 489-491).
La sangre en los homicidios rituales. La sangre de quienes eran
sacrificados en los homicidios rituales era empleada con frecuencia para
promover la fertilidad de los campos (cf.: Frazer, 1980: 492-499
particularmente 493-494 y 498). Téngase presente que, si el sacrificio humano
constituye una rememoración del asesinato primordial, es el mito de origen el
que nos permite comprender el sentido del uso de la sangre (cf.: Eliade, 1978:
54-55). En orden a ello, podemos recordar que entre los Aztecas, la aspersión
de la imagen de Huitzilopochtli con la sangre de la víctima, se explica por la
renovación del sacrificio primordial que había inaugurado la Quinta Edad (o
Sol) en la que los dioses vertieron su sangre (cf.: Eliade-Couliano, 1992:
42-43).
Podemos concluir que:
1. Es tributaria del “sistema del mundo” de las sociedades tradicionales, la creencia de que el hombre es tal como es hoy día porque han tenido lugar ab origene una serie de acontecimientos que son narrados por los mitos. Uno de los temas míticos que representan a ese drama primordial y que presenta interés para nuestro estudio es el de la divinidad asesinada: Dioses que desaparecen porque les dieron muerte los hombres, mas precisamente, los Antepasados míticos. Su muerte violenta, es creadora, porque a consecuencia de ella, aparece algo muy importante para la existencia humana que participa de la sustancia de la divinidad asesinada y prolonga en cierto modo la existencia. La divinidad, asesinada in illo tempore, sobrevive en los ritos mediante los cuales el crimen se reactualiza periódicamente.
2. Este tipo de divinidad esta atestiguado en Australia y, aunque mas raramente, entre los cazadores africanos, los ejemplos mas específicos se encuentran en los paleo-cultivadores. El etnólogo Ad. E. Jensen señalaba que hay dos arquetipos que parecen aplicarse a numerosos mitos de la creación a los que llamo mitos demás, que suponen una divinidad de cuyo cuerpo sacrificado nacieron los tubérculos, y mitos prometeicos, que en general están relacionados con el secreto de los cereales robados en el cielo. Conforme a los mitos demás, la actual condición de el hombre, es consecuencia de un asesinato primordial ocurrido in illo tempore , un Ser divino se dejó inmolar a fin de que los tubérculos o los arboles frutales pudiesen brotar de su cuerpo. El cuerpo de la divinidad inmolada se transformo así en alimento. Es en este estadio de cultura donde encontramos el canibalismo ritual, que supone el homicidio ritual.
3. En los homicidios rituales se advierte la identificación ritual de los hombres con animales y vegetales. Presenta interés la situación del extranjero en este contexto.
4. El mito de origen el que nos permite comprender el sentido del uso de la sangre de quienes eran sacrificados en los homicidios rituales, empleada con frecuencia para promover la fertilidad de los campos
Eliade, Mircea 1978:
Historia de las creencias y de las ideas religiosas. I. De la prehistoria a los misterios de Eleusis.
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Madrid, ed.
Cristiandad, trad. cast. de J. Valiente Malla, 1978.
Eliade, Mircea 1991:
El Mito del Buen Salvaje.
El Mito del Buen Salvaje.
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Eliade, Mircea 1992:
Lo Sagrado y lo Profano.
Lo Sagrado y lo Profano.
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Eliade,
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Mito y Realidad.
Mito y Realidad.
Madrid, ed. Labor, trad. cast. de Luis Gil, 1994.
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La rama dorada. Magia y religión.
La rama dorada. Magia y religión.
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Graves, Robert 1991:
Los Mitos Griegos 2.
Los Mitos Griegos 2.
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Martín Nieto, E. 1964:
La Santa Biblia.
La Santa Biblia.
Buenos Aires, ed. Paulinas, 1964.
Salvador, Andrés y Zagert, Liliana 2001:
Los sacrificios humanos y la idea de hombre en las sociedades tradicionales.
Los sacrificios humanos y la idea de hombre en las sociedades tradicionales.
Corrientes, ITGD, 2001.
Wilson, John A. 1995:
La Cultura Egipcia.
La Cultura Egipcia.
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