marzo 15, 2007

La caracterización de la cultura clásica en un artículo de Alfredo Di Pietro

  La caracterización de la cultura clásica en un artículo 
de Alfredo Di Pietro
 Exposición de sus argumentos

Andrés Salvador

1. Introducción.

Se presentan la caracterización de la cultura clásica hecha por el Dr. Alfredo Di Pietro al explicar los motivos que tornan necesaria la conservación de la cultura clásica  y el modo de hacerlo.

2. Antecedentes.

El articulo de Alfredo Di Pietro que examinamos titulado "La conservación de la cultura clásica" esta incluido en la obra colectiva editada por Patricio H. Randle "La conservación del patrimonio material y espiritual de la Nación" (OIKOS Asociación para la Promoción de los Estudios Territoriales y Ambientales. Buenos Aires, 1982)  en la que se reúnen una serie de trabajos en el que la conservación es entendida como afirmación de lo esencial, distinto de lo accidental y por lo mismo cambiante y como respuesta al concepto de "progreso" absolutizado por la modernidad (1); en su trabajo, Di Pietro explica los motivos que llevan a la conservación de la cultura clásica grecorromana cuya caracterización aquí examinaremos, la que, asumida por el cristianismo,  conforma el espíritu occidental, y el modo en que se debe hacer dicha conservación.

3. Desarrollo.

Al tratar "La conservación de la cultura clásica", Di Pietro desagrega el tema en títulos de los que pasamos a exponer los tres primeros:

¿Que es lo clásico? Por cultura clásica, Di Pietro se refiere primordialmente al aporte espiritual realizado por los grandes autores griegos y romanos, en ese sentido la antigüedad grecorromana, que luego será: "asumida y coronada por el cristianismo",  es importante porque a partir de su experiencia espiritual: "comenzó a conformarse el espíritu occidental.". De este modo: "“clásico” es lo propiamente occidental" distinto del pensamiento de oriente (el autor se refiere fundamentalmente a la China y a la India), que conoce una vivencia espiritual propia y que incluso en algunos puntos es antagónica  oponiendo en este punto Di Pietro: " al puro y en cierto modo frío “espiritualismo oriental”" al: " más real y más cálido “humanismo” occidental.". 

Ahora, señala que, si se habla  de "conservar" lo clásico,  ello supone referirse a un pensamiento que no esta "perimido" sino que continúa perviviendo en nuestra época de allí que no le parezca del todo exacto hablar del "legado" de Grecia o de Roma, pues el empleo de este vocablo jurídico: "presupone una muerte precedente, y en consecuencia se podría interpretar que algo de eso que esta muerto ha sido legado a la posteridad.". Si bien es cierto que esos pueblos tuvieron un desarrollo histórico y no se identifican con las comunidades humanas que hoy viven en Grecia y Roma, de lo que Di Pietro habla:
"es del “espíritu grecorromano”, el cual ... , no solo no ha fenecido, sino que “permaneció” no obstante la desaparición física de esos pueblos, y además que continua “siendo” en la actualidad.". Lo "griego" como lo "romano" forma una compleja argamasa que,  asumida por lo "cristiano", en tanto nos llamemos "occidentales", con sus virtudes y eventuales vicios o defectos: "conforma nuestro destino." (2).
El aporte griego Para Di Pietro el pensamiento griego nace: "de la vivencia que el espíritu humano tiene del mundo como un “cosmos” palabra con la que los griegos quisieron expresar algo distinto al  "mundo de la naturaleza" entendido "físicamente" o que: "mejor dicho, seria también ese mundo pero recalcando ciertos aspectos propios y específicos que al hombre griego le intereso destacar."  y que hace necesario insistir sobre la expresión griega genuina ante la imposibilidad de traducir exactamente el vocablo, señalando en punto a ello:

1) Explica el autor que "cosmos" hace referencia a la "realidad de las cosas" y es en ello donde se asienta el principio filosófico primero de lo griego. Para este, la realidad exterior deja de ser mera apariencia que oculta al Principio Supremo  destacando la "real esencia", lo que se expresa en la revelación hecha por la diosa a Parménides: "El Ser es y el No Ser no es", es decir el "principio de contradicción" conforme al cual entonces: "la realidad es, y como tal existe". 

Pero "cosmos" denota que estas cosa que "son" aparecen constituyendo un "orden" (no existen: "como un mero amontonamiento"): "“ Los sabios - decía Sócrates a Callicles- afirman que el cielo y la tierra, los dioses y os hombres, están ligados en forma conjunta por la amistad (“philía”), el respeto del orden (“cosmiotes”), la moderación (“sophrosyne”) y la justicia (“dikaiotes”), y es por esta razón que ellos llaman al universo ‘el orden de las cosas’ (“cosmos”), no el desorden ni el desarreglo” (Gorgias, 507e-508a).". 

Es decir "cosmos" es el "todo" en el que: "cada cosa ocupa el lugar que debe ocupar, es decir, es un “orden”, pero coetáneamente ese orden posee una armonía interna que al mismo tiempo es “bella” (“kalón”) y es “buena” (“agathón”). Por ello, si queremos conceptualizar lo mas correctamente posible el vocablo en cuestión tenemos que hablar de él como del “todo bella y armoniosamente integrado”. 

El hombre griego contemplo al "cosmos" con admiración ("tharmazo") de allí que Socrates haga de esta o del "asombro" el punto de partida del filosofar (Theeteto, 155d). Ante la realidad concebida como "cosmos" el espíritu del griego se muestra maravillado y curioso, tratando de inquirir sobre ella, de ahí: "que la pregunta por la  “arkhé”, es decir, por el “principio fundamentante” de la realidad, haya sido la cuestión primigenia desde la época de los primeros presocraticos.". 

Es decir, la actividad del hombre griego es esencialmente “theorética”, (“theoria” significa “contemplación”) y supone: " una especulación del espíritu que “ve” las cosas, las “intuye” y por ello las “comprende”. Ello no debe ser concebido, sin embargo, como una pura abstracción, pues el ritmo de este “Homo Theoreticus” que es el griego es el de la visión de las cosas para comprenderlas,  pero volviendo nuevamente sobre ellas para finalizar en la acción.". 

El "cosmos" se presenta así como absolutamente racional inteligiendose el orden interno en él : "como la vigencia de un  “logos” que ... lo recorre desde los seres mas inferiores hasta los mas elevados ... nunca faltará al espíritu griego la vivencia de esa coherencia interna de los seres que habitan el “cosmos” ".

2) También hacia el hombre, miembro del "cosmos", se dirigirá la contemplación llegándose: "a la conclusión de que su propio ser es también un “todo bella y armónicamente organizado”, tal como, ... , se lo recalcará con la idea del hombre como “microcosmos”.". 

Recuerda Di Pietro, que el ideal supremo que los distintos pensadores buscan es el lograr el "kalós kagathós" es decir lo "bello" y lo "bueno" de aquí que, no obstante las diferencias que puedan existir entre Platón y Aristóteles, hay un común denominador entre ellos dado por la búsqueda del hombre "armonioso" ("cosmios"), vocablo que torna evidente la vigencia de la idea de "cosmos".

 El "cosmificar" ("diakosmein") al hombre, no significa una "cosificacion", sino, por el contrario: "el mantenimiento de la luz del espíritu que para ser “virtuoso” o “perfecto” le corresponden los mismos ritmos de armonía, mesura, proporcionalidad y ajuste que, análogamente, existen en el todo.".

3) También se advierte esta preocupación "cósmica", por el "todo humano organizado", es decir la "polis". Se tratara de buscar dentro de la comunidad política el "orden armónico y bello" que existe en las cosas, al respecto el autor explica que la palabra "nomos" expresa a la vez el concepto  de "melodía" como el de "ley" con lo que queda en evidencia el sentido de "armonía" y de "orden" que liga a ambos vocablos. En las obras de Platón y Aristóteles se encuentra el  mismo interés por "cosmificar" la "polis": " es decir, reproducir las armonías existentes en el "macrocosmos", tratando de encontrar la ciudad perfecta y la justicia perfecta que corone la vida en comunidad.". 

El "aporte griego" consiste entonces en  la experiencia de este "Homo Theoreticus" que buscó plasmar un estilo de vida orientado por la "belleza" y la "bondad" ("kalós kagathia") lo que hacia necesario: " vivenciar los ritmos del “cosmos”, del “microcosmos”   que es el hombre, y del “cosmos” político, es decir, la “polis”.". Tanto el "sabio" ("sophós"), el "poeta" ("poietés") como el "político" ("politicós") si bien parecen optar por vias formales distintas (el primero busca la "verdad" ["aletheia"]  develando el misterio del "cosmos", el segundo "celebra" la gloria de ese "cosmos", y el ultimo busca la aplicación de la ley justa en la "polis"), todos buscan lo mismo: "la vigencia de esos ritmos armónicos". También la aparición de la ciencia ("episteme") y las artes plásticas griegas deben ser entendidas en relación a las ideas expuestas. 

El hombre griego no solo encuentra: “la existencia de un mundo racional perfecto y acabado” sino que experimenta lo difícil de acatar las reglas que la razón aconseja, pues en el hay una tendencia:" que lo impulsa a querer extralimitarse, a cometer el abuso, el pecado de orgullo, la “hybris”, lo que se refleja en otro hallazgo del hombre griego y que es el de la: "comprensión y la vivencia del aspecto trágico de ese “mikrokosmos”.", es allí donde se encuentra el origen del teatro griego y es este punto de vista el que nos permite entender a Esquilo y Sófocles  como profundos "theorizadores" del: "problema vivencial del hombre". El aporte "theorético" griego no queda en el nivel de lo "abstracto" sino que penetra en lo mas "concreto" de la realidad. La obra de sus hombres es plenamente "actual": "representando “valores perennes” cuyas enseñanzas son dignas de atención porque no solamente hablaron al griego, sino que nos continua hablando a nosotros." (3).

El aporte romano El hombre romano tendrá inclinación por palabras como "res", "culto", "cultura" y "agri-cultura, vocablos estos que eran congruentes con su manera de ser. El romano según R. H. Barrow es un "soldado-agricultor", pero si bien ambos aspectos están estrechamente unidos, su punto de partida es la "agricultura": "Lo primordial es la relación con la tierra, la vinculación que se obtiene en la tarea agrícola. Porque hay que defenderla el agricultor se hace “soldado”.", tal como se advierte en Camilo que llamado a defender a Roma deja : "el hierro del arado para empuñar el de la espada.". El hombre romano supo desarrollar las potencialidades intrínsecas de la "agricultura" esto es la "cultura" del "ager", así: 

1) Obliga a tener una relación necesaria con la tierra, la: "inmediación existente entre “hombre”- “arado”- “surco en la tierra”- “semilla”- “obtención del fruto” forma un circuito que ata el hombre a la “realidad”. Esta palabra deriva precisamente de “res” y conlleva la vinculación ineludible con las “res rusticae” hasta en sus mas pequeños detalles.". Sus primeros escritores muestran una igual pasión :"por averiguar y destacar las pequeñas minucias de la realidad vinculadas con la agricultura.".
2) Entre "hombre" y "tierra" se establece una alianza: "en virtud de la cual el hombre "da" algo a la tierra, pero este algo es no solo la semilla fecunda, sino, además, su “labor improbus”, aquel que fuera cantado por Virgilio diciendo de el que “omnia uincit” (Georg., I, 145-6). La tierra recepta ese algo de “humanitas” que le ofrenda el agricultor y le retribuye no solo con frutos sino con una “catharsis” que purifica al hombre que la trabajó, pudiendo establecerse una regla proporcional entre “semillas” y “frutos” (aspecto meramente utilitario y económico) y entre “labor improbus” y “catharsis” (alianza espiritual entre hombre y tierra).
3) La agricultura significa una participación humana en la vida numinosa de la naturaleza, y que torna al agricultor en colaborador de las fuerzas virtuales de la "Mater tellus", de modo:" que su actuar configura un verdadero magisterio “sacerdotal”, ya que se desempeña con los “sacras”, en este caso las fuerzas inmanentes de esa “natura”.". El sentido de la realidad que conformará el espíritu romano esta dada por una compleja relación de intercambios entre "agricultor" y "tierra" que:" representa una experiencia inefable de la “realidad”, a la cual no se la vive “pragmáticamente” sino integrada en una simbiosis “espiritual” y “sagrada”.". 

Esta experiencia despertó en el romano un impulso creador que configurará una mentalidad "agrícola" que llevará sus virtualidades a niveles mas elevados que los de la propia "agricultura". Para comprender al hombre romano explica Di Pietro, se debe emplear el verbo "fundar" entendido:" en el sentido del hombre que tiene plena conciencia de que está “levantando”, “irguiendo”, “elevando” algo que es plenamente “real”, a partir de un “soporte” que se establece. O dicho con otras palabras, que está agregando un “plus” a un “datum”, en virtud de lo cual resulta algo nuevo, que es superior, desde el punto de vista integral de la realidad a lo anterior.".

 La "fundación" presenta niveles:
1º nivel: Representada por la propia labor de la "agricultura". Para la tierra considerada como "datum", todo lo plantado o labrado:" son un “plus” que la torna “glorificada”.".
2º nivel: Supone el anterior pero:" lo proyecta en una labor mas perdurable y significativa" la que consiste en la "fundación de ciudades". Por ejemplo, en el rito de la fundación de Roma es destacada la vinculación con la agricultura: "Rómulo la estableció, a orillas del Tíber, vestido con la túnica blanca sacerdotal, empuñando el arado, trazando el surco de los limites de la “urbs”, y depositando en su centro - el “mundus”- la semilla espiritual, representada por las reliquias traídas por él y sus compañeros.".
De este modo, se podría concebir, la historia del hombre romano como la del "sembrador de ciudades" del mundo antiguo. Frente a Roma, debemos tener presente la imagen del jardinero a quien el "fatum" llama a ordenar el jardín del Mediterráneo  y que en función de ello, ubica las nuevas plantas (fundación de nuevas ciudades, teniendo a Roma como paradigma), mantiene y reacondiciona las plantas existentes (restauración y conservación de aquellas ciudades que debían ser mantenidas), y desarraiga la maleza arrancándola de raíz (tal lo que ocurrió con Cartago).

Esta función tenia una significación trascendente, así Cicerón en De re publica (I, 7):
"señala que “no hay ninguna cosa en la cual la virtud humana se aproxime mas al numen de los dioses que el hecho de fundar ciudades o de conservar las ya fundadas”.". 
Roma fue grande mientras rigió el ideal de la agricultura, y sus crisis políticas, están vinculadas a su abandono. El retorno de la vieja gloria va a ser asociada a la vuelta a la tierra y a las tareas de la agricultura como se advierte, bajo Augusto, con Virgilio "quien mejor que nadie comprendió el nexo que existe entre la “ciuitas” y la “agricultura”.".

Así en las Geórgicas en su canto al Cesar se indica que por ser este conocedor "del primer nivel de relaciones del hombre con la tierra, es el indicado para la guarda y conservación de las ciudades, fruto cultural del segundo nivel, a las que deberá visitar como el agricultor visita sus campos para observar sus adelantos y eliminar la cizaña que haya crecido en ellos.".

Indica Di Pietro que había una posibilidad cultural mas elevada que fundar ciudades y que era la de ordenarlas. En efecto Roma conforme a los principios de la "humanitas", supo respetar el régimen de vida y las costumbres de cada uno de los pueblos que compusieron su ámbito hegemónico. El romano "funda" la idea de "imperio" para conseguir la vinculación ordenada y eficaz necesaria para lograr el orden. En orden a esto el autor cita el pasa je de La Eneida (VI, 581 ss) en que la figura espectral de Anquises señala a Eneas, su hijo, el papel al que ha sido llamado por el "fatum":
 "Y tu, Romano, recuerda que tu destino es regir a los pueblos por medio del ‘imperium’. Tus artes serán las de imponer  las leyes de la ‘pax’ entre las naciones, tratando con moderación a los vencidos y sometiendo a los soberbios". 
Aquí la noción de "imperium" (distinta de la idea moderna), "denota una idea espiritual, una empresa fundacional respecto de cuya intelección las reglas de la “mentalidad agrícola” se tornan necesarias. Así como para el agricultor [...] la tierra nunca rechaza el imperio del hombre [...], así también la “tierra política”, o mejor, el “orbe político” esta expectante aguardando la figura del “princeps” que sepa ejercer ese “imperium”.".

Aun cuando el vocablo "imperio" suele ser asociado con el de "dominio" esto es "señorío" y de hecho fue ejercido así en numerosas oportunidades la distancia que hay entre ellas es la que hay entre el ejercer el quehacer político como "señor" ( lo que es una virtud) y como "amo arbitrario" ( lo que es un vicio degenerado de esa virtud); para evitar esto ultimo y siguiendo a Virgilio los vencidos deben ser sojuzgados conforme a los principios de la "humanitas": tratar a los vencidos con moderación y "debellare superbos" lo que puede ser traducido como "hacer desvanecer la soberbia" en el sentido de que los vencidos se convertían en "vires boni et aequi" perdiendo el habito de  guerrear contra Roma ("debellare" como "des-guerrrear") evitando así la discordia. Indica el autor que el medio es lograr un "orden de justicia", de allí la importancia de el ejercicio del derecho romano. "Roma pretendió, [...], realizar por las ciudades de su dominio político el principio básico de la justicia, el “summ cuique tribuere”, para concebir la existencia universal del  “vir bonus et aequus”.".

El nivel de la justicia descansa sobre el nivel del "ideal agrícola" y el  del "ideal politico", de modo que de la vitalidad de estos dependerá el vigor de la justicia, plano este de la realidad cultural que representa la coronación de los dos que le sirven de base por lo que si estos decaen la otra se debilita. El resultado de esto será la "pax romana". El vocablo "pax" tiene un origen vinculado con los medios agrícolas y ganaderos, dado que se refiere al buey que se "afirma" en la tierra y "analógicamente al hombre que "esta afincado", en el sentido de "estar firme", es decir, "seguro de si mismo", de tal modo que ha podido alejar la inestabilidad y la incertidumbre [...] tenemos "pax" cuando nuestro ser "esta firme", y frente a las vicisitudes de la vida nos mantenemos enhiestos, apacibles, estables.".

Existe una correspondencia invisible entre el buey que se afirma frente al arado, las espigas de trigo seguras de su arraigamiento, el hombre tranquilo y seguros y los pueblos que se someten pues se sienten  "seguros" de los beneficios de la concordia  ofrecida por Roma. Un pasaje del poeta griego Elio Aristides (Siglo II d. de C.) compendia lo hasta aquí afirmado y atendiendo a la mentalidad agrícola de este pueblo y de seguro abra llenado de satisfacción al hombre romano, refiriéndose a los beneficios que le mundo recibió de Roma concluye:
 "y la tierra se muestra tan acicalada como un jardín".
4. Conclusiones.

El articulo de Di Pietro es de la mayor utilidad para lograr una aproximación al escenario en que se edifica el derecho romano, cuestión esta que debe tenerse presente por quien se ocupa de su estudio o tenga interés en reformular su enseñanza.

5. Notas

(1) Cfr. Randle, Patricio H. (editor). La conservación del patrimonio material y espiritual de la Nación. OIKOS Asociación para la Promoción de los Estudios Territoriales y Ambientales. Buenos Aires, 1982. V. Nota liminar, pp. 9-10.

(2) Cfr. Di Pietro, Alfredo, Op. Cit., pp. 135-137.

(3) Cfr. Di Pietro, Alfredo, Op. Cit., pp. 137-141.

6. Bibliografia.

Di Pietro, Alfredo. La conservación de la cultura clásica incluida en Randle, Patricio H. (editor). La conservación del patrimonio material y espiritual de la Nación. OIKOS Asociación para la Promoción de los Estudios Territoriales y Ambientales. Buenos Aires, 1982. V. 8, pp. 135-157.

Barrow, R. H. Los Romanos. Fondo de Cultura Económica. México, 1999. Breviarios 38. Traducción de Margarita Villegas de Robles. Di Pietro cita a este autor en la p.142 en relación a la caracterización que este hace del Romano como "soldado-agricultor".

marzo 01, 2007

Los sacrificios humanos y el sistema del mundo de las sociedades tradicionales (2)

Los sacrificios humanos y el sistema del mundo 
de las sociedades tradicionales (2)
Materiales para el estudio de los sacrificios humanos (3)
  
Andrés Salvador y Liliana Zagert

1. Introducción.

Continuamos en este trabajo el examen del sistema del mundo de las sociedades tradicionales desde la desde la perspectiva de la Historia de las Religiones, que con el fin de conocer el contexto de la practica del homicidio ritual, iniciamos en Los sacrificios humanos y el sistema del mundo de las sociedades tradicionales (1) [ITGD. Corrientes, 2001].

2. Antecedentes.

El sistema del mundo de las sociedades tradicionales. Como vimos en nuestro anterior trabajo (Salvador-Zagert, 2001) se llama “sistema del mundo” de las sociedades tradicionales a un encadenamiento de concepciones religiosas y de imágenes cosmológicas que son solidarias y se articulan en un “sistema” (cf.: Eliade, 1992: 25-61).

El escenario propio de la cultura pagana y precristiana. El “sistema del mundo” de las sociedades tradicionales se articula en lo que Joaquín E. Meabe llama escenario de la naturaleza, el que no  concibe nada fuera del mundo material - que no se confunde con el mundo sensible porque es mas amplio puesto que incluye dioses y héroes además de hombres - y en donde se construye la experiencia de lo real (cf.: Salvador, 1996).

El pensamiento creador de mitos. Una adecuada inteligencia de este “sistema del mundo” requiere tenerse presente que el primitivo razona de forma muy distinta a como lo hacemos nosotros. Se puede caracterizar al pensamiento creador de mitos, diciendo que es: concreto, sincrético, colectivo, antropomórfico, pre-Categorial, Pre-Logico y místico (cf.: Pinillos, 1970: 40-41).

El pensamiento mágico. La labor de etnólogos y sociólogos ha hecho posible la comprensión del llamado pensamiento mágico, en relación al cual, se presenta la clasificación de los ritos mágicos propuesta por Jérome-Antoine Rony, quien distingue entre ritos de transmisión [que comprende a los ritos de contagio y a los ritos imitativos u homeopáticos] y ritos de generación (cf.: Rony, 1963: 17-24).

3. Desarrollo.

Asimilación de hombres a animales o vegetales.  Son numerosos los testimonios relativos a la identificación ritual de los hombres con animales y vegetales en las sociedades tradicionales. Eliade, al referirse al comportamiento mágico religioso de los paleoantrópidos, señala la importancia que la caza tenia para estos, lo que llevaría al establecimiento de una solidaridad mística entre el cazador y los animales diezmados, que se revela en el acto mismo de matar, donde la sangre que se derrama es en todo semejante a la del hombre, y que en ultima instancia devela el parentesco existente entre las sociedades humanas y el mundo animal. El dar muerte de a la fiera cazada o, mas tarde, al animal domesticado equivale a un sacrificio en el que, como veremos, las víctimas son intercambiables. Esta idea extremadamente arcaica sobrevivía aun en el antiguo mundo mediterráneo (cf.: Eliade, 1978: 21 nota 3).

Así, y como una expresión del mundo ideológico del cazador primitivo, los miembros de las cofradías militares (Männerbünde) indoeuropeas y los jinetes nómades del Asia Central se comportan con respecto a las poblaciones sedentarias, a las que atacan, como animales de presa, que cazan, dan muerte y devoran a los herbívoros de la estepa o al ganado de los establos, en este sentido numerosas tribus indoeuropeas y turcomongólicas tenían como epónimos a los animales de presa, especialmente el lobo, y se consideraban descendientes de un antepasado mítico teriomorfo.

Las iniciaciones militares de los indoeuropeos implicaban un transformación ritual en lobo: el guerrero ejemplar se apropiaba del comportamiento del animal de presa (cf.: Eliade, 1978: 52). Los aissâouas (isâwîya), que practican la omofagia (ingesta de carne cruda) ritual (llamada frissa, del verbo farassa, desgarrar, se identifican místicamente con  animales carnívoros, cuyos nombres (chacales, panteras, leones, gatos, perros) llevan, desgarrando, eviscerando y devorando bóvidos, lobos, carneros, ovejas y cabras (cf.: Eliade, 1978: 382 nota 16). Entre los griegos, la fiesta de las Brauronias, incluía la transformación ritual de las muchachas que seguían a Artemis en osas [se trataba probablemente de una danza de la osa] (cf.: Eliade, 1978: 469). 

El descubrimiento de la agricultura da lugar al establecimiento de una  solidaridad mística entre el hombre y la vegetación [los cereales en la cuenca mediterránea y en América central y las plantas tuberosas en el sudeste asiático y en la América tropical] (cf.: Eliade, 1978: 56, Eliade-Couliano, 1992: 240-241), que se refleja en la identificación de hombres y mujeres con lo que Frazer llama espíritu arbóreo o espíritu de la vegetación, en donde el carácter representativo de la persona esta generalmente señalado por el revestimiento de hojas o flores (cf.: Frazer, 1980: 143-175 particularmente 162-171, entrada vegetación: 857).

La sangre y su asociación con la vida. La asociación de la sangre con la vida se presenta cuando el hombre cazador descubre que, cuando la sangre surgía de una bestia herida o de un semejante, la vida también se iba, por lo que la sangre será entendida como fuente de la vitalidad. Por esta razón, algunas veces los hombres se untaban con sangre y otras veces la tomaba. La idea de beber sangre para renovar la vitalidad se transferirá a los muertos y a las divinidades (cf.: McNally-Florescu, 1978: 190; Eliade-Couliano, 1992: 40 y 42-43). 

Homero cuenta en la Odisea que Ulises, para hablar con el alma del adivino Tiresias, sacrifica por indicación de Circe unas reses, cuya sangre atrae a los muertos, los que beberán de ella (Od. X 490-540 y XI); la costumbre de espolvorear los cadáveres con ocre rojo, sustitutivo ritual de la sangre, y por ello mismo símbolo de la vida, esta universalmente difundida, en el tiempo [su carácter arcaico se evidencia en el haber sido encontrado en sepulturas paleolíticas] y en el espacio [desde Chu-ku-tien hasta las costas occidentales de Europa, en Africa hasta el Cabo de Buena Esperanza, en Australia,  en Tasmania, en América hasta la Tierra de Fuego] (cf.: Eliade, 1978: 25-26, Eliade 1992b: 240). 

Entre los mayas, el momento central de su culto era el sacrificio llamado p`a chi (abrir la boca) en yucateco, consistente, de acuerdo con la practica, en restregar con la sangre la boca de la estatua del dios; las víctimas solo raramente eran animales, se preferían los sacrificios humanos (cf.: Eliade-Couliano, 1992: 40).

El mito en las sociedades arcaicas. En las sociedades arcaicas, los mitos, se entienden no como fábula, invención o ficción sino por el contrario como una historia verdadera de inapreciable valor por ser sagrada, ejemplar y significativa. Para las sociedades arcaicas y tradicionales el tiempo mítico de los orígenes es un tiempo transfigurado por la presencia activa, creadora de los seres sobrenaturales. Los mitos constituyen la historia de estos seres sobrenaturales, historia esta que se considera verdadera (por que se refiere a realidades) y sagrada ( por que es obra de los seres sobrenaturales). Por el hecho mismo de relatar el mito, las gestas de los seres sobrenaturales y la manifestación de sus poderes sagrados, se convierte (el mito) en el modelo ejemplar de todos los ritos y actividades humanas significativas: tanto la alimentación o el matrimonio como el trabajo, la educación, el arte, o la sabiduría (cf.: Eliade, 1985: 37-50, Eliade, 1992: 84-88, Eliade, 1994: 12-13 y 26; AAVV, 1993: 13-22).

El espacio, el tiempo y la manifestación de lo sagrado. Para el hombre religioso de las culturas arcaicas, el tiempo como el espacio no era homogéneo ni continuo (cf.: Eliade, 1992: 63) y esto porque en ellos se advierte, una manifestación de lo sagrado, lo que Eliade llama hierofanía, la que supone que objetos que forman parte integrante de nuestro mundo, se revelen como algo completamente diferente, como una realidad que no pertenece a nuestro mundo, lo sagrado. Al manifestarse lo sagrado un objeto cualquiera se convierte en otra cosa sin dejar de ser él mismo. De este modo, para quien tiene una experiencia religiosa, la totalidad de la naturaleza es susceptible de revelarse como sacralidad cósmica, en otros termino, el Cosmos en su totalidad puede convertirse en una hierofanía (cf.: Eliade, 1992: 19-20).

El espacio sagrado. Podemos entonces decir que hay porciones de espacio cualitativamente distintas de las otras. El espacio "fuerte" y significativo, porque en el se manifiesta lo sagrado, es el espacio sagrado  distinto del no consagrado o espacio profano (cf.: Eliade, 1992: 25-28). El espacio sagrado supone una irrupción de lo sagrado, una hierofanía, cuyo efecto es el de destacar un territorio, del medio cósmico circundante y hacerlo cualitativamente diferente. La sacralidad de un lugar se advierte por una teofanía o hierofanía, y aun por un signo cualquiera. La necesidad para el hombre religioso de vivir en un espacio sagrado, lo ha llevado a elaborar técnicas de construcción del espacio sagrado, mediante rituales que son eficientes en la medida que se reproduce la obra de los dioses (cf.: Eliade, 1992: 28-32).

El tiempo mítico de los orígenes. Para el hombre religioso, existía por una parte un tiempo sagrado, creado y santificado por los Dioses y que como veremos mas adelante era recuperable, y por otra un tiempo profano, esto era, la duración temporal, ordinaria en que se inscribían los actos despojados de significación religiosa (cf.: Eliade, 1992: 63-64), y que correspondían a un mundo vivo, habitado y desgastado por seres de carne y hueso sometidos a la ley del devenir, de la vejez y de la muerte (cf.: Eliade, 1973: 59) e implicaba el alejamiento progresivo de los comienzos y por lo tanto la perdida de la perfección inicial (cf.: Eliade, 1973: 64). Era un tiempo destructor que desgastaba al ser humano, a la sociedad y al cosmos (cf.: Eliade, 1992: 71).

Esta duración temporal profana, era susceptible de ser detenida periódicamente por la inserción mediante ritos del tiempo sagrado, no histórico en el sentido de que no pertenecía al presente histórico (cf.: Eliade, 1992: 65). Era el tiempo de las fiestas, a través de las cuales se reactualizaba un acontecimiento sagrado que tuvo lugar en un pasado mítico al comienzo (cf.: Eliade, 1992: 63) y que proporcionaba modelos a la conducta humana confiriéndole por eso mismo significación y valor a la existencia (cf.: Eliade, 1973: 14).

Mitos cosmogónicos y mitos de origen. Los acontecimientos míticos, que tuvieron lugar ab origine (cf.: Eliade, 1991: 10), se constituyen por, los mitos cosmogónicos, es decir aquellos que relatan como vino a la existencia el cosmos (cf.: Eliade, 1992: 70), y que se pueden equiparar a los mitos de origen, es decir aquella historia mítica que relata el origen de algo (cf.: Eliade, 1994: 28). Desde el punto de vista de la estructura los mitos de origen se equiparan al mito cosmogónico. En efecto, al ser la creación del Mundo, la creación por excelencia, la cosmogonía pasa a ser el modelo ejemplar para toda especie de creación. Si bien esto no supone, que el mito de origen imite o copie el modelo cosmogónico, pues no se trata de una reflexión coherente y sistemática.

Pero toda nueva aparición, sea de un animal, de una planta o de una institución, implica la existencia de un Mundo. Cuando se trata de explicar como, a partir de un estado diferente de cosas, se ha llegado a la situación actual, por ejemplo, cómo el cielo se ha alejado de la Tierra, o cómo el hombre se ha hecho mortal, el Mundo ya estaba allí, aun cuando su estructura fuera diferente y de que no fuera aún nuestro mundo. Todo mito de origen narra y justifica una situación nueva, nueva en el sentido de que no estaba desde el principio del Mundo. Los mitos de origen prolongan y completan el mito cosmogónico: cuentan cómo el Mundo ha sido modificado, enriquecido o empobrecido (cf.: Eliade, 1994: 28). Es al mito primordial que le compete conservar la verdadera Historia, la historia de la condición humana: es en él donde hay que buscar y encontrar los principios y los paradigmas de toda conducta (cf.: Eliade, 1991: 12).

4. Conclusiones.

Podemos concluir que:

1. Son numerosos los testimonios relativos a la identificación ritual de los hombres con animales y vegetales en las sociedades tradicionales señalando la existencia de lo que llama una solidaridad mística (cf.: Eliade, 1978: 21 nota 3 y 56; Eliade-Couliano, 1992: 240-241).

2. La sangre será entendida como fuente de la vitalidad; la asociación de la sangre con la vida se presenta cuando el hombre cazador descubre que, cuando la sangre surgía de una bestia herida o de un semejante, la vida también se iba. (cf.: McNally-Florescu, 1978: 190; Eliade-Couliano, 1992: 40 y 42-43).

3. En las sociedades arcaicas, los mitos, se entienden no como fábula, invención o ficción sino por el contrario como una historia verdadera de inapreciable valor por ser sagrada, ejemplar y significativa. Para las sociedades arcaicas y tradicionales el tiempo mítico de los orígenes es un tiempo transfigurado por la presencia activa, creadora de los seres sobrenaturales. (cf.: Eliade, 1985: 37-50, Eliade, 1992: 84-88, Eliade, 1994: 12-13 y 26; AAVV, 1993: 13-22).

4. Para el hombre religioso de las culturas arcaicas, el tiempo como el espacio no era homogéneo ni continuo y esto porque en ellos se advierte, una manifestación de lo sagrado que Eliade llama hierofanía, (cf.: Eliade, 1992: 63 y 19-20).

5. Los acontecimientos míticos, que tuvieron lugar ab origine se constituyen por, los mitos cosmogónicos, es decir aquellos que relatan como vino a la existencia el cosmos y que se pueden equiparar a los mitos de origen, es decir aquella historia mítica que relata el origen de algo (cf.: Eliade, 1991: 10, Eliade, 1992: 70, Eliade, 1994: 28).

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