marzo 15, 2018

El [Hombre-]Lobo como símbolo del Tirano = Hombre fuera de Ley en República 565d-566a

El [HOMBRE-] LOBO COMO SÍMBOLO DEL TIRANO = HOMBRE FUERA DE LEY EN REPÚBLICA, 565D-566A
Materiales para el estudio de Historia de la Cultura Jurídica

Salvador, Andrés Raúl Oscar

A Pablo Esteban Vainstein

Caperucita Roja
Gustavo Doré (s. XIX)
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1. Introducción

En un articulo de teología de la historia titulado Leviatán et homo [Gueydan de Roussel, 1993: 57-68] escribe Guillermo Gueydan de Roussel que:

como lo constataba Pierre de Lancre, autor experto en materia de brujería, el diablo querria transformar “la mejor y la mayor parte de los mortales en lobos para devorar a los demás haciendo  muy verdadero aquel dicho de Homo homini lupus” .

[Gueydan de Roussel, 1993: 62-63][1].

y agrega:

Solemos considerar con demasiada ligereza las viejas anécdotas relativas a la licantropía. Tenían una profunda significación. Cuando el hombre salió del Cuerpo de Cristo para entrar en el cuerpo del diablo, se volvió, en efecto, un lobo para el hombre.

[Gueydan de Roussel, 1993: 63].

Atendiendo a la observación hecha por Gueydan de Roussel en punto a la ligereza en la consideración del significado [simbólico] de las anécdotas relativas a la licantropía, en este trabajo y con el fin de precisar un antecedente de la afirmación hecha respecto a la transformación en lobo del hombre que sale del Cuerpo de Cristo, se examina la figura del [hombre-] lobo como símbolo del tirano=hombre fuera de ley en Republica de Platón, 565d-566a.

2. Antecedentes

El simbolismo del lobo y del hombre-lobo. No hemos de examinar aquí el complejo simbolismo del lobo[2], solo señalaremos con Jean Chevalier y Alain Gheerbrant [1999: 652] que este simbolismo entraña dos aspectos:

  1. Feroz y satánico: En <Las actas de Pedro>, obra semignóstica de cerca del año 180, Cristo volverá al final en contra del “lobo devorador” [= Satanás] su propia “negrura” y lo enviará a las llamas [Russell, 1986: 77-78]. En los siglos IV y V, el Diablo con frecuencia aparece en la literatura como lobo [Russell, 1986: 243]; lobos “malos” aparecen en numerosas Fábulas de Esopo [2000: Fabula 38, El labrador y el lobo, pp. 30-31; Fabula 154, El lobo y el caballo, pp. 80-81; una de las colecciones de fábulas base para las ediciones modernas de Esopo se sitúa hacia el siglo V después de Cristo (Esopo, 2000: 5)] y en las de La Fontaine [siglo XVII] se encuentra al lobo “hambriento y cruel” [Pastoureau, 2006: 343].                                                                              
      
    Gmork, el hombre-lobo de la novela fantástica La historia interminable, también conocida como La historia sin fin,  del escritor alemán Michael Ende publicada por primera vez en alemán en 1979 y en la que se basa el guion de la pelicula del género fantasía La historia sin fin [1984] dirigida por Wolfgang Petersen
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  1. Benéfico: así, entre los nórdicos y los griegos, es símbolo de la luz porque ve en la noche, por lo que lo atribuyen a Belen o a Apolo [Apolo Licio]  [Chevalier-Gheerbrant, 1999: 652].

En lo que hace al simbolismo del hombre-lobo, la creencia en ellos: “está atestiguada desde la antigüedad en Europa [...] [y es] uno de los aspectos que sin duda revisten los espíritus de los bosques.” [Chevalier-Gheerbrant, 1999: 654][3]; para Juan-Eduardo Cirlot: “Simboliza la irracionalidad latente en la parte inferior del hombre, la posibilidad  de su despertar. Por ello, sentido similar al de todos los monstruos y seres fabulosos malignos.” [Cirlot, 1958: 266].

Testimonios sobre la creencia en el hombre-lobo. Sobre la creencia en el hombre-lobo, desde la antigüedad a tiempos modernos, es particularmente instructivo el libro Licantropía: historias de hombres lobo en occidente editado por Jorge Fondebrider [2004], al que remitimos y que reúne numerosos mitos, leyendas y textos filosóficos, religiosos, literarios, científicos, antropológicos, legales y periodísticos sobre la materia [Fondebrider, 2004: 5]; no obstante recordemos aquí que un conocido testimonio de la antigüedad sobre un hombre-lobo[4], es el que encontramos en Petronio,  El Satiricón, 2.ª Parte: La Cena de Trimalción, 61-62 [Petronio, 1987: 90-92]. Ya en la edad media, es de interés la historia de San Blas cuyo vinculo con la figura arcaica de un dios lobo es probable [Walter, 2005: 93-95 particularmente  p. 95; Vorágine, 1987: 164-167 particularmente 164 y 165; también Chevalier-Gheerbrant, 1999: 653].


Hombre lobo
  Lucas Cranach el Viejo (s. XVI)
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3. Desarrollo

La teoría de las partes del alma y la teoría política platónica. Para Platón: “la investigación del problema sobre lo que es justo desemboca en la teoría de las ‘partes del alma’” [Jaeger, 1985: 590]; con arreglo a esta teoría, el alma es una estructura compleja, compuesta de tres partes:

1. la concupiscencia [apetitos y deseos mas bajos y carnales];

2. el corazón [emociones superiores]; y

3. el espíritu [razón]  [Brun, 1981: 92-93; Armstrong, 1993: 76-77].

La razón es: “el legitimo conductor del conjunto, que en un alma convenientemente ordenada percibe la verdad y dirige todas las actividades del hombre de acuerdo con lo que ella ve” [Armstrong, 1993: 76]; “Esta división tripartita del alma no tiene solamente un alcance psicológico y ético; tiene también un sentido sociológico [...] En efecto, “hay en el alma del individuo las mismas partes y en igual número que en el Estado” (Rep., IV, 441c).

Para Platón la ciudad ideal debe contener tres clases de ciudadanos, que corresponden a las tres partes del alma, y así como la justicia en el individuo asigna su papel a cada una de estas partes, así también la justicia social consiste en el mantenimiento de las tres clases de la ciudad en su respectivo lugar, de manera que ninguna  se entrometa en las funciones de las otras” [Brun, 1981: 93; también 115-116].

Como todo lo que nace, la ciudad esta sometida al tiempo y por tanto a la corrupción [546a; Brun, 1981: 121] de lo que resultan cuatro formas de gobierno de decadencia que se corresponden a cuatro tipos de hombre y de ciudadano [Brun, 1981: 121]:

1. timocracia-hombre timocrático [545b-550c];

2. oligarquía-hombre oligárquico [550c-555b];

3. democracia-hombre democrático [555b-562a]; y

4. tiranía-hombre tiránico [562a-569c] [Brun, 1981: 121-126; Jaeger, 1985: 726].

Si la justicia consiste en el equilibrio armónico entre las tres partes del alma [Jaeger, 1985: 733] la tiranía basada en el principio de la injusticia [Jaeger, 1985: 744]  implica, como veremos,  su ruptura en beneficio de la parte animal y salvaje de la naturaleza humana[5]. El tirano es el reverso del hombre justo [Jaeger, 1985: 727].
La conversión del hombre en lobo en el libro VIII de la Republica de Platón y su fondo mitológico. En el libro VIII de la Republica, al explicar la conversión del caudillo del pueblo en tirano escribe Platón:

-¿Cuándo empieza el caudillo del pueblo a convertirse en tirano? ¿No es manifiesto que la transición se cumple cuando aquél empieza a hacer algo semejante a lo que cuenta la fábula sobre el templo de Zeus Liceo en Arcadia?
-¿Qué fábula? -preguntó.
-La que cuenta que el que llega a gustar de las entrañas humanas, cortadas en trozos y mezcladas con las de otras víctimas, se convierte inevitablemente en lobo. ¿Nunca lo oíste?
-Sí.
-De igual modo, cuando el caudillo del pueblo, teniendo consigo a la multitud perfectamente sumisa, no se abstiene de verter la sangre de hombres de su propia raza y, mediante acusaciones injustas, procedimiento caro a los de su especie, los arrastra ante los tribunales y mancha su conciencia haciéndoles quitar la vida y gustando él mismo, con lengua y boca impías, la sangre de sus parientes; cuando destierra y ata, prometiendo la condonación de deudas y un nuevo reparto de las tierras, ¿no es acaso inevitable que ese hombre perezca a manos de sus enemigos o que se haga un tirano y se convierta en lobo?

[República, 565d-566a (Platón, 1997: 521-522)]

Como explica Werner Jaeger del mismo modo que quien gusta con su parte de un trozo de carne humana se convierte en lobo: “quien prueba una vez con labios impuros la sangre de los hijos de su pueblo, se convierte en tirano” [Jaeger, 1985: 747].

Es importante atender aquí al fondo mitológico que Platón refleja; al respecto recuerda Jaeger que: “en los valles inaccesibles escondidos entre las montañas de la Arcadia mora un pueblo tosco, de costumbres antiquísimas. Los usos de los antepasados se han mantenido sin quebranto en él hasta los días de la civilización del siglo IV. Todos los años se siguen ofrendando allí, como en los sombríos tiempos prehistóricos, sacrificios humanos al Zeus Liceo” [Jaeger, 1985: 747], según Pierre Grimal: “allí se inmolaba a una persona, y los asistentes <<comulgaban>> devorando sus entrañas. Entonces quedaban convertidos en lobos y conservaban esta forma ocho años, después de los cuales recuperaban la figura humana si, durante este tiempo, no habían comido carne humana” [Grimal, 2004: 320].

Esta practica se asocia al mito del rey Licaón, en relación al cual explica Grimal que: “Un día Zeus quiso conocer por sí mismo a que extremos llegaba su impiedad y, en figura de campesino, fue a pedir hospitalidad al rey. Este le acogió, pero, deseoso de saber si su huésped era verdaderamente un dios, mandó servirle la carne de un niño, ya un rehén que tenía en la corte, ya uno de sus propios hijos, Nictimo, o bien su nieto Árcade, hijo de Calisto y Zeus [...] Zeus, indignado por este banquete, volcó la mesa en un arrebato de cólera y fulminó un rayo sobre Licaón y todos sus hijos, uno tras otro. Gea (la Tierra) intervino a tiempo para detener su brazo y salvar al menor, Níctimo. Éste  fue el que le sucedió en el trono. Según otras leyendas, Licaón fue transformado en lobo” y agrega Grimal: “Esta última versión debe relacionarse con la costumbre de los sacrificios humanos celebrados en honor de Zeus Licio, en Arcadia” [Grimal, 2004: 320][6].


Zeus convierte a Licaón en un lobo
Hendrik Goltzius (s. XVI)
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El lobo como símbolo del tirano y del hombre tiránico. El [hombre-] lobo se presenta entonces como símbolo del tirano y por extensión del hombre tiránico, de los que  Platón nos ofrece un retrato en el libro IX [Brun, 1981: 126; Platón, 1997: 55].

Afirma Jaeger que: “El hombre tiránico y su imperio son el reverso completo del hombre justo y del estado justo” [Jaeger, 1985: 752]; para Platón: “el alma tiránica surge de [...] los apetitos contrarios a la ley” [Jaeger, 1985: 748] y: “[p]ara captar su esencia, tenemos que adentrarnos en el campo de lo subconsciente” [Jaeger, 1985: 748].

En efecto, para Platón el hombre tiránico: “Es aquel [...] que es en la vigilia tal cual era ese hombre soñando” [576b][7] en el que la parte del alma “bestial y feroz” [571c] :

“se insubordina y [...] trata de abrirse paso y satisfacer sus apetitos [...] en esos momentos esa parte del alma a todo se atreve, como si se hubiera desligado y liberado de toda vergüenza y de toda sensatez. No vacila en violar con la imaginación a su madre, o en unirse a cualquiera, sea quien fuese, hombre, dios o animal; no hay asesinato que la arredre, ni alimento del cual se abstenga; en suma, no hay insensatez ni desvergüenza que no esté pronta a realizar.”

[República, 571c-571d (Platón, 1997: 532)] [8]

Sostiene Jaeger que: “En el sueño, cuando el espíritu rompe los frenos de las inhibiciones que le impone la razón y aparece en el hombre en vez de lo domesticado lo salvaje y lo animal, se descubre esta parte de la naturaleza humana de la que, por lo general, ni el mismo hombre tiene conciencia” [Jaeger, 1985: 748-749], es decir que el: “tipo tiránico surge del predominio de una vida instintiva anormal en el alma. Es el fruto de una recaída en su fase prehumana de lo psíquico, la cual, encadenada generalmente a lo subconsciente, sólo vive dentro de nosotros una existencia subterránea.” [Jaeger, 1985: 750].

Para Jaeger: “El hecho de que lo subconsciente aflore en los sueños hasta de los hombres perfectamente normales y dueños de sí mismos, prueba que todo el mundo alberga dentro de sí instintos de este tipo brutal y espantoso.” [Jaeger, 1985: 749], de allí que: “lo tiránico se da en todas las magnitudes, desde el ratero y el salteador hasta el hombre a quien las pequeñas almas de tirano consiguen elevar hasta el poder supremo del estado, sintiendo que alberga en su interior al mayor tirano de todos, la más desenfrenada pasión” [Jaeger, 1985: 752] [9].

El psicoanálisis ha visto en el pasaje de Platón, una alusión al llamado complejo de Edipo [Platón, 1997: 532 nota 2; Jaeger, 1985: 749][10] además de una: “serie de apretados complejos de deseos análogos a éste, que llegan hasta el comercio sexual con los dioses, la sodomía y el simple deseo de asesinar” [Jaeger, 1985:  749].

Adviértase que la observación de que no hay “alimento del cual [el tirano] se abstenga” [República, 571d (Platón, 1997: 532)], como anota Luis Farré hace referencia a la carne humana [Platón, 1997: 532 nota 2], lo que remite a la razón por la que el hombre se transforma en lobo [565d-566a][11].

La rebelión a los Tiranos es obediencia a Dios

Lema del diseño de la Primera Comisión para el reverso de El Gran Sello de los Estados Unidos en 1776, que nunca se utilizó. Este fue un diseño de Benjamin Franklin, originalmente propuesto para el anverso y en el que se presenta una escena alegórica del Exodo, pero el comite eligio el diseño de Pierre Eugene du Simitiere para ese lado. Esta interpretación fue hecha en 1856 por Benson J. Lossing
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El tirano=lobo como el hombre fuera de ley y razón. Cuando Platón dice que el tirano=lobo: “se ha liberado de la ley y la razón” [587c] expresa la creencia griega que, en términos de Jacqueline de Romilly, identifica la ley con un orden racional que es propio del hombre [Romilly, 2004: 122], a la par que introduce una oposición entre hombres y animales:

“Sólo conviene a las bestias salvajes el reinar por la fuerza, pensaban ellos; pero pertenece a los hombres el fijar el derecho por la ley, de hacerlo aceptar por la razón y de obedecer a esos dos poderes, ya que la ley es su reina y la razón su guía” [Lisias, Oración Fúnebre, párrafo 19 (fechado aproximadamente en 390), cit. por Romilly, 2004: 122][12];

de forma que la identificación platónica del tirano con el lobo supone que el tirano se identifica con lo animal[13] y en consecuencia con lo que está afuera de la ley y la razón[14].

Nota sobre el hombre como lobo en el estado de naturaleza en Tomas Hobbes y el lobo como animal pío y dócil ante la recuperación de una situación paradisíaca. Una derivación, de interés para el estudio del pensamiento sociopolítico moderno, de la identificación del hombre con el lobo, se encuentra en la idea hobbesiana de la situación del hombre en el estado de naturaleza resumida en la frase: homo homini lupus [Córdova, 1986: 156][15] que figura en su obra El Ciudadano [1993] en la carta dirigida a Guillermo, Conde de Devonshire con que abre el texto:


“Excelentísimo Señor: según el censor Marco Catón, era voz común en el pueblo romano, nada partidario de reyes por el recuerdo de los Tarquinios y por las ordenanzas de la ciudad, que todos los reyes eran del género de las bestias rapaces. Pero el propio pueblo romano, que había devastado casi todo el orbe de la tierra, desde los africanos y los asiáticos hasta los macedonios y los aqueos, y que había expoliado a otros muchos, ¿qué clase de bestia era? Poncio Telesino expresó atinadamente lo mismo que Catón cuando, al pasar revista a sus tropas en la guerra de la Puerta Collina contra Sila, gritaba que a Roma había que destruirla y arrasarla, y añadía: <<Nunca habrán de faltar lobos, raptores de la libertad itálica, a menos que se tale por completo el bosque en el que suelen refugiarse.>> Por cierto que con razón se han dicho estas dos cosas: el hombre es un dios para el hombre, y el hombre es un lobo para el hombre. El primer dicho se aplica la conducta de los conciudadanos; el segundo, a la de los Estados entre sí. En el primer caso, por la justicia, la caridad y las virtudes de la paz, se aproximan a la semejanza con Dios; en el segundo, por la depravación de los malos, incluso los buenos tienen que recurrir, si quieren protegerse, a las virtudes de la guerra y al engaño, esto es, a la rapacidad animal. Y es el derecho natural que surge de la necesidad de la propia conservación el que impide que esa rapacidad sea un vicio, aunque los hombres se la reprochen mutuamente por su inclinación innata a proyectar en los demás sus acciones, viendo las como en un espejo: la derecha a la izquierda y viceversa. Tal vez alguien se habrá admirado de que en Catón, hombre de celebrada sabiduría, haya podido prevalecer tanto el odio sobre el juicio y la pasión sobre la razón, que llegase a considerar injusto en la conducta de los reyes lo que era justo en la del pueblo, pero ya hace tiempo que opino que nunca un idea eminente ha gustado el pueblo, ni el vulgo ha podido reconocer una sabiduría superior a la corriente porque, o no la comprende o, si la comprende, la trivializa. Los dichos y hechos se le dé griegos y romanos han pasado a la historia no tanto por su razón con su grandeza y, a menudo, por ese carácter de lobos que todos reprueban” [Hobbes, 1993: 2 (Destacado en gris nuestro)].

Esta expresión ya se encuentra -en un escenario distinto- en Plauto, Asinaria [La comedia de los asnos] Acto II, Escena Cuarta, 495: “Cuando una persona te es desconocida, pues es para ti, como un lobo, no un hombre” [Plauto, 2000: 98].

Seria interesante también, examinar con detalle el contraste entre la identificación del hombre con el lobo en el estado de naturaleza, con  la conversión del lobo en un “pío y dócil animal” [Perera, 2001: 56] como resultado de la recuperación de la situación paradisíaca en la tradición cristiana, la que Mircea Eliade explica en los siguientes términos:

 “La mística [...] es lo que mejor revela la restauración de la vida paradisíaca. El primer síndrome de esa restauración es la dominación que volvemos a encontrar sobre los animales. Como se sabe, en el origen, Adan había sido encargado de proveer nombres a los animales (Genesis, II, 19); ahora bien, nombrar a los animales equivale a dominarlos. Santo Tomás explicaba así el poder de Adán sobre la criatura irracional: “El alma domina, por su mandato, sobre los poderes sensitivos, como el apetito irascible y el apetito concupiscible que, en cierto modo, obedecen a la razón. De donde, en estado de inocencia, el hombre dominaba por su mandato sobre los otros animales” [Dom Anselme Stolz, Théologie de la Mystique (trad. francesa, 2ª  ed. Éditions des Bénédictins d`Amay, Chevetogne, 1947) p. 104 (Eliade, 1961: 85 nota 1)]. Pero “el hecho de dar nombres o de cambiar los nombres tiene igualmente un gran papel en los anuncios escatológicos ... El reino mesiánico provoca una conversión moral de la humanidad e incluso una conversión moral de los animales ... que caracterizan el mundo saliendo de las manos de Dios” [Jean Daniélou, Sacramentum futuri, p. 6 (Eliade, 1961: 85 nota 2)]. Y, en este estado místico, los animales están a veces sometidos al santo como lo estaban a Adán. “Las historias de los antiguos Padres del monaquismo nos los muestran a éstos -el hecho no es raro- obedecidos por fieras a las que nutren como si fuesen animales domésticos” [Dom Stolz, op. cit., p. 31 (Eliade, 1961: 85 nota 3)]. San Francisco de Asís prolonga los Padres del desierto. La amistad con las fieras y la dominación espontánea sobre los animales constituyen los signos manifiestos del recobramiento de una situación paradisíaca [Eliade, 1961: 85][16].

San Francisco conduce el lobo a  Gubbio
H.J. Ford (s. XX)
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En este contexto debe entenderse el episodio en que: San Francisco amansó, por virtud divina, un lobo ferocísimo que se cuenta en Florecillas, Capitulo XXI [San Francisco de Asís, 1995: 838-840][17] y que con un final distinto nos presenta Rubén Darío en su memorable poema Los motivos del lobo [Dario, 1951: 105-114][18].

4. Bibliografía

Fuentes

Aristóteles 1999:  
Ética a Nicómaco, Vol. II.
Villatuerta [Navarra], ed. Folio, trad. cast. de Pedro Simón Abril, 1999.

Averroes 1995: 
Exposición de la <<República>> de Platón.
Barcelona, ed. Altaya, trad. cast. de Miguel Cruz Hernández, 1995.

Esopo  2000:  
Fábulas de Esopo - Vida de Esopo.                          
Madrid, ed. Gredos, trad. cast. de P. Bádenas de la Peña, 2000.

Hobbes, Thomas 2003:  
Leviatán o de la materia, forma y poder de una republica eclesiástica y civil.
México, ed. Fondo de Cultura Económica, trad. cast. de Manuel Sánchez Sarto, 2003.   

Hobbes, Thomas 1993:   
El Ciudadano.
Madrid, ed. Debate - C.S.I.C., trad. cast. de Joaquín Rodríguez Feo, 1993.   

Homero  2000:  
Ilíada.                                                           
Madrid, ed. Gredos, trad. cast. de Emilio Crespo Güemes,

Petronio  1987:  
El Satiricón.                                                               
Madrid, ed. Planeta-DeAgostini, trad. cast. de Lisardo Rubio Fernández, 1997.

Platón   1997:  
Republica.
Buenos Aires, ed. Eudeba, trad. cast. de Antonio Camarero, 1997.

Plauto 2000:  
Comedias, I.
Madrid, ed. Gredos, trad. cast. de Mercedes González-Haba,  2000.

marzo 05, 2018

Ficciones orientadoras de la Historia Argentina en Nicolás Shumway

FICCIONES ORIENTADORAS DE LA HISTORIA ARGENTINA
EN NICOLÁS SHUMWAY

Andrés Salvador
A mi Amigo Daniel Manzur

Afiche que recuerda la asunción del General Juan Domingo Perón el 4 de Junio de 1946
y en el que se observan motivos caracteristicos de las ficciones orientadoras argentinas
http://www.taringa.net/posts/apuntes-y-monografias/1277612/4-de-Junio-de-1943_-El-fin-de-la-Decada-Infame_.html
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1. Introducción

En este trabajo nos proponemos examinar el concepto de ficción orientadora en la obra de Nicolás Shumway La invención de la Argentina (2005).

2. Antecedentes

Por el uso que este autor hace de los términos mitología de exclusión [Shumway, 2005: 14], mitos de nacionalidad [Shumway, 2005: 20], mitos de identidad nacional [Shumway, 2005: 24], mitologías [Shumway, 2005: 309], mitos divergentes [Shumway, 2005: 319], nos parece de interés presentar el concepto de mito, sus tipos y su reactualización periódica permitida por los ritos, conforme lo explica la Historia de las Religiones:

El mito en las sociedades arcaicas. En las sociedades arcaicas, los mitos, se entienden no como fábula, invención o ficción sino por el contrario como una historia verdadera de inapreciable valor por ser sagrada, ejemplar y significativa. Para las sociedades arcaicas y tradicionales el tiempo mítico de los orígenes es un tiempo transfigurado por la presencia activa, creadora de los seres sobrenaturales. Es decir estamos ante una:

1. Historia: los mitos constituyen la historia de estos seres sobrenaturales.

2. Verdadera: esta historia se refiere a realidades.

3. Sagrada: por que es obra de los seres sobrenaturales.

4. Ejemplar y significativa: por el hecho mismo de relatar el mito, las gestas de los seres sobrenaturales y la manifestación de sus poderes sagrados, se convierte [el mito] en el modelo ejemplar de todos los ritos y actividades humanas significativas: tanto la alimentación o el matrimonio como el trabajo, la educación, el arte, o la sabiduría [Eliade, 1985: 37-50, Eliade, 1992a: 84-88, Eliade, 1991: 12-13 y 26; AAVV, 1993: 13-22].

Mitos cosmogónicos y mitos de origen. Los acontecimientos míticos, que tuvieron lugar ab origine [Eliade, 1991b: 10], se constituyen por, los mitos cosmogónicos, es decir aquellos que relatan como vino a la existencia el cosmos [Eliade, 1992a: 70], y que se pueden equiparar a los mitos de origen, es decir aquella historia mítica que relata el origen de algo [Eliade, 1991a: 28].

Desde el punto de vista de la estructura los mitos de origen se equiparan al mito cosmogónico. En efecto, al ser la creación del Mundo, la creación por excelencia, la cosmogonía pasa a ser el modelo ejemplar para toda especie de creación. Si bien esto no supone, que el mito de origen imite o copie el modelo cosmogónico, pues no se trata de una reflexión coherente y sistemática. Pero toda nueva aparición, sea de un animal, de una planta o de una institución, implica la existencia de un Mundo. Cuando se trata de explicar como, a partir de un estado diferente de cosas, se ha llegado a la situación actual, por ejemplo, cómo el cielo se ha alejado de la Tierra, o cómo el hombre se ha hecho mortal, el Mundo ya estaba allí, aun cuando su estructura fuera diferente y de que no fuera aún nuestro mundo. Todo mito de origen narra y justifica una situación nueva, nueva en el sentido de que no estaba desde el principio del Mundo. Los mitos de origen prolongan y completan el mito cosmogónico: cuentan cómo el Mundo ha sido modificado, enriquecido o empobrecido [Eliade, 1991a: 28].

Es al mito primordial que le compete conservar la verdadera Historia, la historia de la condición humana: es en él donde hay que buscar y encontrar los principios y los paradigmas de toda conducta [Eliade, 1991b: 12].

Reactualización periódica de los acontecimientos míticos. Dijimos que el mito es el modelo ejemplar de todos los ritos y actividades humanas significativas. El hombre arcaico, se esforzaba por no olvidar lo que había ocurrido in illo tempore y periódicamente, los acontecimientos míticos eran reactualizados, y, además vividos nuevamente: se repetía así la cosmogonía, los gestos ejemplares de los Dioses, los actos fundadores de civilización [Eliade, 1991b: 10].



Panorama Argentino del 1er Centenario 1910
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Es decir, el tiempo mítico sagrado era entonces, indefinidamente recuperable ritualmente [Eliade, 1985: 26-32]. Con la reactualización ritual de los mitos, se asistía de nuevo a las obras creadoras de los seres sobrenaturales, se dejaba de existir en el mundo de todos los días y se penetraba en un mundo transfigurado, auroral, impregnado de la presencia de los seres sobrenaturales [Eliade, 1973: 31-32].

No se trataba de una conmemoración de los acontecimientos míticos, sino de su reiteración [Eliade, 1973: 32]. Las personas del mito se hacían presentes, uno se hacia su contemporáneo [Eliade, 1973: 32]. Esto implicaba que no se vivía ya en el tiempo cronológico, sino en el tiempo primordial, el tiempo en que el acontecimiento tuvo lugar por primera vez, era el tiempo prodigioso, sagrado [Eliade, 1973: 32]. Escribe Eliade que, el <<primitivo>> , el hombre arcaico no conoce ningún acto que no haya sido planteado y vivido anteriormente por otro, otro que no era un hombre. Lo que él hace, ya se hizo. Su vida es la repetición ininterrumpida de gestos inaugurados por otros [Eliade, 1985: 13].

En este contexto, una existencia individual se hace y se mantiene como una existencia plenamente humana, responsable y significativa, en la medida en que se inspira en ese acervo de actos ya efectuados y de pensamientos ya  formulados, y el ignorar u olvidar el contenido de esta memoria colectiva constituida por la tradición equivale a una regresión al estado natural o a un  pecado, a un desastre [Eliade, 1991a: 133].

Los mitos y la responsabilidad del hombre en el plano cósmico. Los mitos le ofrecen entonces al hombre de las sociedades arcaicas, no solo una explicación del mundo y de su  propio modo de existir en el mundo, sino que le permiten al rememorarlos, al reactualizarlos, ser capaz de repetir lo que los Dioses, los Héroes o los Antepasados hicieron ab origene [Eliade, 1991a: 20].

Conocer los mitos es aprender el secreto del origen de las cosas. En otros términos: se aprende no solo como las cosas han llegado a la existencia, sino también donde encontrarlas y como hacerlas reaparecer cuando desaparecen [Eliade, 1973: 26]. El repetir indefinidamente el mismo gesto Arquetípico revelado por el mito, no paralizo la iniciativa humana como podría parecer, antes bien , le permitió conquistar el mundo, organizarlo, transformando en paisaje natural en medio cultural [Eliade, 1973: 158-159].

Justicia Social
Afiche de propaganda exhibido en la muestra Imágenes de la década peronista 1945-1955
que se presentó en el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero en el 2006
http://elburlador.blogspot.com/2006_01_01_archive.html
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En este sentido el hombre asume una responsabilidad en el plano cósmico [diferente de las responsabilidades de orden moral, social o histórico únicas que conocen las civilizaciones modernas] como es la de colaborar en la creación del cosmos, la de crear su propio mundo, la de asegurar la vida de las plantas y de los animales etc. [Eliade, 1992a: 83].

3. Desarrollo

Concepto de ficciones orientadoras. Nicolás Shumway, en su estudio de la <mitología de la exclusión>[1] en la Argentina del siglo XIX [Shumway, 2005: 14], en el contexto del surgimiento de su sentimiento de identidad [Shumway, 2005: 16], señala la existencia de partes constitutivas que llama ficciones orientadoras [Shumway, 2005: 14], esto es ficciones artificiales [como ficciones literarias] que dan a los individuos un sentimiento de nación, comunidad, identidad colectiva y un destino común nacional por lo que también las llama ficciones orientadoras de las naciones [Shumway, 2005: 14-15]. Nuestro autor cita en apoyo del instrumento teórico que construye, una afirmación de Edmund S. Morgan en su libro Inventing the People:

“El éxito en la tarea de gobierno ... exige la aceptación de ficciones, exige la suspensión voluntaria de la incredulidad, exige que creamos que el emperador está vestido aun cuando veamos que no lo está. Para gobernar hay que hacer creer, hacer creer que no puede equivocarse, o que la voz del pueblo es la voz de Dios. Hacer creer que el pueblo tiene una voz o hacer creer que los representantes del pueblo son el pueblo. Hacer creer que todos los hombres son iguales o hacer creer que no lo son.” [Shumway, 2005: 15][2].

Mafalda
Quino [Joaquín Salvador Lavado]
http://patote.fullblog.com.ar/querida_mafalda_861191354311.html
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Los Estados Unidos y sus ficciones orientadoras. Shumway menciona como ficciones orientadoras que apuntalan el sentimiento norteamericano de nacionalidad y objetivos comunes a el destino manifiesto, el crisol de razas, y el “Américan Way of life” [Shumway, 2005: 15], pero solo examina con algún detalle la:

1. Ficción orientadora del gobierno representativo: Para Shumway si bien: “el sistema Federal de los Estados Unidos […] no es en ningún sentido pleno “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Antes bien, las pruebas visibles sugieren que el gobierno norteamericano es, en el mejor de los casos, el gobierno por intereses especiales (incluidos el gobierno mismo y sus diversas agencias) que no representan a nadie más que a sí mismos […] la ficción orientadora del gobierno representativo es a la vez necesaria y positiva: necesaria porque la creencia de que el gobierno representa nuestros intereses mueve a los ciudadanos norteamericanos a obedecer las leyes con un mínimo de coerción; positiva porque nada promueve tanto la reforma como el esfuerzo para que la realidad coincida con la ficción orientadora de la representación” [Shumway, 2005: 15].


El Presidente Barack Obama habla en una sesión conjunta del Congreso de los Estados Unidos
http://en.wikipedia.org/wiki/File:Obama_Health_Care_Speech_to_Joint_Session_of_Congress.jpg
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2. Ficción orientadora del sueño puritano: “el sueño puritano de establecer una Nueva Jerusalén en el desierto americano […] Desde el comienzo los puritanos se definieron como una nación aparte, destinada por elección divina a una prosperidad y virtud ejemplares... Se vieron a sí mismos como modernos israelitas llamados por el Señor para ocupar una tierra prometida; más que la busca de un objetivo social, sus trabajos eran la sagrada peregrinación destinada a fundar la Sión del Nuevo Mundo y ser una luz para las inicuas naciones del Viejo. El sueño puritano resultó una ficción orientadora muy adaptable, y las generaciones subsiguientes de norteamericanos la transformaron en conceptos como la del destino manifiesto y la protección del mundo libre, así como la idea de que los Estados Unidos deberían aspirar a una norma moral más alta que otras naciones, norma que sigue siendo invocada por gente tan distinta como predicadores evangélicos y militante por los derechos civiles” [Shumway, 2005: 19-20]

The Mayflower Compact, 1620
Jean Leon Gerome Ferris
http://en.wikipedia.org/wiki/File:The_Mayflower_Compact_1620_cph.3g07155.jpg
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Surgimiento de las ficciones orientadoras en Europa, Estados Unidos y América hispánica. Explica Shumway, que mientras en Europa, y hasta cierto punto en los Estados Unidos, los mitos de nacionalidad [Shumway, 2005: 20] -que se volverán ficciones orientadoras de las naciones [Shumway, 2005: 19] y sobre los que estas [naciones] podrán  construirse- existían antes de que se formaran las naciones mismas, en la América hispánica las guerras civiles que siguieron a la Independencia, forzaron la aparición de naciones en áreas que carecían de ficciones orientadoras para una nacionalidad autónoma [Shumway, 2005: 20].

En otros términos mientras en Europa y Estados Unidos el concepto (mito) precede  a la realidad política, en la América Hispánica, las ficciones orientadoras son posteriores al hecho político [Shumway, 2005: 20].

Líneas y creadores de las ficciones orientadoras de la historia argentina.  Señalamos  a continuación con beneficio de inventario las líneas de las ficciones orientadoras examinadas por Nicolás Shumway y a algunos de quienes han contribuido a la creación de tales ficciones:

1. Ficciones orientadoras liberales o ficciones orientadoras establecidas [Shumway, 2005: 17]: “la postura liberal, elitista, centrada en Buenos Aires y en las clases altas cultas  que promueven el éxito mediante la imitación de  Europa y  los Estados Unidos al tiempo que denigran la herencia española,  las tradiciones populares y las masas mestizas.  Liberales lúcidos y prolíficos,  de Moreno a los rivadavianos,  Sarmiento y Mitre,  promovieron sus ideologías de exclusión a la vez que estereotipaban a sus enemigos como bárbaros,  enemigos del progreso,  y racialmente inferiores” [Shumway, 2005: 233][3].

Mariano Moreno [41-63]

Bernardino Rivadavia [99-129]

Generación de 1837[131-163 y 165-185]: Esteban Echeverría

Domingo Faustino Sarmiento [187-205]

Bartolomé Mitre [207-231]
2. Ficciones orientadoras populistas (y nacionalistas): “tendencia (o más de una) ideológicamente confusa, mal definida, a menudo contradictoria, en ocasiones fue populista (en caudillos como Artigas y Güemes), reaccionaria (en el clero conservador y en Rosas), la nativista (en la gauchesca de Bartolomé Hidalgo), o genuinamente federalista y progresista (en Urquiza y el último Alberdi). Esta oposición al elitismo liberal no está unificada en una sola idea. De hecho, algunos de sus elementos, tales como la democracia radicalizada de Artigas e Hidalgo, frente al paternalismo aristocrático de Rosas, son profundamente contradictorios” [Shumway, 2005: 233]. Señala Shumway que “esta indefinida, variable e inconsistente oposición al liberalismo argentino tomaría a través de los años una forma visible aunque no siempre fácil de definir” a la que llama nacionalismo [Shumway, 2005: 233].

José Artigas [65-97]

Bartolomé Hidalgo [66-97]

Juan Bautista Alberdi [El último Alberdi (Shumway, 2005: 233)]

Nacionalistas [233-268 y 269-315]:

Carlos Guido y Spano

Olegario V. Andrade

José Hernández [234]


Juan Manuel de Rosas
Gaetano Descalzi (s. XIX)
http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Juan_Manuel_de_Rosas.jpg
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4. Bibliografía

AAVV  1993:       
El Pensamiento Pefilosofico. I. Egipto y Mesopotamia.
México, ed. Fondo de Cultura Económica, trad. cast. de
Eli de Gortari, 1993.

Eliade, Mircea 1992:      
Lo Sagrado y lo Profano.
Barcelona, ed. Labor, trad. cast. de Luis Gil, 1992.

Eliade, Mircea 1991a:   
Mito y Realidad.
Barcelona, ed. Labor, trad. cast. de Luis Gil, 1991.

Eliade, Mircea 1991b:      
El Mito del Buen Salvaje.
Buenos Aires, ed. Almagesto, 1991. 

Eliade, Mircea 1985:      
El Mito del Eterno Retorno.
Barcelona, ed. Planeta-De Agostini, trad cast. de Ricardo Anaya, 1985.

Eliade, Mircea  1973:      
Mito y Realidad.
Madrid, ed. Guadarrama, trad. cast. de Luis Gil, 1973.

Shumway, Nicolás  2005:      
La invención de la Argentina.
Buenos Aires, ed. Emecé, trad. cast. de César Aira, 2005.


Nota del diario LA NACION del dia 4 de Abril de 2003
http://www.sarmiento.org.ar/2003.htm
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[1] Cf. Shumway, 2005: 162.

[2] Existe de esta obra, una traducción castellana de Julio Sierra con el titulo de La invención del Pueblo - El surgimiento de la soberanía popular en Inglaterra y Estados Unidos, ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2006; el fragmento citado se corresponde a las pp. 13-14 de esta edición.

[3] Advierte Shumway: “que el uso de la palabra “liberal” y “liberalismo” en la Argentina es muy distinto al que se le da en Estados Unidos y Europa Occidental” [Shumway, 2005: 233].