mayo 01, 2007

Los sacrificios humanos y la idea del hombre en las sociedades tradicionales

  Los sacrificios humanos y la idea del hombre 
en  las sociedades tradicionales
Materiales para el estudio de los sacrificios humanos (5)

Andrés Salvador  y  Liliana Zagert

1.Introducción.

El propósito de este trabajo es el de examinar la idea de hombre, como sujeto de derecho, en las sociedades tradicionales desde la perspectiva de la Historia de las Religiones auxiliada en este caso por la Historia del Derecho, en el marco del estudio que llevamos adelante sobre la practica del homicidio ritual.


2. Antecedentes.

La sacralidad cósmica. Como vimos en nuestro anterior trabajo (Salvador-Zagert, 2001b)el complejo mítico-ritual que implica la  practica de el homicidio ritual se integra en la denominada Religiosidad Cósmica o Sacralidad Cósmica, a la que puede considerarse como un fondo común  muy arcaico, neolítico, que fue posible por la invención de la agricultura la que reveló todo un universo espiritual que permitió ciertas experiencias religiosas por las que el hombre capto la idea del ciclo nacimiento, vida, muerte, renacimiento y valoro su propia existencia integrada en el ciclo cósmico. (cf.: Eliade, 1973: 55-56, Eliade, 1978: 45-71).

Reactualización periódica de los acontecimientos míticos. Al ser el mito el modelo ejemplar de todos los ritos y actividades humanas significativas, el hombre arcaico, se esforzaba por no olvidar lo que había ocurrido in illo tempore y periódicamente, los acontecimientos míticos eran reactualizados, y, además vividos nuevamente: se repetía así la cosmogonía, los gestos ejemplares de los Dioses, los actos fundadores de civilización  Es decir, el tiempo mítico sagrado era entonces, indefinidamente recuperable ritualmente (cf.: Eliade, 1985: 26-32, Eliade, 1991: 10; Salvador-Zagert, 2001a).

Los mitos y la responsabilidad del hombre en el plano cósmico. El repetir indefinidamente el mismo gesto Arquetípico revelado por el mito, no paralizo la iniciativa humanar, antes bien , le permitió conquistar el mundo, organizarlo, transformando en paisaje natural en medio cultural; en este sentido el hombre asume una responsabilidad en el plano cósmico (cf.: Eliade, 1973: 158-159, Eliade, 1992: 83).

3. Desarrollo.

Carácter restringido de la idea de hombre en las sociedades tradicionales. En las sociedades tradicionales, la idea de hombre, como sujeto de derecho,  presenta un carácter restringido. Al respecto, cuenta John A. Wilson (cf.: AAVV, 1993: 50) que el egipcio :

Como estaba aislado de sus vecinos por el mar y por el desierto, creía que le era posible mantenerse en una actitud aislacionista, que se le antojaba superior. Así, establecía una distinción entre los “hombres”, por una parte, y los libios, los asiáticos o los africanos, por la otra. En este sentido, la palabra “hombre” significaba egipcios; pero también usaban el termino  “hombres” para distinguirse de los dioses o de los animales. En otras palabras, los egipcios eran “personas”; cosa que no eran los extranjeros.

Por su parte, Alexander Mitscherlich (cf.: AAVV, 1971: 299), señala que:

Aquello que tenia validez para un grupo, era considerado por este como lo único valido. Por ejemplo: la palabra << Zulú>> significa persona; ningún <<no-Zulú>> puede ser persona. Esta competencia entre cada uno de los grupos pertenece, posiblemente, a la ritualización que ayuda a mantener una sociedad. Y entonces, es algo muy natural movilizar el comportamiento hostil, en lugar de la actitud amistosa, frente a un no-Zulú.

Desde luego que es sobre el “sistema del mundo” de las sociedades tradicionales, a la que nos hemos aproximado, que se articula esa actitud etnocentrica (cf.: Triviño, 1981; Allport, 1977: 45-65 y 66-86), que sorprende al hombre moderno, cuyo horizonte ético incluye a  toda la humanidad, lo que se traduce en el reconocimiento como sujetos activos o pasivos de derechos, es decir como personas del derecho, de todos los hombres.

El sistema del mundo de las sociedades tradicionales y la asimilación del extranjero a demonios o fantasmas. El hombre de las sociedades arcaicas excluye a los extranjeros que pueblan el espacio desconocido que circunda el mundo asimilándolos a  demonios o fantasmas (cf.: Eliade,  1992: 32-34). Si nuestro mundo es un Cosmos, todo ataque exterior amenaza con transformarlo en Caos; y dado que nuestro mundo se ha fundado a imitación de la obra ejemplar de los dioses, la cosmogonía, los adversarios que lo atacan se asimilan a los enemigos de los dioses, a los demonios y sobre todo al archi-demonio, al Dragón primordial vencido por los dioses al comienzo de los tiempos. El ataque contra nuestro mundo es la revancha del Dragón mítico que se rebela contra la obra de los dioses, el Cosmos, y trata de reducirla a la nada. Los enemigos se alinean entre las potencias del Caos, y toda victoria contra el atacante reitera la victoria ejemplar del dios contra el Dragón (contra el Caos). En la tradición judaica, los reyes paganos eran presentados bajo los rasgos del dragón: así, Nabucodonosor descrito por Jeremías (XLI, 34) o Pompeyo en los Salmos de Salomón (IX, 29) (cf.: Eliade,  1992: 47; AAVV, 1993: 262). El Dragón es la figura ejemplar del Monstruo marino, de la serpiente primordial, símbolo de las Aguas cósmicas, de las Tinieblas, de la Noche y de la Muerte; en una palabra: de todo lo amorfo y de lo virtual, de todo lo que no tiene aún una  forma. El Dragón ha tenido que ser vencido y despedazado por el dios para que el Cosmos pudiera crearse. Esta victoria del dios sobre el Dragón debe repetirse simbólicamente cada año, pues cada año el mundo ha de ser creado de nuevo. De igual modo, la victoria de los dioses contra las fuerzas de las Tinieblas, de la Muerte y del Caos se repite en cada victoria de la ciudad contra sus invasores. Es probable que las defensas de los lugares habitados y de las ciudades fueran en su origen defensas mágicas; estas defensas - fosos, laberintos, murallas, etc.- estaban destinadas mas bien para impedir la invasión de los demonios y de las almas de los muertos que para rechazar el ataque de los humanos. Por otra parte, el pensamiento simbólico no halla dificultad alguna en asimilar al enemigo humano al Demonio y a la muerte, ya que, al fin de cuentas, el resultado de sus ataques, sean estos demoniacos o militares, es siempre el mismo: la ruina, la desintegración, la muerte (cf.: Eliade,  1992: 47-48).

Asimilación de los extranjeros a animales. Los extranjeros también fueron asimilados a animales. Durante el Imperio Medio, los egipcios pese a la importancia dada a la justicia, todavía pensaban que los únicos seres realmente humanos eran ellos, y que los extranjeros tenían estrecho parentesco con los animales, por lo que, como recuerda Wilson, no llevaban a las colonias su interés por los derechos individuales (cf.: Wilson, 1995: 210; Eliade, 1978: 120 nota 47).

Consecuencias jurídicas de la idea restringida de hombre como sujeto de derechos. Debemos prestar particular atención a la consecuencias jurídicas de esta idea de hombre, así Platón, consideraba como enemigos por naturaleza de los griegos a los bárbaros o extranjeros, con quienes podía en rigor haber guerra; en cambio los griegos, aunque fueran de diversos estados o ciudades, e incluso enemigos, eran parientes y amigos por naturaleza y a sus disputas no cabía llamarlas guerra sino mas bien discordia o sedición [stasis] (Rep., 470 b-c); por su parte Aristóteles justifica la costumbre de reducir a la esclavitud al extranjero o bárbaro vencido, indicando expresamente que para los griegos en ningún caso otro griego podía ser considerado un esclavo por naturaleza aunque si, en cambio, el bárbaro o extranjero [ajeno al mundo helénico] (cf.: Lamas, 1974: 35-36), de aquí que es particularmente acertado Pierre Vidal-Naquet, cuando explica que la ciudad griega, en su modelo clásico se definía por un doble rechazo: rechazo de la mujer en tanto que la ciudad griega era un “club de hombres” y rechazo del esclavo en tanto que era un “club de ciudadanos”, y aun hasta un triple rechazo, puesto que también el extranjero era rechazado, pero quizás el caso del esclavo no fuera sino el del extranjero llevado a su situación limite (cf.: Vidal-Naquet, 1983: 242-243). En Roma a los no ciudadanos o extranjeros, se les designa en la lengua primitiva como hostes, que significaba enemigo (cf.: Argüello-Peña Guzmán, 1966: 425; Michelet, 1945: 75; Petit, 1985: 115; Vogel, 1975: 50) , idea que debemos tener presente en relación al texto de la ley de las XII Tablas (VI, 5), que reza: Adversus hostem aeterna auctoritas esto (cf.: Argüello-Peña Guzmán, 1966:163); por su parte, la condición jurídica del esclavo en Roma, es particularmente ilustrativa de las consecuencias de la idea restringida de hombre como sujeto de derecho. Según la mayoría de los romanistas, el esclavo no es sujeto sino objeto de derechos y carece en absoluto de capacidad jurídica, como si fuera una cosa, pertenece en propiedad a su dueño, dominus, y en consecuencia, le son aplicables las normas propias de los derechos reales, pudiendo su dueño, matarlo, enajenarlo o lastimarlo (cf.: De la Vega de Miguens, 1981: 32; Louzan de Solimano, 1990: 136; Petit, 1985: 110). Explica Felix A. Lamas, que los antiguos no se plantearon el problema de la justicia en sus relaciones con los extranjeros, o si lo hicieron, fue tan solo en un esbozo y no como justicia en sentido estricto, que para ellos - sobre todo para los griegos y romanos - sólo tenia sentido en el ámbito de la ciudad, sino como una forma de justicia analógica, de este modo, cuando Patón hace en la República (470 b-c) una critica a algunos usos de la guerra, cuando se refiere a lo que censura en las practicas contra los bárbaros, lo hace no tanto desde el punto de vista de la justicia sino mas bien de otras virtudes morales; en sentido analógico a cuando hoy, en nuestras modernas sociedades, juzgamos mal un daño inútil a un animal, no porque este tenga derechos frente a nosotros, sino porque ello refleja una actitud no humanitaria de parte nuestra (cf.: Lamas, 1974: 37).

4.Conclusiones.

Podemos concluir que:

1. La idea de hombre, como sujeto de derecho, presenta en las sociedades tradicionales un carácter restringido lo que sorprende al hombre moderno, cuyo horizonte ético incluye a toda la humanidad.

2. El hombre de las sociedades arcaicas excluye a los extranjeros que pueblan el espacio desconocido que circunda el mundo asimilándolos a demonios o fantasmas y aun a animales (cf.: Eliade, 1978: 120 nota 47, Eliade, 1992: 32-34; Wilson, 1995: 210) 

3. Esta idea de hombre supone importantes consecuencias jurídicas en lo que hace al alcance de los derechos reconocidos al extranjero como se advierte en Grecia y Roma (cf.: Lamas, 1974: 35-37; Vidal-Naquet, 1983: 242-243; Argüello-Peña Guzmán, 1966: 163 y 425; Michelet, 1945: 75; Petit, 1985: 110 y 115; Vogel, 1975: 50; De la Vega de Miguens, 1981: 32; Louzan de Solimano, 1990: 136).

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Salvador, Andrés y Zagert, Liliana  2001b:
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Corrientes, ITGD, 2001.

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